Ramón y Cajal: Historia de una voluntad (1982). Veamos la serie en su honor.

Ramón y Cajal: Historia de una voluntad es una obra maestra. Aparte de la buena ambientación, la categoría del reparto y la excelente dirección artística, destaca el personaje en el que se basa la serie.

Sonará a frase hecha de quien ya peina canas y calva, pero ya no hacen series españolas como las de antes. Ramón y Cajal: Historia de una voluntad es una obra maestra (TP de Oro al mejor actor y Fotogramas de Plata al mejor intérprete de televisión, ambos concedidos a Adolfo Marsillach). Aparte de la buena ambientación, la categoría del reparto y la excelente dirección artística, destaca el personaje en el que se basa la serie, un Premio Nobel español de Medicina, nada más y nada menos y, como él decía, más que ser superdotado era tozudo por ser maño. ¿Por qué en España nos olvidamos tan rápido de los grandes? ¿Quién se acuerda ahora del Señor Cajal? Si hiciéramos una encuesta, algunos hablarían del hospital que lleva su nombre y poco más. ¿Por qué en el mundo de la cultura se ningunea tanto a estas personalidades patrias tan gloriosas? Con todos mis respetos a la Veneno y a los Javis (creo que se llaman así los directores), presupongo que sería más ejemplarizante para las generaciones venideras (que buena falta les hace) producir obras sobre hombres y mujeres como los que, a modo de ejemplo, cito a continuación: Séneca, Picasso, Dalí, Hernán Cortés, Don Pelayo, Abderramán III, María de Molina, El Gran Capitán, Garcilaso de la Vega, Álvaro de Bazán, la Princesa de Éboli, El Greco, Cervantes, Góngora, Quevedo, Velázquez, Blas de Lezo, Jorge Juan, Clara del Rey, Agustina de Aragón, Espronceda, Larra, Isabel II, Bécquer, Rosalía de Castro, Benito Pérez Galdós, Isaac Peral, Antonio Machado, Severo Ochoa, Marina Vega de la Iglesia, Adolfo Suárez…  ¡Tenemos cantera más que suficiente!

Volviendo a la serie, salvo el Santiago Ramón joven que es bastante flojito, el reparto es excelente: Don Justo, el padre de Cajal, interpretado por Fernando Fernán Gómez es esencial, Adolfo Marsillach lo borda y la hija del Director de la serie, Verónica Forqué, que comprende el papel de Silveria (la esposa del doctor), se quedaría con un notable. La ambientación es excelente y consigue trasladarnos a la España de finales del XIX. Se cuidan los detalles (aunque hay algún fallito) y se nota que hubo una documentación y trabajo histórico de categoría, algo esencial en trabajos de época.

Don Santiago, octogenario, algo sordo y lleno de achaques, hace un repaso a su vida para plasmarla en sus memorias. Comienza recordando su niñez en Petilla de Aragón, y la pasión que tenía por la pintura es truncada por su progenitor. La severidad de este, que se oponía a que su hijo perdiera el tiempo con aventuras artísticas (a pesar de su clara aptitud), obligó al niño a centrarse en sus estudios para convertirse en un hombre de provecho, médico a ser posible. Como se ve, la figura paterna es elemental en la vida del Nobel, le condicionará mucho y le hará tomar decisiones prácticamente impuestas por el primero. Hoy en día, más de un remilgado se llevaría las manos a la cabeza al ver cómo educó Don Justo a su hijo, pero a la vista están los resultados. No les contaré más porque no hace falta, el paralelismo con los acontecimientos históricos es acertado y el guion se hila bien. En definitiva, su visionado enriquece culturalmente y moviliza a los inquietos (absténganse ofendiditos).

Por último, mientras escribo estas líneas, leo con honda tristeza que el Desgobierno español ha eliminado el nombre de Don Santiago Ramón y Cajal de los premios nacionales (curiosa coincidencia). Al parecer, lo ha propuesto (o “proponido” como diría el otro) el Ministerio de Ciencia (Pedro Duque), el astronauta orate. La Historia, estimados lectores, no se puede ocultar, ni siquiera segmentar, porque es una gravísima falta de honestidad con el pueblo y con la humanidad, así que ante esta tropelía estatal aportaré mi humilde granito de arena con este texto para honrar, con inmensa admiración y respeto, a un personaje de la talla de Don Santiago Ramón y Cajal que, muy lejos de ser perfecto (fue mal padre y bastante egoísta), merece más que de sobra nuestro reconocimiento y recuerdo.

Esta serie miniserie puede verse de manera gratuita en RTVE a la carta.

Share this post

Guillermo Pérez-Aranda Mejías

Soy un escritor romántico con matices quevedescos. Disfruto con lo absurdo del surrealismo y me apasiona encarcelarme en mi castiza torre de marfil, donde desarrollo mi creatividad rodeado de música, de libros, de cine y de lo más selecto de la humanidad huyendo así, en la medida de lo posible, de lo más mundano. Roquero trasnochado y poeta de lo grotesco, he decidido, como si fuera un samurái que se destripa por su honor, entregar mi vida por entero al arte.

No existen comentarios

Añade el tuyo