Hair (1979): ¿un musical facha?

Hair es libertad sin dogmas, inmoral a veces, con ese salero que caracteriza a los hippies cuando aplican el buen rollo a todo lo que les rodea.

Es el momento oportuno para ver este tipo de películas y así darnos cuenta del puritanismo al que estamos sometidos últimamente. Hair es, como diría Shrek, libertad de la buena, una libertad sin dogmas, inmoral a veces, pero sin maldad y con ese salero que caracteriza a los hippies cuando aplican el buen rollo a todo lo que les rodea. ¿Por qué no se estrenan este tipo de musicales en la Gran Vía? ¿Por qué tenemos que seguir aguantando las mamandurrias del Rey León? La respuesta es fácil: ¡censura! Hair es un musical políticamente incorrecto y me juego el cuello a que los medios sistémicos lo denominarían así: retrógrado, machista, obsceno, racista y, cómo no, ¡facha! No, no les estoy hablando de Raza, la cinta franquista, sino de un film donde se canta rock, soul (Easy to be hard), pop… y donde se habla de amor libre y de todo tipo de relaciones sexuales (Sodomy). En definitiva, exceptuando lo del amor libre, abanderan las ideas de paz y de amor que promulgó, en su día, Jesús de Nazaret. Otra razón más, por cierto, para denominarla “facha”.

En fin… Claude es un joven de ambiente rural que viaja a Nueva York para incorporarse a filas y luchar en la guerra de Vietnam. En Central Park, conoce a unos chicos de su edad, de ideología e indumentaria hippie, y viven varias aventuras los días previos a su alistamiento. El joven campesino conoce a una chica burguesa, Sheila (Beverly D´Angelo), y su nueva cuadrilla, que ya le considera como a uno más, le ayuda a conquistarla. Lo que, a priori, parece una película fresca, liviana y de humor, tiene un desenlace profundo, inesperado y brillante porque se ensalzan los valores de aquella época que, con sus virtudes y sus defectos, pretendían y auspiciaban una voluntad de cambio con raíces muy encomiables. Berger es el líder de esa especie de tribu pacifista y, aunque obre de manera muchas veces cuestionable e inadecuada (como casi todos los mortales), es capaz de darlo todo por el que él considera amigo.

La película es de 1979, pero está basada en la obra de teatro homónima de 1967. No es sólo un musical con canciones que se han vuelto clásicas como Aquarius, Hair o Let the Sunshine in, sino un símbolo de una generación perdida y malograda en los ochenta, donde los hippies se convirtieron en yuppies agresivos puestos de cocaína hasta arriba para obtener, paradójicamente, lo que décadas atrás rechazaron con furia y lo que la ideología capitalista yanqui les impuso: éxito financiero.

Como actor, destacaría a Treat Williams en su papel de George Berger por el inesperado viraje que tiene su papel. Canciones, recomiendo casi todas: son frescas, sentidas y las cantan muy bien. Para estos tiempos de pandemia, grises y de bajón, no estaría mal terminar el año con un poco de rock y flores, ¿no creen?

Paz y amor, hermanos. Paz y amor.

Calificación8
8

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Guillermo Pérez-Aranda Mejías

Soy un escritor romántico con matices quevedescos. Disfruto con lo absurdo del surrealismo y me apasiona encarcelarme en mi castiza torre de marfil, donde desarrollo mi creatividad rodeado de música, de libros, de cine y de lo más selecto de la humanidad huyendo así, en la medida de lo posible, de lo más mundano. Roquero trasnochado y poeta de lo grotesco, he decidido, como si fuera un samurái que se destripa por su honor, entregar mi vida por entero al arte.

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