Los exámenes (2016), de Cristian Mungiu – Crítica

Los exámenes

Con la educación como única vía esperanzadora, Los exámenes diagnostica las enfermedades morales de un sistema corrupto. Despertando inevitables dilemas desde el honesto bisturí de Cristian Mungiu, conocedor de la angustia parental.

En los últimos días de 1989, caía el comunismo en Rumanía. La revolución rumana suponía el fin del régimen de Nicolae Ceaușescu, así como la apertura a una etapa incierta. Después de la dictadura, la transición tenía lugar sobre restos del antiguo sistema, siendo imposible borrar instantáneamente la injusticia. Una búsqueda de identidad por parte de una nación lastrada por la insoportable carga del pasado. Surgiendo de la exploración de la nueva libertad la denominada Nueva ola del cine rumano. Una corriente cinematográfica que indaga en la opresión del régimen totalitario desde un enfoque realista. Pese a estar integrada por grandes nombres como Corneliu Porumboiu o Cristi Puiu, su realizador más relevante es Cristian Mungiu. En 2007, su segundo filme 4 meses, 3 semanas, 2 días ganaba la Palma de Oro. Una de las obras maestras de lo que llevamos de siglo, grabando su título como la primera película rumana con tal prestigioso galardón. Una obra de tal intensidad que tiene el poder de transformar el tiempo, absorbiendo al espectador en su estremecedora atmósfera. Lejos de ser una eventualidad, en 2012 obtenía el premio al mejor guión en Cannes por Más allá de las colinas. Completando en 2016 su expediente con el premio “ex aequo” al mejor director por Los exámenes junto a Olivier Assayas. Merecidos galardones que elevan a Mungiu como una de unas grandes voces del cine europeo actual. Diagnosticando en Los exámenes la situación de Rumanía desde una relación paternofilial, pues la única manera de destruir las ruinas de la dictadura es a través de la educación. Un aprendizaje alejado de las clases, donde la formación se determina en la naturaleza humana.

Suena un ruido. Una piedra acaba de romper una ventana de nuestro hogar. No tenemos tiempo para averiguar quién la ha lanzado, buscando rápidamente la motivación del infractor. Este es el prólogo de Los exámenes, guiándonos directamente a otro excelente filme europeo: Caché (2005) de Michael Haneke. Si el director austriaco utilizaba grabaciones para reflexionar sobre la conciencia de la sociedad europea, Mungiu las cambia por rocas. Un inteligente recurso para perturbar el mundo de los protagonistas y obligarles a examinar sus actos, teniendo en cuenta la fragilidad de la cuarta pared para ambos realizadores. Tras el lanzamiento de la piedra, el cristal queda destrozado, originando el dilema sobre cómo arreglarlo. El padre de la familia aboga por tapar el hueco con un simple papel, mientras la madre apuesta por poner barrotes. A primera vista la respuesta es trivial; no obstante, se esconde una trascendencia vinculada con la visión del estado de un país. Pues en Los exámenes, Cristian Mungiu ausculta a una nación enferma, detectando graves trastornos en el paciente. Sin embargo, este médico no determina las causas de los males ni su curación. Una decisión por no juzgar, únicamente exponiendo las certezas interiorizadas por todos los habitantes. Ante todo un sistema corrupto, organizado y aceptado, de cuyas telas es difícil escapar. Redes que van desde la policía y los políticos hasta las personas con profesiones humildes. Al final, la traición a los principios de confianza no varía según el cargo. Uno de los planos recurrentes en la cinta es una conversación entre dos personajes situados a los lados, con un punto de fuga central, simbolizando una escapatoria. Esa puerta, ventana o carretera son desiertos caminos éticos, invitando a elegir ese itinerario a los protagonistas. Alternativa de futuro que debe surgir desde la educación, recalcando que cada senda transitada constituye una lección.

Con la intención de radiografiar a Rumanía y su porvenir, hay momentos esenciales a la hora de determinar la vida de sus ciudadanos. Uno de ellos son los exámenes de selectividad, donde en una semana se abre o se cierra una de las vías para escapar de la hiriente realidad. Situación extrapolable a España con las reválidas y la consecuente supresión de oportunidades, al igual que la corrupción intrínseca a un sistema caduco. Estas pruebas son el billete a Inglaterra para Eliza, un destino soñado mucho más relevante si cabe para sus padres. Desde el nacimiento de su hija, Romeo y Magda han luchado por dar una expectativa de futuro a su descendiente, encomendándose a la emigración para evadir el dolor que sienten. Ellos son la primera generación tras la caída de comunismo, con la gasolina agotada al intentar cambiar el mundo, resignándose a abandonar su patria. Por consiguiente, la angustia parental generada por la selectividad les ahogará al ocurrir un suceso que pondrá en peligro la marcha. Acción que desemboca en un complejo recorrido por los niveles de la sociedad. Siempre apoyado en el notable guión escrito por el propio Mungiu, a la par que el inconfundible estilo visual del director. Sin descanso, la cámara se pega a la nuca de los protagonistas, siguiéndoles hasta llegar a lo estático. Allí, el plano muestra lo necesario, imaginando lo que sobresale por los límites, filmado con sobriedad sin ninguna intención manipuladora. Un lenguaje menos impactante por conocido, pero igual de certero que en su filmografía anterior. Únicamente lastrado por la duración del metraje, al sentirse en ocasiones repetitivo, introduciendo escenas que no generan evolución ni desarrollan la narración. Sombra que no cubre la intensidad del infierno psicológico. Dejándoles desamparados en un punto demasiado tarde para hacer nuevos planes. Gastando toda la energía para dar la dirección correcta a la vida de los descendientes; intentado salvar su propia vida a través de sus hijos.

