La forja de un campeón (2022), de Daniel Graham

Cuando uno es de la generación de Rocky, le cuesta mucho emocionarse con otras películas de boxeo aunque aparezca Russell Crowe, esté bien ambientada y se base en un hecho real. Gladiator, que hace de abuelo, encumbra el film al principio, y digo que lo encumbra porque después de su efímera aparición no hace más que descender. El señor Crowe es el estelar anzuelo de la obra para luego despedirse a la francesa, quizá arrepentido de haber participado en tremendo bodrio. Los primeros y escasos minutos en los que él actúa consiguen que el proyecto valga en algo la pena construyendo un personaje atractivo y veraz, una joyita machista (que se diría ahora) de principios del siglo XIX: gordo, pegón, borrachuzo, mujeriego y jugador (la voz y la risa del personaje están bien trabajadas). El nieto (Matt Hookings), que es el verdadero protagonista de la cinta, parece sacado de un anuncio de Calvin Klein. Como actor no vale un ochavo, es más, aburre como una ostra y cualquiera de los secundarios le supera con creces. A Ray Winstone, por ejemplo, que es el entrenador del chico se le notan las tablas y a Jodhi May, que interpreta a la mamá de Jem Belcher (Matt Hookings), también. Volviendo al galán diremos que es un pelmazo y su sola presencia provoca un tedio insufrible. Habrá a quien, al menos, le alegre la vista…  

El señor Crowe es el estelar anzuelo de la obra para luego despedirse a la francesa, quizá arrepentido de haber participado en tremendo bodrio.

El guion basado en la historia del boxeador Jem Belcher (campeón de Inglaterra entre 1800 y 1805) puede que no esté del todo mal adaptado, pero salvo el inicio y el final, la historia es lenta y provoca el bostezo generoso. Jemque viene de familia de boxeadores (el abuelo fue boxeador, en vez de “picador” que diría Víctor Manuel) termina siguiendo los pasos de su pariente a pesar de la férrea oposición de su madre. El chico tiene aptitudes y actitudes (con c) y consigue ser, sin mucho esfuerzo, el campeón del Reino Unido. El resto, se lo pueden imaginar perfectamente: frases motivadoras redactadas por el coach de turno influenciado por la cultura woke, demasiada dentadura perfecta para estar a principios del XIX, mucho pecho depilado sobre unos abdominales perfectos y un final amanerado que dudo que haya sido realmente como ahí se refleja. En definitiva, la rudeza y el realismo que aporta Gladiator al principio, se va al carajo a los pocos minutos… Una lástima y un desatino. 

Como la cinta no da para mucho más, voy a permitirme el lujo de dar un tinte filosófico sobre lo que me han sugerido los primeros minutos de su visionado: Los machos somos por naturaleza brutos y pegones (como decía Carmena), y nos encanta darnos de leches entre nosotros porque, durante siglos y milenios, hemos solucionado así las cosas y, visto lo visto en el mundo últimamente, me temo que seguirá siendo de esta forma. Pero, ojo, hay una ley no escrita que el hombre de verdad lleva siempre a rajatabla y debe respetar: entre nosotros nos podremos moler a palos y luego quedar tan amigos, pero jamás levantaremos la mano a una mujer o a un niño… En fin, no pierdan el tiempo en ir a verla, consejo de amigo.  

Calificación4
4

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Guillermo Pérez-Aranda Mejías

Soy un escritor romántico con matices quevedescos. Disfruto con lo absurdo del surrealismo y me apasiona encarcelarme en mi castiza torre de marfil, donde desarrollo mi creatividad rodeado de música, de libros, de cine y de lo más selecto de la humanidad huyendo así, en la medida de lo posible, de lo más mundano. Roquero trasnochado y poeta de lo grotesco, he decidido, como si fuera un samurái que se destripa por su honor, entregar mi vida por entero al arte.

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