La fiesta de las salchichas (2016) – Crítica

La fiesta de las salchichas

Corrompiendo el cine de animación reciente, La fiesta de las salchichas se mete con todas las etnias y colectivos posibles. A través de un humor salvaje, su incorrección política hará disfrutar a un público que no se ofenda con facilidad.

En 1995, John Lasseter y Pixar cambiaron el curso de las películas de animación con una de sus cumbres cinematográficas: Toy Story. A partir de entonces, múltiples directores han intentado reformular su extraordinario planteamiento para llegar al éxito. Se ha exprimido la premisa consistente en darle vida propia a elementos cotidianos y ver su interacción con los humanos desde Pequeños guerreros (1998) hasta Mascotas (2016). Si bien se ha variado a los protagonistas de juguetes a mayoritariamente animales, casi todos los filmes han ido destinados a un público infantil. Con estos antecedentes entran en juego Seth Rogen y Evan Goldberg, preguntándose qué pasaría si los alimentos tuviesen sentimientos. Con esta vuelta de tuerca al manido relato, el fin del proyecto consiste en realizar una película de animación para adultos y subvertir la extensa lista de filmes que siguieron los pasos de Woody y Buzz. Conociendo el brutal humor que gastan los dos guionistas, no es de extrañar que hayan tenido dificultades para sacar adelante el proyecto. La involucración de Annapurna Pictures con Megan Ellison a la cabeza, dio fiabilidad y carta blanca para producir la película deseada. Alejándose de la etiqueta de cine de animación para adultos con un corte más intimista, toman el relevo de South Park: Más grande, más largo y sin cortes (1999) para subir el tono de las salas mediante personajes creados por ordenador. Permitiendo a Seth Rogen, Evan Goldberg y toda su pandilla desinhibirse, sacando toda la bestialidad que llevan dentro.

En innumerables ocasiones hemos disfrutado con un comienzo musical en una película de la factoría Disney. Gran parte de estas icónicas canciones están unidas al nombre de Alan Menken, ganador nada más y nada menos que de 8 Oscars. Aladdin (1992), Pocahontas (1995)  o Enredados (2010) llevan su sello, por lo que sorprende la salida de su zona de confort. El número musical que abre La fiesta de las salchichas compuesto por Menken es espléndido, transportando la inocencia de Disney al gamberrismo de Rogen y Goldberg.  Nos presentan un supermercado en el que cada tipo de comida tiene los rasgos que le caracterizan, habitualmente étnicos. En la víspera del 4 de julio, los alimentos esperan ser elegidos por los dioses para llegar a “el más allá”. Así conocemos a una salchicha y un pan de perrito cuyo destino es estar juntos. Repleto de acidez y sin censura alguna se presenta la burla a las cintas de animación estándares. Los directores del filme son Conrad Vernon y Greg Tiernan, con experiencia en filmes como Shrek 2 (2004) o Monstruos contra Alienígenas (2009), por lo que entienden de dónde vienen y la manera de tirar por tierra las ideas preestablecidas de los espectadores. Uno de los mayores hallazgos es el estilo de la animación, ya que en cuanto vemos un corte del filme nos viene a la cabeza Pixar. De esta manera, el humor es mucho más poderoso al jugar con los recuerdos del público.

En 2014, Evan Goldberg y Seth Rogen coparon las noticias internacionales con la polémica generada en torno a The Interview. Filmar una cinta con la misión de asesinar a Kim Jong-un es carne de escándalo y con La fiesta de las salchichas no querían ser menos. Es difícil encontrar una película en la que se pueda ofender a más colectivos. El racismo, el conflicto palestino-israelí, el colectivo LGTB, el nazismo y la comunidad religiosa son algunos de los ejemplos que se encuentran en los pasillos del supermercado. Si a esta ecuación le sumas grandes cantidades de sustancias estupefacientes y sexo, la probabilidad de ofender se dispara. Sin duda, no es apta para un público susceptible y que se irrite fácilmente. Esta intención podría volverse en contra del filme; sin embargo, el ingenio con el que se abarcan los temas y la sátira indiscriminada hacia todas direcciones resulta de gran valor. No todas las cuestiones funcionan con el mismo resultado, pero presenciar la disputa por un pasillo de alimentos palestinos e israelíes es admirable. Así como la inteligente crítica a Dios, representada por los humanos que devoran a los perspicaces comestibles. Una pena que el ritmo sea tan irregular, pues lastra grandes momentos de carcajadas que caen en la reiteración. El filme comienza a un gran nivel que al sucumbir a la repetición y en el desinterés hacia la historia principal, se dirige hacia el hundimiento. Empero los personajes satélites y uno de los finales más catárticos y salvajes que se verán este año en pantalla grande, hacen que la falta de corrección política nos conquiste.

Si el acercamiento a los conflictos actuales permite disfrutar a todo público adulto, el goce es aun mayor con el elenco que hay detrás de los alimentos. Cada uno de ellos tiene personalidad propia, en muchos casos relacionada con alguno de los actores de la pandilla de Seth Rogen. Un drogado James Franco, Jonah Hill o el ingenuo Michael Cera son intérpretes cuyas voces eran seguras en el proyecto. Mas conseguir doblajes relevantes sube la hilaridad de las situaciones. Salma Hayek y Edward Norton han prestado sus voces riéndose de los estereotipos y de sí mismos. Un sensual taco y un bagel son los personajes a los que dan personalidad, lo que hace que al igual que la colaboración de Alan Menken suponga una broma de más calidad. Como comentábamos, la película se desvanece en la segunda mitad, no logrando superar un listón dejado demasiado alto. Por ello, hay que destacar el interés por conseguir cameos de renombre con la valentía de aparecer en la cinta. El tramo final es maravilloso y uno de los factores que le ayudan a serlo es un cameo tan ingenioso como efectivo que hará las delicias del público. En la gran barbacoa del Día de la Independencia de los Estados Unidos todos los ingredientes han sido elegidos con mimo, lástima que el ritmo no redondease el resultado.

En resumidas cuentas, la habilidad para satirizar sobre conflictos tabú de la sociedad actual posiciona a La fiesta de las salchichas como una comedia muy disfrutable. No apta para público que se escandalice con poco, debido a los salvajes argumentos utilizados para hablar sobre la religión o el racismo. Todo ello con un estilo que recuerda a las películas de Pixar,  generando un choque entre el contenido habitual de ese tipo de animación y las barbaridades acontecidas en el supermercado. Seth Rogen y Evan Goldberg no fallan en su deseo de alborotar y han encontrado un nuevo medio en el que profundizar. Aun con claros fallos de ritmo narrativo y una historia sin un gran gancho, los gags son diversos e hilarantes. Ante el próximo estreno de Pixar, no nos vendrá otra secuencia a la mente sino el apoteósico final de La fiesta de las salchichas. Hay que tener mucho descaro para romper los parámetros de un género y este filme ha conseguido corromper el cine de animación reciente.

La fiesta de las salchichas

Sinopsis La película sigue a una salchicha y sus nuevos amigos, en un viaje que les llevará desde el supermercado hasta sus hogares.
País Estados Unidos
Director Conrad Vernon, Greg Tiernan
Guión Evan Goldberg, Kyle Hunter, Seth Rogen, Ariel Shaffir
Música Christopher Lennertz, Alan Menken
Género Animación
Duración 89 min.
Título original Sausage Party
Estreno 07/10/2016

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Calificación6
6

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Carlos Chaparro

Estudió Comunicación Audiovisual, permitiéndole trabajar en su pasión: el cine. Un amor incondicional que nació al descubrir a Patricia y Michel paseando por los Campos Elíseos.

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