Clásicos en 10 minutos: Taxi Driver

Importancia, contexto, análisis y explicación del clásico que Martin Scorsese dirigió en 1976.

Taxi Driver, la mítica película que Martin Scorsese dirigió en el año 1976, de la mano de Paul Schrader en el guion y con Robert De Niro a la cabeza en el inolvidable papel de Travis Bickle, se ha convertido en un clásico del cine moderno imperecedero y atemporal. Considerado por la crítica y por muchos estudiosos e investigadores del Séptimo Arte como uno de los mejores films de la Historia del Cine, son muchas las imágenes de Taxi Driver que han trascendido, resultando tremendamente influyentes de cara al cine posterior y configurándose además como iconos de la cultura popular contemporánea.

Sin embargo, aun siendo un film ampliamente reconocido y que todo cinéfilo que se precie ha visto un millar de veces, no todos conocemos cuáles han sido las razones reales que han terminado llevando a un film como este, de tan bajo presupuesto y con no demasiadas pretensiones en un comienzo, a situarse entre las primeras filas del Olimpo de los mejores films jamás realizados. 

Taxi Driver

En el presente vídeo -que inaugura una nueva sección de Harto Brillante– tenemos como objetivo reseñar, en menos de 10 minutos, las principales características de Taxi Driver, desgranando las influencias que acompañaron a sus creadores -Schrader y Scorsese- durante el proceso de construcción de la película, y haciendo hincapié en el análisis, la explicación y las posibles lecturas ocultas tras las imágenes del film.

Asimismo, apelamos al contexto histórico en el que se llevó a cabo la película: un Nueva York pútrido y desolado; una ciudad superviviente post-era hippie, post-Vietnam y post-orgullo negro; un suerte de purgatorio que conocemos a través de la mirada de Travis, excombatiente de Vietnam que, ahogado por la incomunicación y el autismo social, terminará adoptando el rol de justiciero para arremeter violentamente, con el ‘ojo por ojo’ por bandera, contra la mismísima violencia.

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Pelayo Sánchez

Graduado en Comunicación Audiovisual, máster en Estudios de Cine y Audiovisual Contemporáneo y en Periodismo Cultural, y actual estudiante de Filosofía. Divulgador, analista y crítico de cine en el canal de Youtube 'Harto Brillante'.

1 comment

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  1. Deckard 11 junio, 2019 at 13:06 Responder

    Hola, Pelayo. ¿Es a mi ? No veo a nadie más en esta sección de comentarios….Sí, sí. No te rías. ¿Me estás hablando a mi? Porque no veo a nadie más alrededor….¿Me estás hablando a mi? Are you talking to me? ARE YOU TAAAAALKING TO MEEEE?

    Bueno. Quería añadir algo más a tu rico y elaborado comentario. Efectivamente, «Taxi Driver» es un clasicazo. A mi juicio, la mejor película de Scorsese. Y a pesar de todo, no creo que sea redonda. Y el motivo es muy claro. Algo que casi nadie ha explicado pero que no creo que formara parte del guión original de Schrader. Me refiero a la espantosa escena final que parece desmentir casi el resto del metraje anterior antes de llegar a este equivoco epílogo. Es difícil de entender que, después de habernos arrastrado en esa bajada a los infiernos, Scorsese y Schrader idearan un final tan moralista en el que (ojo, spoilers, en el dudoso caso de que haya alguien por ahi que no la haya visto) un afeitado y arregladito Travis recoge a Cybill Sheperd, que ahora que Travis ya es un héroe de masas por haberse convertido en justiciero de proxenetas y pederastas, parece que ya cuenta con su aprobación para entablar una relación seria y estable juntos, (después de haberle despachado no demasiadas escenas antes como a un excremento del inframundo). Por no hablar de la un poco babosilla carta que los padres de la putita interpretada por Jodie Foster le habían escrito previamente para agradecerle su acción presuntamente «heroica» y más bien sanguinolenta de liquidar al impresentable chuloputas interpretado por Harvey Keitel para así liberar a su hija. Para mi, esas escenas tan edulcoradas desdicen toda la aspereza y realismo urbano que destilaba toda la historia anterior. Y sigue siendo todo un misterio, al menos para mi (si sabes algo más al respecto, te agradecería que lo aclararas) ,porque para mi esa especie de apaño final yo siempre sospeché que era un pegote añadido impuesto por la productora. Ya digo que a lo mejor me falta información, pero siempre tuve esa sospecha. Bien es cierto que ese añadido final acentúa los paralelismos con «Centauros del desierto» de John Ford, ya que al igual que en aquella ocasión pasaba con Natalie Wood, Jodie Foster también regresa a casa. Por tanto, y ya que es archiconocido que ambos (Scorsese y Schrader) adoraban esa película no resultaría tan extraño que, efectivamente, el final lo hubieran ideado de una manera aparentemente muy similar, pero en el fondo muy distinta como explicaré después. Aunque ya digo que a mi juicio este final empeora el resultado definitivo, puesto que me parece innecesaria y contraproducentemente reaccionario.

