Yo no soy Madame Bovary (2016), de Feng Xiaogang – Crítica

La composición visual y una entregada Fan Bingbing hacen de Yo no soy Madame Bovary una obra hipnótica. Mas la narración satírica sobre el gobierno chino se acaba trabando como si fuera un trámite administrativo.

En la dinastía Song, vivía una bella mujer llamada Pan Jinlian. Estaba casada con Wu Dalang, un hombre mucho menos atractivo y hermano de Wu Song. Debido a su insatisfacción, ella tuvo un romance con Ximen Qing, junto a quien envenenó a su marido. Una muerte en extrañas condiciones que al enterarse su hermano, mató a Pan Jinlian y a su amante. Desde entonces, a las mujeres inmorales se las llama Pan Jinlian.

Con la historia de Pan Jinlian comienza Yo no soy Madame Bovary. Título adaptado a Occidente, al intentar encontrar un referente similar en el personaje creado por Flaubert. Pues no es Emma Bovary, sino bellas pinturas del relato de la infidelidad de Pan Jinlian las que nos introducen el filme. Presentadas todas ellas con una singularidad: un formato circular. Una característica inusual que se conserva en la gran mayoría del metraje. Una decisión artística radical, que necesita justificar la forma con el fondo. Y Feng Xiaogang consigue satisfactoriamente esa exigente empresa, a través de una ácida crítica al sistema gubernamental chino. Sátira que consagró a Yo no soy Madame Bovary como la gran triunfadora del Festival de San Sebastián, al conseguir la Concha de Oro y la Concha de Plata a la mejor actriz para Fan Bingbing. Un gran reconocimiento, empero exagerado. Porque no cabe duda de que el filme dirigido por Xiaogang es una joya en el apartado artístico, pero la irregular narración no acompaña. Ya que parece que la enredada administración china dificulte la continuidad de la odisea de la nueva Pan Jinlian. Un hecho asentado en la coherencia entre el tema y el tratamiento, que acaba minando el interés del espectador. Con todo, no se pueden apartar los ojos ni un segundo de la belleza de Yo no soy Madame Bovary. Un cuento que reprende a una estructura únicamente preocupada de sí misma y no de los que la necesitan;  un sistema inmoral.

Al escuchar la historia de Pan Jinlian, en la actualidad el final hubiese acabado con una solución tan habitual como el divorcio. Pues es la separación de la protagonista Li Xuelian con su antiguo marido la que constituye el núcleo de Yo no soy Madame Bovary. Porque esa ruptura formalizada no era más que una estafa, ya que así la pareja podría sortear la ley para tener dos apartamentos. No obstante, esa libertad fingida no tardó en convertirse en realidad. Su ex cónyuge encontró el amor, lo que propició una cruzada para revertir el divorcio éticamente falso para certificar uno sentido. Este peculiar planteamiento conducido desde el humor negro se convertirá en una tragedia de diez años repleta de trámites, pleitos y demandas. Y si las demandas centran el argumento, todos los niveles de la burocracia china se pasean por pantalla. Desde el funcionario con menos poder del pueblo hasta el líder del Partido Comunista; todos evitando afrontar el problema de fácil remedio de Li Xuelian. Pues parece que la consigna del sistema legal sea cubrirse la espaldas, lo que conlleva mirar hacia arriba y no hacia afuera. Cuando se delega la cuestión a tu superior, se evade la responsabilidad y nace la corrupción. Una certera radiografía que encuentra en el absurdo un gran aliado. Por lo que es una pena que tras una gran primera mitad muy dinámica, el camino hacia el desenlace adopte un tono más dramático. Una consecuencia directa de la repetición de situaciones y una sensación, como la sufrida por la protagonista, de estancamiento. Porque Feng Xiaogang decide dar solemnidad a su crítica, pero a veces la aparente ligereza del humor es mucho más punzante.

