RESUMEN
«La lucha es la base de nuestra existencia. Nuestros instintos son demasiado
básicos y oscuros como para dejarnos llevar por ellos. Son poderosos, pero también lo son nuestra razón y nuestra voluntad. Por ello, yo os pido lucha. Os pido una lucha encarnizada por elevar nuestra especie a un rango de persona. ¿Que seríamos sin nuestros valores morales tradicionales? Yo os lo diré. Todos nosotros contribuiríamos entonces a conformar una especie perezosa, débil. Seríamos marionetas en manos de las circunstancias y los deseos.
Según dicen, es natural. Esos a los que con todo mi desprecio llamo la especie progre, y que muy lejos se encuentran de nosotros, dicen que es natural. El sexo libre, la debilitación de la familia. ¿Es natural ondear sin sonrojo la bandera del egoísmo? Ellos, que tan lejos se encuentran de nosotros, no alcanzan a comprender la extensión e importancia de la palabra compromiso. Es por ello que han abandonado la lucha, enmascarando su cobardía en filosofía barata. Es natural dicen. Ellos mismos se han comparado en ocasiones con la hoja caduca de un árbol navegando sobre un río. Y como tal se comportan, dejándose llevar, a la deriva, rozando apenas el agua que les conduce a su triste final. Pues nosotros, amigos míos, somos la presa que contiene ese agua, y esas hojas. Somos esa construcción artificial tan necesaria. Porque natural no es sinónimo de «bueno», de la misma manera que artificial no lo es de «malo». Tocar el piano no es algo natural, necesita de tu sacrificio, tu compromiso y tu voluntad. Pero cuando escuchas su melodía, sabes que éste, y no otro, es el camino correcto.»
La sala de conferencias estalló en un aplauso entusiasmado. Las personas allí presentes, porque allí solo había de esa clase de seres humanos, se levantaron para ovacionar al orador, o sea yo. Ésta perorata siempre funciona, pensé.
Todavía sobre la tarima, frente a más de cien personas, esperé pacientemente a que el molesto ruido de las palmas cesara. Y lo hice como acostumbro; porte digna, barbilla alta, mirada profunda.
No es que ya no creyera en esas palabras, guías férreas de todos los actos a lo largo de mi vida. Simplemente, dejó de interesarme el tema. ¿Es moral? ¿Es correcto? ¿Está bien? A quien le importa… a mi no, no ahora desde luego.»