Michelangelo infinito (2018), de Emanuele Imbucci – Crítica

La interpretación de Enrico Lo Verso es intachable, pero el desarrollo de la cinta es pausado y puede llegar a cansar.

Es la biografía de Miguel Ángel basándose en sus obras y narrada por Giorgio Vasari, uno de los primeros historiadores del Arte del siglo XVI que escribió sobre los artistas italianos de la época. Michel Angelo Buonarroti, uno de los genios del Renacimiento, está interpretado acertadamente por Enrico Lo Verso (Malatesta en Alatriste) y hace una verbalización de los pensamientos más íntimos del artista para ir explicando sus respectivas obras y los sentimientos surgidos de ellas y hacia ellas. Nos muestra las profundas reflexiones de Miguel Ángel (un hombre atormentado que nunca estuvo satisfecho con su trabajo) para que el espectador le acompañe en ese proceso creativo de la manera más cercana posible padeciendo sus emociones, tormentos y contradicciones. Aunque hay ciertas recreaciones históricas, sobre todo al principio, para centrar al espectador en el tiempo y en el espacio (Florencia y Roma), se quedan cortas y se echan en falta porque siempre aportan ese dinamismo que suele faltar en el documental que, por su género, tiende a ser lento.

El film tiene una secuencia cronológica y empieza mostrándonos un Miguel Ángel niño que se cría con la familia de un cantero y que posee un talento especial para el dibujo. Tan es así que su padre, a la postre y a regañadientes, accede a que estudie a los trece años en el taller de los Ghirlandaio para que desarrolle su don. Al poco, destaca sobre los demás alumnos suscitando celos y envidias que derivan en agresiones físicas (le rompen la nariz deformándole el gesto para siempre). Luego, le apadrinan los Médicis y despierta la admiración de Lorenzo el Magnífico así como la de varios Papas más adelante. 

El intimismo que merodea la obra no me parece desacertado, aunque creo que se abusa de él.

En el documental se habla de sus primeras obras y de las menores como La Virgen de la escalera y La batalla de los centauros sin olvidarse, claro está, de sus trabajos más reconocidos como La Piedad (que terminó en Roma y fue el único que firmó), El David (o “el gigante”, como lo llamaban los florentinos, que lo esculpió con sólo veintinueve años) o el Moisés. Por otro lado, en cuanto a su obra pictórica, el film nos muestra esencialmente el proceso de ejecución de los frescos de la Capilla Sixtina que se realizaron a veinte metros del suelo y que fue algo muy novedoso para la época (estaba al límite del pecado por la ostentosa representación de la desnudez). Un ambicioso proyecto, en cualquier caso,  demandado por el Papa y que le supuso no pocos quebraderos de cabeza al artista.

En cuanto al film en sí, tiene unos efectos visuales excepcionales, pero a veces resulta tedioso y demasiado intimista. Como he dicho anteriormente, la interpretación de Enrico Lo Verso es intachable (refleja muy bien el carácter taciturno de Michel Angelo), pero el desarrollo de la cinta es pausado y puede llegar a cansar. Le salva la excelente visualización de las obras que suponen un auténtico redescubrimiento de las mismas y un lujo para el que sabe admirar y disfrutar del arte. El intimismo que merodea la obra no me parece desacertado, aunque creo que se abusa de él. Una cosa es crear ambiente y otra, aburrir al espectador.


Sinopsis El mundo del cine y del arte se unen con la finalidad de retratar al genio del Renacimiento, Michelangelo Buonarotti.
País Italia
Dirección Emanuele Imbucci
Guion Emanuele Imbucci, Cosetta Lagani, Sara Mosetti, Tommaso Strinati
Música Matteo Curallo
Fotografía Maurizio Calvesi
Reparto Enrico Lo Verso, Ivano Marescotti
Género Drama
Duración 97 min.
Título original Michelangelo – Infinito
Estreno 21/10/2019

Calificación6.5
6.5

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Guillermo Pérez-Aranda Mejías

Soy un escritor romántico con matices quevedescos. Disfruto con lo absurdo del surrealismo y me apasiona encarcelarme en mi castiza torre de marfil, donde desarrollo mi creatividad rodeado de música, de libros, de cine y de lo más selecto de la humanidad huyendo así, en la medida de lo posible, de lo más mundano. Roquero trasnochado y poeta de lo grotesco, he decidido, como si fuera un samurái que se destripa por su honor, entregar mi vida por entero al arte.

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