El francotirador (2014), de Clint Eastwood – Crítica

El francotirador

Llega a nuestras pantallas el último filme de Clint Eastwood, biopic de Chris Kyle, suboficial de los SEAL que ha pasado a la historia de los Estados Unidos por ser el francotirador más letal del ejército de su país. Los diez años que permaneció en las fuerzas armadas americanas coincidieron con la invasión de Irak en 2003 y la Segunda Guerra del Golfo, de forma que la película recrea este conflicto bélico a lo largo de la mayor parte de su metraje. Dicha circunstancia también explica que casi toda la acción transcurra en el país musulmán, mientras que se destinan unos pocos minutos a narrar la vida de Kyle (interpretado con solvencia por Bradley Cooper) en Norteamérica, tanto antes y después de su movilización como durante los interludios de permiso de que disfruta.

Basada en el libro autobiográfico de Kyle, ‘El francotirador‘ es una cinta que obliga a hacer una lectura a dos niveles si se desea hacer un análisis ponderado de la misma. El primer nivel sería el que atañe a su núcleo narrativo y temático, en el que poco hay que destacar salvo el hecho de que vendría a ser el anverso de ‘Banderas de nuestros padres‘ (2006).
Y es que allí, Eastwood cuestionaba, con una cadencia entre irónica y melancólica, el concepto de gloria militar acuñado por su nación, mientras que aquí estamos ante un relato épico en toda regla. Por tanto, el protagonista es portador de los valores heroicos por excelencia: valor, lealtad, fuerza, integridad, generosidad, perseverancia. Ciertamente, ello entronca con toda una tradición de cine bélico hollywoodiense dedicada a ensalzar a los combatientes americanos –’They Were Expendable‘ (1945) de John Ford, ‘Air Force‘ (1943) de Howard Hawks, ‘Objetivo Birmania‘ (1945) de Raoul Walsh, etc.­– y que parece estar viviendo un nuevo auge hoy en día, sin duda como consecuencia de la guerra sostenida en Oriente Medio.

Dentro de esta tendencia, cabe señalar que el punto de vista escogido por Eastwood es muy similar al de Kathryn Bigelow en ‘En tierra hostil‘ (2008), ya que, si bien los planteamientos estéticos de ambas obras no pueden ser más dispares, ambos realizadores optan por tomar una perspectiva neutra y extrínseca, despojada de toda reflexión crítica, sobre la realidad que reflejan, interesados exclusivamente en el retrato psicológico de sendos protagonistas. Otra cosa es que el personaje principal de ‘En tierra hostil‘, el sargento William James (Jeremy Renner), con su adicción al peligro y la adrenalina, resulte más simpático al público europeo que Kyle, movido por un sentimiento de patriotismo a ultranza, en el que Dios, los Estados Unidos, la gloria, la verdad y el bien forman una unión sin fisuras, incluso a prueba de los horrores que padecerá en el campo de batalla.
Y si he puntualizado “público europeo” es porque Kyle, a lo largo de la película, se nos describe como una suerte de John Wayne en versión moderna, es decir, con debilidades y un lado tierno que lo humanizan, pero no por eso menos digno de admiración para sus compatriotas, dado su carácter simpático y campechano y su completa incapacidad para cuestionar los valores tradicionales de su sociedad. Sin duda, el espectador medio americano se sentirá próximo a un protagonista cuyo sueño es ser cowboy, que suelta frases como que América es “el mejor país del mundo” (sic) o que está convencido de que la duda, la disensión y la pérdida de confianza en cualquiera de las instituciones que sustentan su país son las que llevan a la derrota y a la muerte.

Asimismo, comparar a Kyle con John Wayne, icono de la masculinidad y el chauvinismo del Hollywood dorado, no es solamente una apreciación subjetiva más o menos gratuita, sino que viene a colación del hecho de que Eastwood describa la incursión de las tropas americanas como si de una película del oeste se tratara, en la que un pueblo pasivo, cobarde o egoísta se opone a la fuerza “correctora”, “positiva”, del héroe; incluso tenemos a la némesis de Kyle, representada por Mustafa (Sammy Sheik), y cuyo enfrentamiento se resuelve con una escena de tal barroquismo visual que es propia de un spaghetti western.