Entre los exámenes, Mungiu no olvida la piedra que se lanzó en un primer momento. Pieza del escenario más representativo de la cinta junto a las clases, una obra. Este decorado le sirve al cineasta como símbolo del país. Una construcción interminable, sin avance alguno. Pues los cimientos son débiles para lograr edificar un hogar donde vivir plácidamente sin miedo a que se derrumben. Ladrillos que han de ser puestos de manera colectiva, sin cabida para los individuos que pretenden sortear las normas de forma intuitiva. También con reparos a llevar los componentes a otro lugar, habiéndose sacrificado por una casa sin seguro. Es el caso del protagonista Romeo, interpretado con solvencia por Adrian Titieni. Su profesión es la de médico, una de las obsesiones en la filmografía de Mungiu al recordar a su propio padre. No hay un modelo de conducta e integridad más poderoso que ser doctor. Debiendo poseer una ética impecable para ayudar lealmente a los demás. Honestidad corrompida por los estratos podridos, en contraposición a su mujer, sin ilusión por seguir la cimentación. Un enfoque alterado por Eliza, alma del filme al evocar el miedo y responsabilidad que siente Mungiu frente a sus hijos. Porque al mismo tiempo que los padres trabajan sin descanso para sacar adelante a su familia, el amor hacia ellos puede ser el detonador que conlleve a la pasividad moral. Introduciéndoles en un laberinto sin solución, perdidos en caminos asentados entre el dolor y la presión. Con la obligación de seguir una pauta moral irreprochable, logrando de esta manera colocar firmemente su ladrillo. Quedando la seguridad de haber hecho todo lo que está en su mano para mejorar. Porque la selectividad no la pasan únicamente los jóvenes, examinando el compromiso ético y social del pueblo.

En definitiva, Los exámenes es otro notable paso de Cristian Mungiu como una de las voces más importantes del cine europeo. Volviendo a realizar una dura crónica de Rumanía a través del extraordinario lenguaje cinematográfico del director y guionista. Si bien está un peldaño por debajo de sus dos excelsas obras anteriores, su calidad es irrefutable. Una película vital para Rumanía, mas de carácter universal por los dilemas morales planteados. En particular para los padres, situándoles en una delicada situación ética. Sabiendo que la esperanza fluye en la vitalidad de los jóvenes, con la obligación de formarles con una mentalidad constructiva. Aunque genera una tremenda tristeza que el mayor de los sueños de la juventud sea la emigración, hay que plantearse las causas y las siempre posibles soluciones. Todo es cuestión de actitud, mirando cada decisión cotidiana como un paso hacia un mañana mejor. Al romperse el cristal en la primera escena, se planteaban dos posibles soluciones para arreglarlo. Una cuestión sin resolución, ya que nos toca a nosotros como espectadores decidir. Pues al final debemos elegir, ¿barrotes o papel?

Los exámenes

Sinopsis Romeo es un médico de casi 50 años que dejó atrás las ilusiones relacionadas con su matrimonio, ahora acabado, y su Rumanía, destrozada por los acontecimientos. Para él todo lo que importa ahora es su hija, de 18 años. Tras los exámenes finales, la joven irá a estudiar a una prestigiosa escuela en Inglaterra. En la víspera del examen, la hija es atacada en la calle. A partir de entonces, hará todo lo posible para garantizar que ello no perturbe el destino que ha elegido para su hija.
País Rumanía
Director Cristian Mungiu
Guión Cristian Mungiu
Fotografía Tudor Vladimir Panduru
Reparto Adrian Titieni, Vlad Ivanov, Maria-Victoria Dragus, Ioachim Ciobanu, Gheorghe Ifrim, Emanuel Parvu, Valeriu Andriuta, Claudia Susanu, Adrian Vancica, Liliana Mocanu, Lia Bugnar, Tudor Smoleanu, Andrei Morariu, Rares Andrici, Constantin Cojocaru, Robert Emanuel
Género Drama
Duración 128 min.
Título original Bacalaureat
Estreno 25/11/2016

Trailer

Calificación7.5
7.5

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Carlos Chaparro

Estudió Comunicación Audiovisual, permitiéndole trabajar en su pasión: el cine. Un amor incondicional que nació al descubrir a Patricia y Michel paseando por los Campos Elíseos.

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