Cuando Li Xuelian se empeña en deshacer su divorcio, no sólo pesa la justicia sino también la etiqueta de Pan Jinlian. Porque esa marca en el honor es mucho más importante para la sociedad que un papel. Para ella, la verdadera justicia es limpiar su nombre. Una mujer considerada por los empleados públicos como una campesina ordinaria, sin darse cuenta de la fuerza que transmite esa luchadora interpretada con aún más energía por Fan Bingbing. Hay que tener en cuenta que la actriz de treinta y cinco años es una de las celebridades más importantes de Asia. Si bien su presencia en producciones occidentales se sintetiza en breves apariciones en películas de superhéroes, en China es una eminencia. En 2016, su nombre apareció en la quinta posición de la lista de Forbes de las actrices mejor pagadas. Por lo que resulta digna de elogio la atrevida determinación para liderar una propuesta tan diferente. Con una caracterización que la hace casi irreconocible, su presencia desprende una integridad sincera. Justo todo lo contrario que la etiqueta que la persigue y le ahoga. Una joven perseverante que ve manchada su moral por sus propios aliados, el guionista Liu Zhenyun y el realizador Feng Xiaogang. Algunas situaciones ofensivas dejarán perplejo al público, sobre todo una referente a un hospedaje cerca de las montañas. Pues el audaz mensaje que se quiere enviar choca contra piedras que no deberían estar. Obstáculos que Fan Bingbing y la composición visual sortean como pueden.

En una de las conversaciones entre dos altos cargos del sistema judicial, comparan la administración con un gran dique. Una barrera sólida y recta imposible de atravesar. Pero si ese dique puede tener una debilidad, son los pequeños agujeros imperceptibles a primera vista, mas con un efecto demoledor. Si antes equiparábamos el carácter circular con las pinturas tradicionales, esta metáfora es la clave fundamental para comprender la utilización del peculiar formato. Toda la historia que concierne a Li Xuelian en su pueblo no presenta aristas, ya que las demandas que interpone son el pequeño orificio de ese gran muro de contención. Un espacio reducido que el director de fotografía Luo Pan aprovecha con maestría. La calidad artística de Yo no soy Madame Bovary busca la perfección y embelesa a los espectadores con su belleza. Además, lejos de acotar el relato, crece exponencialmente al introducir las relaciones de aspecto convencionales. Porque la totalidad de los formatos a los que estamos acostumbrados son más grandes que un círculo en pantalla. Desde la relación de aspecto cuadrada ya se simboliza el poder del dique al engullir la anterior abertura. Es entonces cuando Li Xuelian decide llevar su lucha a Pekín y ya no estamos en un caso aislado a las afueras, sino que accedemos a las entrañas del gobierno. Allí tiene lugar la Asamblea Popular Nacional, donde cada movimiento y cada discurso están milimetrados. Pues las pinturas tradicionales de Pan Jinlian ya no son un cuento, ahora pueden combatir contra el gobierno.

En resumidas cuentas, Yo no soy Madame Bovary lo tenía todo para convertirse en una joya. Sin embargo, la torpeza del director Feng Xiaogang en la segunda mitad la reduce al aspecto artístico y a la actuación de Fan Bingbing. Las propuestas diferentes siempre son de agradecer, aunque acaba sabiendo a poco con los aciertos conseguidos. La fotografía es un deleite que hace justicia a la versión moderna de Pan Jinlian. Empero los tropiezos, totalmente prescindibles, contradicen la sátira contra el gobierno chino. Una falta de claridad que remarca todo los diagnósticos en un desacertado epílogo. En él, se transmite un valiente y extraordinario mensaje de una manera muy tramposa. Una lástima que no se pueda separar forma y fondo, todavía menos en este caso, porque la desigualdad es insalvable. Y nos queda la sensación de permanecer en un bucle de demandas sin fin, cuando lo único que pedíamos al sistema era una resolución justa. Romper las paredes del dique desde el hipnótico formato; que el círculo fuera más grande que el cuadrado.


Sinopsis Li Xuelian monta un falso divorcio para obtener un segundo apartamento, pero su marido se vuelve a casar inesperadamente. Después de recurrir al juzgado sin éxito, Li emprende un absurdo periplo de diez años.
País China
Director Feng Xiaogang
Guion Liu Zhenyun
Música Wei Du
Fotografía Luo Pan
Reparto Fan Bingbing, Dong Chengpeng, Fan Wei, Guo Tao, Li Zonghan, Zhang Yi, Liu Hua, Zhang Jiayi, Yu Hewei, Zhao Lixin
Género Comedia
Duración 128 min.
Título original I Am Not Madame Bovary
Estreno 10/03/2017

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Calificación5
5

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Carlos Chaparro

Estudió Comunicación Audiovisual, permitiéndole trabajar en su pasión: el cine. Un amor incondicional que nació al descubrir a Patricia y Michel paseando por los Campos Elíseos.

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