    Porque según la lectura que se hiciera de los finales de ambos clásicos del Septimo Arte, se podría decir que son dos finales antitéticos, y totalmente contrarios. Porque, mientras en la escena final de «Centauros del desierto», Ethan Hunt (John Wayne) y aunque se convierte en un héroe, la grandeza de Ford, con esa mítica puerta que se cierra hace que Wayne, con su pasado violento, por el que ha perdido la ingenuidad y la nobleza de carácter, se quede fuera de la vida hogareña y nos sugiere que, con toda su heroicidad, Ethan siempre se quedara al margen de la vida familiar y social, por el contrario, en el final mostrado en «Taxi Driver» se nos muestra una situación casi contraria (sería pues un mal homenaje), puesto que Travis, después de su discutible acto de justicia, parece volver a ser aceptado en sociedad por la puerta grande, con un nada desdeñable futuro prometedor en los brazos de la entonces muy apetecible Cybill Sheperd. Y así, lo que en Ford sería la tragedia de un solitario al que ni los actos más heroicos libran de su terrible soledad, en Schrader y Scorsese vendría a ser casi todo lo contrario, el triunfo de un solitario y marginado veterano de guerra,conductor de taxi que por un acto de extrema violencia (no se sabe si del todo justo, ni siquiera legitimado por la buena causa de la liberación de una prostituta adolescente), se ve no solo redimido de su soledad, sino incluso recompensado con el amor incondicional de la bella doncella coprotagonista, lo que vendría a suponer, en el fondo, el retrato implacable de una sociedad moderna y urbana absolutamente neurótica, que premia la violencia extrema siempre que ésta este revestida de un aura legítima que le pueda servir de coartada. No se si esta era la intención original de los autores, pero, visto el resultado final, esa es la moraleja que se podría deducir finalmente.

    Y algo más me gustaría añadir. Efectivamente, “Centauros del desierto” era una película fundamental para el tándem de creadores de “Taxi Driver”, porque no sé si recuerdas que una de las más impactantes películas de Paul Schrader como director fue “Hardcore: un mundo oculto”, obra en la que se calcaba el argumento de la película de Ford en clave contemporánea en la que se sustituía el hogar fordiano por un hogar de estricto protestantismo de Gran Rapids, Michigan (lugar de nacimiento de Schrader, en clara alusión autobiográfica), en la que el entorno ajeno al hogar que en Ford estaba representado por los indios liderados por su jefe Cicatriz, estaban encarnados en la nueva visión del director protestante por una red de insaciables explotadores de menores del cine pornográfico que habían secuestrado a una joven adolescente para sus perversos fines proxenetas, en este caso, la hija del protagonista, encarnado por un tan atormentado como siempre solvente George c. Scott.

    Por otro lado, está muy bien visto el paralelismo de estas películas (dices tú de “Taxi Driver” y “Centauros del desierto” , a las que yo añado “Hardcore”) con “La Odisea” de Homero. Esa parentela argumental ya había sido reseñada, entre otros textos, en el magnífico y ya clásico estudio de Jordi Balló y Xavier Perez sobre la vinculación de la literatura clásica con el cine contemporáneo titulado “La semilla inmortal” (una apasionante lectura que recomiendo a todo el mundo, y a ti Pelayo si no la conoces, cosa que dudo, que seguro que sí, y al resto de seguidores del blog). Ethan Hunt, después de la Guerra de Secesión (Ethan sería Ulises, y la Guerra de Secesión sería en el caso homérico la guerra de Troya), anhela una vida tranquila y quiere volver a sentar sus raíces en casa de su hermano, su cuñada y su familia en el Oeste Americano, al igual que Ulises en su Itaca natal con su mujer Penélope (aquí el paralelismo no es perfecto: Ulises no regresa a casa hasta el final de la Odisea, pero, no obstante, la inspiración homérica es evidente, puesto que el gran tema de “La Odisea” es la dualidad de pulsiones que se dan en el ser humano: por un lado, el anhelo de vivir aventuras, representado en el caso griego por la multitud de peripecias de Ulises antes de regresar a casa, y en Ford por las aventuras de Ethan en la guerra y tambien durante la búsqueda de su sobrina raptada por los indios, y por otro lado, la pulsión hogareña, la de llevar una vida tranquila, representada por el hermano de Ethan, su mujer y sus hijos, vida hogareña de la que según la visión fordiana, quedará finalmente excluida en su mítico y legendario final).

    En fin. No quería añadir nada más. Un saludo a todos y enhorabuena por vuestro trabajo.

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