Revolución, Opresión y Redención: El Nuevo Cine Latinoamericano

La Batalla de Chile (Patricio Guzmán, 1975)

El cine político que ha surgido en el circuito mundial de festivales de cine como el festival de cine latinoamericano de Toulouse, desde la década de 1990 marca un cambio en las estrategias cinematográficas para abordar críticamente las ideologías dominantes, militantes o represivas. Películas como El cultivo de la flor invisible evidencian la represión y la violencia sufrida de los legados de las dictaduras latinoamericanas.

Para ponernos en contexto, el “Nuevo Cine Latinoamericano” se ha definido tradicionalmente como un cine político comprometido con la transformación de las condiciones sociales que caracterizaron a América Latina en la década de 1960.

La gran cantidad de documentales sociales y películas políticamente comprometidas que surgieron de América Latina entre mediados de la década de 1950 y mediados de la de 1970 llevó al cine latinoamericano al foco de la crítica mundial. Por supuesto, reducir el cine de la región al documental social y al cine revolucionario sería un gran error, porque el cine de la región es mucho más rico y complejo.

Tenemos el ejemplo de Tire Dié, (Fernando Birri, 1958) que se centra en los niños de los barrios marginales y los riesgos que corrían cuando rogaban a los pasajeros de los trenes que pasaban por allí. Es un cortometraje (33 minutos) realizado como trabajo antropológico por los estudiantes de La Escuela de Cine.

Tire Dié, (Fernando Birri, 1958)

También ponemos de ejemplo La Batalla de Chile (Patricio Guzmán, 1975), uno de los documentales más importantes jamás realizados en América Latina. Se centra en el golpe de estado que puso fin al gobierno del presidente elegido democráticamente, el socialista Salvador Allende, por parte del dictador derechista Augusto Pinochet el 11 de septiembre de 1973. Terminada en el exilio, la película también reflexiona sobre las devastadoras consecuencias tanto para los que se fueron como para los que se quedaron.

Como vemos, el Nuevo Cine Latinoamericano se ha definido tradicionalmente como un cine político, comprometido con la transformación de las condiciones sociales que caracterizaron a América Latina,  básicamente, la noción de revolución se ha colocado en el centro de este movimiento.

Después, profundamente influenciados por la revolución Cubana de 1959 y por varios movimientos políticos en todo el continente, un grupo de cineastas propusieron una transformación estética de lo que describieron como una cultura colonizada. Este movimiento nació y se desarrolló dentro del marco de la “filosofía de la liberación”, que se produjo en Latinoamérica al calor de los movimientos populares, las guerrillas y las rebeliones estudiantiles.

Otras influencias para la cinematografía de la región fueron: La Revolución Cubana, que había marcado para América y el Caribe una nueva era los movimientos de liberación contra-coloniales; las teorías sobre el subdesarrollo en África, generadas por autores como Frantz Fanon y la intervención de Estados Unidos en la guerra de Vietnam, todo ello promovió un discurso anti-imperialista y anti-burgués, que se orientaba hacia la defensa de los pueblos y la denuncia de los desmanes políticos.

Por otra parte, el contexto de realización artística en el que se desenvolvía el Nuevo Cine, tendía a la vanguardia y la experimentación; la literatura del Boom, que tiene al escritor colombiano Gabriel García Márquez como uno de sus exponentes fundamentales, construía nuevos tipos de ficción como lo real maravilloso y el realismo mágico, basados en la identificación de dinámicas culturales propias y en cuanto a las influencias europeas, se hacen notar el neorrealismo italiano, la nueva ola francesa y el free cinema inglés, este proponía descongelar los paradigmas del cine comercial, utilizar la improvisación, la experimentación y captar las dinámicas de los pueblos que suponían, por sí mismas, un valor estético y “espectacular”.

La realidad latinoamericana con sus múltiples contrastes, sus movimientos populares y su riqueza natural y cultural, daba pie para la realización de filmes que, más allá de la construcción de la ficción, captaran la vitalidad de una región apenas conocida a nivel mundial.

El cultivo de la flor invisible (Juan Álvarez Neme, 2012)

El Nuevo Cine debía insistir en la búsqueda de los aspectos no representados y las potencialidades no exploradas de esa realidad latinoamericana. Fernando Birri insistía en que al Nuevo Cine le correspondía corregir las visiones deformadas sobre Latinoamérica, que hasta entonces eran dadas a través de los esquemas interpretativos de los colonialistas extranjeros o de las burguesías locales, mimetizadas con la mentalidad de los primeros.

A diferencia de otros cines «nuevos» que surgieron en Europa durante el mismo período, como la Nueva Ola Francesa, El Nuevo Cine Latinoamericano no tiene un año de nacimiento claro ni una obra fundacional, el nombre fue dado a finales de la década de 1960 a un grupo de cineastas de diferentes países de América Latina que, desde la década de 1950, habían compartido un interés común en cambiar la función social del cine.

López (1997) caracteriza esta década por el auge del nacionalismo y la militancia, que era evidente en varios incidentes políticos y sociales a lo largo del continente: el bogotazo en Colombia en 1949, la revolución obrera inconclusa en Bolivia en 1952, reformas liberales en Guatemala en 1954 (que provocaron la intervención de Estados Unidos), el suicidio del presidente Vargas en 1954, el derrocamiento militar del presidente argentino Perón en 1955 y significativamente, la guerra de guerrillas en Cuba que llevó al establecimiento de un régimen socialista en El cine y la cultura en general.

La mayoría de los textos escritos por los nuevos cineastas latinoamericanos durante este período expresaron una posición sobre la producción cinematográfica directamente relacionada con una actitud política derivada de una interpretación particular de las condiciones actuales de América Latina. El lenguaje particular de esos textos revela una fuerte conexión con las ideas revolucionarias de la época «Imperialismo», «el sistema», «el enemigo», «conciencia», «historia», «actividad guerrillera», «las masas o el pueblo», entre otros, fueron algunos de los términos utilizados para reflexionar sobre la producción del cine.

Este lenguaje en particular podría interpretarse como una aplicación de ideologías políticas al campo del cine, sin embargo, estos autores consideraron esta interpretación como una interpretación peligrosa de la revolución, en la medida en que implicaba una dicotomía entre política y arte; si los términos usados ​​para hablar sobre la revolución política eran los mismos que se utilizaban para reflexionar sobre el cine, era porque no había distancia entre las artes y la política. El cine no fue una representación de ideologías políticas, sino una práctica política per sé. Por lo tanto, esta clase de films, en sus diferentes niveles de radicalidad política, manifestaron a través de estos procedimientos audiovisuales, una nueva postura de elaboración del cine social.

La presencia física de los sectores populares como seres que confrontan al espectador con su propia mirada, también los establece como sujetos que participan en la elaboración de la historia narrada. Así, estas películas, proponen que esos protagonistas dejen de ser simples objetos de observación, para constituirse en constructores de «otra historia», con base en la memoria popular, para que se establezcan como actores de la transformación social.

De igual modo, esas narraciones no intentan únicamente cambiar la perspectiva del espectador, también retan a los artistas sucesores a explorar esas situaciones que aquejan a su misma sociedad para construir su propio entorno a partir de historias. Quizá tú podrías ser el/la próximo/o en generar esa revolución.

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