En realidad, ello se debe al hecho de que ‘El francotirador‘, dada su vana y parcial explicación de la invasión estadounidense de Irak –limitada a la escena en que Kyle y su mujer ven en televisión el ataque contra las Torres Gemelas–, no es una cinta de recreación histórica, o de análisis político, o de indagación sociológica u ontológica ante el fenómeno de la guerra; no es ni siquiera un panfleto de propaganda a favor de la intervención de las tropas estadounidenses en Oriente Medio. Simple y llanamente –como la obra de Bigelow citada– estamos ante una action movie de lujo. ¿Y cuál es el género de acción que mejor conoce el realizador de San Francisco? La respuesta es obvia: las películas del oeste.

Llegamos aquí al segundo nivel de análisis de la pieza, que es el formal, y sobre el cual hay que destacar el irreprochable recital que Eastwood ofrece tras las cámaras, con escenas para el recuerdo como la masacre de la familia de un colaborador, la emboscada que sufren los SEAL o, sobre todo, la climática huida de la unidad de Kyle a través de una tormenta de polvo y arena. Irónicamente, esta escena recuerda a otra, también con disparos y a ciegas, solo que esta vez entre la niebla, de ‘La mirada de Ulises‘ (1995) de Theodoros Angelopoulos; y digo “irónicamente” porque el filme del director griego está en las antípodas éticas y espirituales del de Eastwood.

Según lo expuesto, ‘El francotirador‘ es una cinta imprescindible para los amantes del género de acción, pues prueba que pueden rodarse excelentes escenas de combate sin tener que recurrir a la cámara al hombro, los zooms, el montaje sincopado y otra serie de técnicas de un realismo “sucio” puestas de moda por Spielberg tras ‘Salvar al soldado Ryan‘ (1998), y que Eastwood obvia en pos de su característica estilización formal, por momentos casi abstracta –a menudo describe los resultados de la violencia mediante planos detalle–, y que alcanza su máxima expresión en la bellísima escena de la tormenta de arena mencionada.

Sin embargo, hay que señalar que aquellos que admiran la filmografía de Eastwood por su condición de fresco espiritual de su mundo, en el que no se excluye una disección sociológica y moral del mismo, se sentirán decepcionados por el conservadurismo de su planteamiento de fondo, sintetizado en las imágenes de archivo que cierran el filme: toda una oda al “gran héroe americano” que es imposible entender de forma irónica –Eastwood no es, nunca lo ha sido, un director ambiguo; ni tampoco de arte y ensayo–. Y si bien es verdad que ninguna creación artística está obligada a basarse en principios como justicia, humanismo, verdad, altruismo… no es menos cierto que la ideología del autor, o su significativa carencia de la misma, puede suscitarnos repulsa, como de hecho es el caso. Ello propicia, en definitiva, que se trate de una buena película que, honestamente, no puedo admirar ni recomendar ni elogiar.

El francotirador

Sinopsis Autobiografía del marine Chris Kyle, un tejano que batió el récord de muertes como francotirador del ejército norteamericano.
País Estados Unidos
Director Clint Eastwood
Guión Jason Hall
Música Clint Eastwood, Ennio Morricone
Fotografía Tom Stern
Reparto Bradley Cooper, Sienna Miller, Luke Grimes, Jake McDorman, Kyle Gallner, Keir O’Donnell, Eric Close, Sam Jaeger, Owain Yeoman, Brian Hallisay, Marnette Patterson, Cory Hardrict, Joel Lambert, Eric Ladin, Madeleine McGraw
Productora Warner Bros. / Village Roadshow / 22 & Indiana Pictures / Malpaso Productions / Mad Chance Productions
Género Bélico
Duración 132 min.
Título original American Sniper
Estreno 20/02/2015

Trailer

Calificación6.5
6.5

Share this post

Elisenda N. Frisach

Filóloga y editora de profesión y escritora de vocación, le apasiona el arte en general, sobre todo el cine, la literatura y la pintura. Por eso ha colaborado en diversos medios de comunicación como crítico de arte (reseñas de discos y conciertos, películas y festivales, exposiciones, libros...). Se autocalifica de humanista, y no de ingenua, al creer en el poder del amor, la verdad, la ética y el humor. Ideológicamente, sus principales influencias son Gandhi y Schopenhauer, mientras que le fascina la cultura rusa (Dostoievski,Tarkovski, Agmatova...).