El maestro del agua (2014), de Russell Crowe – Crítica

El maestro del agua

A lo largo de la historia del cine, muchos actores han decidido dar el salto a la dirección, y los más valientes incluso se otorgaron el papel protagonista, ejerciendo una doble función. Grandes ejemplos han sido Clint Eastwood, Mel Gibson, y recientemente Ben Affleck con su afamada ‘Argo‘.

Es una decisión arriesgada, ya que poco o nada tienen que ver las cualidades que se necesitan para uno y otro trabajo. Por tanto, debo decir aún a riesgo de resultar obvio, que ser un gran actor no quiere decir que seas un buen director. Casos recientes como el de Tom Hanks (‘Larry Crowne‘), Kevin Spacey (‘Beyond the Sea‘), Kevin Bacon (‘Loverboy‘), Jodie Foster (‘El castor‘) o Ryan Gosling (‘Lost River‘) son un buen ejemplo de ello.

Ahora es Russell Crowe quien prueba suerte como actor-director con ‘El maestro del agua‘, una coproducción entre Australia, Estados Unidos y Turquía.

Crowe da vida a Joshua, un hombre trabajador y bondadoso con una habilidad especial: es capaz de encontrar agua en cualquier rincón del desierto australiano. Corre el año 1919, y la Primera Guerra Mundial acaba de finalizar. Los tres hijos de Joshua han sido declarados desaparecidos durante el conflicto, y nuestro protagonista decide emprender un viaje hasta Turquía para descubrir que les ha ocurrido.

Un hilo conductor potente muy bien llevado en los primeros compases de la película. Sin embargo, con el trascurso de los minutos ‘El maestro del agua‘ parece descentrarse, olvidando por momentos cual es su objetivo, y entregándose a la clásica historia romántica o al descubrimiento de la cultura otomana.

Russell Crowe apuesta por una dirección clásica, todavía sin señas de identidad claras. Aún así, y contando con que es su opera prima tras las cámaras, su trabajo es correcto y eficiente. El futuro dirá hasta donde es capaz de llegar como director.

Como actor, Crowe interpreta un papel que conoce a la perfección. Sus primeras escenas son muy emotivas. La sorpresa de la cinta son los comandantes turcos, interpretados por los actores Yilmaz Erdoğan y Cem Yilmaz. La complicidad entre ambos es admirable. Me ha gustado especialmente la actuación de Erdoğan, y su duelo interpretativo con Crowe.

Otro acierto de casting es Jai Courtney, habitual héroe de acción, pero cuyo trabajo en ‘El maestro del agua‘ demuestra que también puede ser un buen actor. No está tan aprovechada Olga Kurylenko, una actriz cuyo talento vuelve a ser desaprovechado con un papel bastante plano.

Pero dejo lo mejor para el final. La excelsa fotografía de Andrew Lesnie, conocido por retratar los parajes de ‘El señor de los anillos‘, resulta uno de los aspectos más atractivos del film. Él es el que consigue reflejar la diversidad de Constantinopla, una ciudad que es todo color, belleza e historia.

En definitiva, ‘El maestro del agua‘ es un debut en el que Crowe no asume demasiados riesgos, pero que cumple como un producto eficaz. Me doy por satisfecho, aunque para la próxima habrá que exigirle más.

El maestro del agua

Sinopsis El granjero australiano Connor viaja a Estambul para descubrir qué ha pasado con sus tres hijos, todos declarados desaparecidos en combate.
País Australia
Director Russell Crowe
Guión Andrew Anastasios, Andrew Knight
Música David Hirschfelder
Fotografía Andrew Lesnie
Reparto Russell Crowe, Olga Kurylenko, Jai Courtney, Isabel Lucas, Damon Herriman, Jacqueline McKenzie, Cem Yilmaz, Ryan Corr, Dan Wyllie, Deniz Akdeniz
Productora Coproducción Australia-USA-Turquía; Universal Pictures / Fear of God Films / Hopscotch Features
Género Drama
Duración 111 min.
Título original The Water Diviner
Estreno 24/04/2015

Trailer

Calificación6
6

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Jorge López

Tecnico superior en aplicaciones informaticas adicto al cine y loco por la tecnología y cualquier objeto trasteable.

1 comments

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  1. luis 2 mayo, 2015 at 02:25 Responder

    Me decepcionó, porque no es la típica película bélica de las que estamos hartos en estas épocas de resurgimiento imperialista, hechas pura y exclusivamente para justificar ante los ojos del público anglo-sajón las invasiones que realizan sus fuerzas armadas y «contratistas» en innumerables lugares del mundo para mantener el poderío económico de sus élites.
    No es la típica película donde las fuerzas anglo-sajonas andan por el mundo repartiendo democracia y liberando “pueblos oprimidos” sino que parece (por lo menos a inicio) que apunta a una reflexión sobre enviar hijos de gente común a matar a los hijos de otra gente común. Me decepciona porque se diluye ese mensaje antibélico de que las guerras no tienen “buenos y malos”. Que en las guerras, las personas humildes de cualquier bando son las que sufren, son las que matan y mueren.
    Parecía que a través de la evolución del personaje de un padre destrozado viendo que su sufrimiento era sólo una parte del todo, nos iba a llevar a tomar conciencia de que el tema es mucho más amplio que un drama individual y entender que esas masacres de gente pobre siempre tienen una única explicación: defender los intereses de los ricos de unos países que arman guerras contra los ricos de otros países.
    En la película, hay gran cantidad de momentos que indican esa intensión pero lamentablemente se queda solo en eso. No hinca el diente un poquito más en esa monstruosa carnicería que fue la primera guerra mundial, guerra entre imperios para decidir como dividirse las riquezas del resto del mundo.
    Narrativamente el argumento se queda en el nivel del drama personal que, si bien es totalmente válido en sí mismo, nos estafa el tratamiento de las causas de ese y el de otros 40 millones dramas personales. Engañosamente, el personaje se achaca la culpa de que sus hijos fueran a la guerra diciendo que les permitió y hasta incentivó el hacerlo: dudo que en esa época en Australia fuera opcional enlistarse. Lo que sé es que en todas las guerras los dirigentes de los estados siempre han encontrado la forma de que los hijos de los pobres vayan a pelear sus guerras, ya sea obligándolos a la fuerza o lavándoles la cabeza con propaganda nacionalista de odio y temor hacia los “enemigos” que debes matar para que no te maten.
    Para rematar decide suavizar aún más el mensaje redondeando todo con un «final feliz» hollywoodense. Parece como si las élites le hubieran dicho al guionista: “ te agradecemos que no te metiste con nosotros, eso está bien pero no te parece que es demasiado cruda y puede hacer que a alguien le preocupen las guerras que necesitamos. Así que te pediríamos por favor que suavices todo con un poco de reparación milagrosa. Acomodá todos los dramas personales para que terminen felizmente, muchas gracias”.
    Al hijo muerto, deberían haberlo dejado muerto. Eso es lo que pasa en las guerras, los hijos muertos NO vuelven. La mujer viuda y el niño sin padre, déjenlos así que esa es la realidad de los cientos de millones de víctimas que las guerras han dejado y van a seguir dejando.

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