Richard Linklater, nacido en Texas en el año 1960, despunta como uno de los directores más personales del Hollywood actual. Este mismo año nos ha deleitado con ‘Boyhood’, película aclamada por la crítica y premiada en el Festival de Berlín o de Sundance entre otros. El film cuenta con la interesante y novedosa premisa de narrar la infancia y adolescencia de un chico al que ha grabado durante 12 años, captando su proceso natural de madurez.
Y es que el director es asiduo a sorprender con este tipo de maniobras, a través de las cuales distingue sus trabajos de cualquier otra opción cinematográfica.
Gracias a la trilogía ‘Antes del amanecer’, ‘Antes del atardecer’ y ‘Antes del anochecer’ disfrutamos de los íntimos encuentros de Céline y Jesse a lo largo de los años, repletos de maniobras de guión adictivas y utilizando la profundidad de sus personajes como arma más potente e hilo conductor. La construcción narrativa más cercana al cine europeo, la agudeza de sus diálogos y la eterna reflexión sobre las relaciones personales puede recordar a Eric Rohmer (‘Mi noche con Maud’)
Ya mostraba en 2001 su dominio de los conflictos personales con su película como ‘Tape’, en la cual llevaba al espectador por un viaje constante y dramático, sustentado únicamente en un decorado y tres personajes con problemas impecablemente interpretados. Algo muy difícil de lograr, más cuando vemos semana tras semana cómo se producen soporíferas películas que nos torturan con efectos especiales y cientos de localizaciones, pero que carecen de cuaquier emoción.
Puede apreciarse que el cine de Linklater nace del teatro. En su juventud, visitaba habitualmente el teatro local de Houston, lo que constituye su influencia más clara junto al cine de Robert Bresson y Rainer Werner Fassbinder. De esta manera decide dedicar su vida a la creación de películas, y funda la Sociedad Cinematográfica de Austin.
Estas influencias se ven reflejadas en el ambiente de intimidad que rodea a sus películas, en su predilección por los personajes por encima del entorno, y por la emoción antes que por la la acción.
Aunque para sobrevivir en el mercado de Hollywood no todo puede ser cine profundo, y Linklater ha demostrado que se desenvuelve bien en batallas más comerciales como ‘Escuela de Rock’ (2003) o ‘Bernie‘ (2012), ambas con un denominador común: Jack Black, con el que parece enterderse a la perfección en el idioma de la comedia y del que saca momentos llenos de frescura. Sale más que dignamente parado en diferentes registros, y parece que analizando los diferentes caminos de su filmografía nos topamos con un autor muy todoterreno. Así lo demuestran sus dos extrañas películas de animación: ‘Waking Life’ (2001) y ‘A Scanner Darkly’ (2006).
Se le adivina por tanto un cineasta sumamente completo. Y es que tras pasar varios años dedicados a la experimentación personal al comienzo de su carrera, cuando rodaba cortometrajes únicamente armado con su Super8, Linklater termina ejerciendo también como guionista, productor, director de fotografía e incluso se le puede ver como actor en el largometraje ‘Spy Kids’ (2001) de Robert Rodríguez.