
Los cuatrocientos golpes pone de manifiesto como esta sociedad interrumpe cada vez más la capacidad de asombro, de imaginar, de decidir, de arriesgarse, de crear.
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Educación y familia
La ópera prima de François Truffaut, Los 400 golpes, marcó el inicio de la Nouvelle Vague, un movimiento cinematográfico francés que se caracterizó por otorgar mayor libertad a los cineastas en términos de escritura y dirección. Este film es sutil y perspicaz, una obra esencial que no solo celebra un cine más abierto y original, sino que también reivindica la espontaneidad de la niñez y critica su criminalización y alienación.
No sólo es una oda a un cine más abierto y original, sino también es una apología a la espontaneidad y la niñez.
Otras películas vendrán después con la misma temática, relacionando educación y familia, y retratando a estas últimas como instituciones cerradas y disciplinarias que se encargan de componer una fuerza productiva. Pero Los cuatrocientos golpes seguirá siendo un clásico imborrable al que siempre es bueno volver.
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Una niñez enjaulada
El joven protagonista, Antoine Doinel (Jean-Pierre Léaud), lee La Recherche de l’Absolu de Balzac, lo que refleja una búsqueda de identidad y un nuevo comienzo. Aunque es un relato autobiográfico del director, esta referencia a Balzac no es anecdótica. Antoine, con su arrojo e inteligencia, se da cuenta de su condición de niño, lleno de arrojo, intrepidez, potencia e inteligencia, para buscar un nuevo comienzo, para buscar la libertad. A diferencia del personaje de Balzac, Antoine supera los obstáculos y corre hacia el mar, una metáfora que utiliza Truffaut para mostrar el enfrentamiento del personaje con su futuro.
La obra de Balzac, que integra los Estudios Filosóficos de su monumental obra Comedia humana, se refiere a la energía humana como algo finito que se consume en cosas banales, similar a cómo la sociedad moderna impone un orden que consume la inteligencia y la creatividad. Este entorno contemporáneo restringe y criminaliza la niñez, construyendo el concepto de criminal a partir de comportamientos naturales de los niños, imponiéndoles límites para mantener un sujeto socialmente productivo.
Es la sociedad la que construye su propio concepto de criminal o delincuente, y la niñez liberada no es otra cosa que una desviación a la que se le deben imponer unos límites y normas.
Antoine Doinel es criminalizado por sus juegos, y el reformatorio donde es internado refleja un mundo que pretende crear adultos formales y cuadriculados, aunque aún se perciben atisbos de rebeldía. Doinel corre, escapando de los barrotes metafóricos que representan la militarización y el encierro de la niñez.
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Diversión como consuelo
En la actualidad, hemos desaprendido a jugar y divertirnos, y la formalidad ha llenado nuestras vidas de resignación. Nietzsche sostenía que “madurar es reencontrar la seriedad con la que juega el niño”. La infancia debería ser un tiempo de asombro y descubrimiento, libre de propósitos impuestos. Es el estado original humano, cercana a la esencia animal o natural (siempre latente) y a la Tierra, a un estado larval, festivo y mítico, donde estamos conociendo, no consumimos, comunicamos de forma exagerada y tenemos en el horizonte un mundo por descubrir. El filósofo italiano Giorgio Agamben considera que «la infancia es la verdadera imagen de la potencialidad». Sin embargo, hoy en día, la capacidad de imaginar y crear se ve interrumpida constantemente.
La sociedad moderna limita la capacidad de asombro y la creatividad. Actividades como pensar, cantar, pintar y crear deberían ser placenteras, no obligaciones. En The Wall, Roger Waters canta “You better run like hell”, una llamada a no conformarse y a buscar una forma de pensar diferente. ¡No seas otro ladrillo más! ¡No más golpes!. No más encierro (mental y social). Es necesario una tierra nueva, nuevos valores, una forma diferente de pensar. Es sugerente y liberadora la secuencia en la que salen a la ciudad en fila los escolares detrás del profesor de deporte y mientras avanzan entre calles, unos y otros se van quedando relegados, casi como un juego, dejando solo al “maestro” (un homenaje a la película de 1933 de Jean Vigo Zéro de conduite).
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Esta sociedad interrumpe cada vez más la capacidad de asombro, de imaginar, de decidir, de arriesgarse, de perderse, de descubrir, de crear.
Agamben sugiere la necesidad de «des-obrar», es decir, superar las funciones sociales y económicas impuestas por las instituciones actuales. En su ensayo Sobre lo que podemos no hacer, propone que la capacidad de resistir reside en la lucidez de lo que podemos no hacer. La verdadera libertad proviene de la conciencia de nuestra impotencia, de no seguir patrones preestablecidos.
Los 400 golpes sigue siendo un clásico inmortal al que siempre vale la pena volver. Su mensaje sobre la libertad y la creatividad de la niñez resuena aún hoy, invitándonos a cuestionar y resistir las imposiciones de una sociedad que busca encasillar y restringir.
Nietzsche pensaba que “madurar es rencontrar la seriedad con la que juega el niño”.
El valor de Los 400 golpes en la actualidad

Los 400 golpes no solo se destaca por su análisis de la educación y la familia, sino que también ofrece una mirada crítica a las instituciones sociales que buscan uniformar a los individuos desde una edad temprana. La película plantea preguntas importantes sobre el papel de la escuela y la familia en la formación de la identidad. Truffaut nos invita a reflexionar sobre cómo estas instituciones, en su intento de moldear a los jóvenes, a menudo reprimen su creatividad y libertad.
Antoine Doinel se convierte en un símbolo de resistencia contra un sistema que busca conformidad. Su huida final hacia el mar no es solo un acto de rebelión, sino también un grito de desesperación y un anhelo de libertad. Los 400 golpes sigue siendo relevante porque nos recuerda la importancia de escuchar y comprender a los jóvenes, permitiéndoles explorar y expresar su individualidad sin ser juzgados o castigados por ello.
Su huida final hacia el mar no es solo un acto de rebelión, sino también un grito de desesperación y un anhelo de libertad
En última instancia, la película es una llamada a reimaginar una educación y una estructura familiar que no solo preparen a los niños para ser productivos, sino también para ser seres humanos completos, con capacidad de asombro, creatividad y libertad.
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Ficha de la película
País Francia
Dirección François Truffaut
Guion Marcel Moussy, François Truffaut
Música Jean Constantin
Fotografía Henri Decae
Reparto Jean-Pierre Léaud, Claire Maurier, Albert Rémy, Guy Decomble, Georges Flamant, Patrick Auffay, Jeanne Moreau
Género Drama
Duración 94 min.
Título original Les Quatre Cents Coups
Trailer

Sin ninguna duda, Los cuatrocientos golpes, es una gran película de obligado visionado.
Sin duda, la radiografía de una sociedad, de su tiempo, de su espacio, valores, prejuicios, sin alteridad…