El beneficio de la duda: ‘Under The Skin’ vs ‘Langosta’

“Para investigar la verdad es preciso dudar, en cuanto sea posible, de todas las cosas.” René Descartes

Langosta Under the skin

Lo cierto es que, por mucho que nos cueste admitirlo, tendemos a darlo casi todo por hecho. La comodidad -o tal vez, en muchos casos, la incomodidad aceptada- y los cánones tan interiorizados por los actores de una determinada sociedad han terminado por derivar en el conformismo absoluto y la completa aceptación de lo banal como principal filosofía de vida. La intolerancia del prójimo, por su parte, tampoco facilita la ruptura de tan arraigados condicionamientos; parece que, quien a los cuarenta no ha pasado ya por el altar y engendrado un heredero, pocas opciones tendrá, dicen quienes señalan con el dedo, de adaptarse al único sistema supuestamente legítimo: el tradicional. El individuo, por tanto, es libre de elegir una pareja, un oficio y una vivienda mientras sus semejantes, sin tener tampoco muy claro el porqué, le apuntan a la cabeza con la bala del fracaso: lo que el individuo no puede elegir, está claro, es “no elegirlos”.

En resumidas cuentas, el sistema que antaño alguien diseñó para nosotros se presenta a sí mismo como inamovible y poseedor de la verdad absoluta: si la mayoría decide sentarse, Dios te libre de permanecer en pie. Todo esto, sin embargo, no es nada nuevo: se ha contado ya miles de veces, y han sido muchos, ojo, los que se han decidido a cuestionar tan endémico planteamiento -he aquí la razón del presente artículo-. La socióloga Margaret Mead, ejemplo más que apropiado, ya evidenció en su ensayo ‘Sexo y temperamento en tres sociedades primitivas‘ (1935) que la visión ancestral -aún con gran vigencia, por desgracia- del hombre duro y trabajador y la mujer cariñosa y ama de casa es el simple producto de determinados factores socioculturales: en la primitiva tribu de los tchambuli los roles sexuales habían sido planteados de forma inversa, siendo la mujer quien regresaba airosa de la pesca mientras el hombre arropaba y cuidaba de los retoños en el hogar. Podemos partir de esta sencilla muestra para reivindicar, como fundamentó Descartes en el siglo XVII, la necesidad de esa duda sistemática como principio del conocimiento.

Dicen que el cine es una fábrica de sueños. Hemos de aclarar que, más allá de las grandes posibilidades emocionales y expresivas que ha demostrado poseer el lenguaje cinematográfico, el cine no se limita exclusivamente a provocar lágrimas, carcajadas o bostezos: es, además, el medio más apropiado a consultar cuando nuestro objeto de estudio se refiera al nacimiento del mundo contemporáneo y/o a la evolución de nuestra sociedad a lo largo del siglo XX. Y permite el cine, para más inri, algo que un servidor considera, si cabe, más importante todavía: mirar con otros ojos el mundo que “hemos” diseñado y, en ocasiones, para ventura del espectador, llegar incluso a cuestionárnoslo. No entregar necesariamente la respuesta, pero sí formular con acierto la pregunta. Sembrar dudas; dejar de dar por hecho. Bien: unamos ahora los puntos. Los últimos films de los cineastas Yorgos Lanthimos (‘Langosta‘, 2015) y Jonathan Glazer (‘Under The Skin‘, 2013), griego el primero, inglés el segundo, conforman un programa doble ciertamente críptico y de calado existencialista que aborda con acierto la difícil tarea de desmontar el esqueleto del mundo en el que (sobre)vivimos, lo que un servidor considera sin duda reseñable aquí por lo necesario y heterodoxo de tales miradas.

 Los films arriba citados, además de resultar tremendamente actuales (ya no solo por su fecha de realización sino en lo que a su planteamiento y su uso de los códigos cinematográficos se refiere), comparten muchos más elementos de los que a priori podrían identificarse como comunes. Empezando por el principio, la pregunta base sobre la que se edifican ambas películas es análoga: ¿Qué pasaría si tuviésemos la oportunidad de ver nuestro mundo “desde fuera”? Los dos relatos de ficción planteados para reflexionar -que no buscar solución- acerca de tal interrogante son, obviamente, bien distintos en cada caso: en ‘Under The Skin‘, un extraterrestre se camufla en el planeta tierra como si de una mujer se tratase (Scarlett Johansson) con la -inicialmente- única tarea de cazar seres humanos tras seducirlos; por su parte, en ‘Langosta‘, un hombre intenta adaptarse a un sistema de sociedad que le obliga literalmente a convivir en pareja, tratando -inicialmente- de aceptarlo aun considerándolo erróneo. A pesar de partir ambos films de planteamientos a simple vista tan dispares, los dos participan de una misma orientación en cuanto al prisma a través del cual son abordados: una mirada ajena.


  1. La mirada ajena

Langosta

En el caso de la primer obra señalada, ‘Under The Skin‘, la focalización mayoritariamente interna en el personaje de Johansson implica la completa identificación del espectador con éste, un extraterrestre que aborda el proceso de conocimiento de nuestro medio con extrañeza y, por encima de todo, incomprensión. El espectador, habituado a vivir en dicho medio, el cual ha percibido desde siempre como ciertamente lógico, se siente sin embargo partícipe de tal confusión; experimenta, por ello, al ver la película, una visión ajena y alejada de la comprensión ante situaciones que, hasta el momento, era su pan de cada día. En el film de Lanthimos, por su parte, no es un ser marciano quien observa nuestro “mundo cuerdo”, ayudando así a su ridiculización, sino que somos nosotros, los cuerdos, los que nos sentamos a observar un ridículo “mundo marciano”: ‘Langosta‘ plantea una sistema distópico y reaccionario donde todo individuo tiene la obligación de mantener una relación de pareja estable; de no hacerlo, se verá obligado a residir durante el periodo de un mes en un hotel donde, bajo presión, deberá dar con su alma gemela o, por el contrario, cumplir la terrible condena de convertirse -literalmente, sí- en un animal. A fin de cuentas, si nos vamos a la raíz del asunto, ambos films se sirven de elementos de carácter fantástico en su concepción -un extraterrestre o una distopía- para dejar al descubierto los pilares de un sistema que, de tan interiorizado, asumimos como objetivo y cuerdo, un sistema que, visto desde arriba, resulta incoherente, absurdo y, por consiguiente, ridículo.


  1. El carácter fantástico

Under the skin

Es este planteamiento ficticio, a simple vista irreal, lo que provoca en el espectador la concepción inicial de tales mundos como imposibles; sin embargo, es la mirada ajena arrojada sobre tales mundos, “desde fuera” (un extraterrestre que no comprende nuestras costumbres o un espectador que desconoce las bases de la distopía), la que favorece una identificación con el rechazo hacia tales modos de vida, unos modos de vida que, según la película avanza, terminan, para sorpresa del espectador, por parecerse demasiado a los nuestros. Sufre, por ello, el espectador, una transformación progresiva en su concepción de tales sistemas a medida que ambos films van apretando con decisión las tuercas correctas. De esta forma, lo que inicialmente resultaba imposible y puramente ficcional termina por convertirse en un relato tremendamente realista; dos películas que, partiendo de lo puramente ilusorio, conforman un reflejo casi cabal del mundo en el que cohabitamos. ‘Langosta‘ se sirve, por un lado, de lo absurdo y dantesco para despistar a la audiencia, edificando un mundo paralelo, a priori ficcional e irreconocible, que se revela finalmente como el nuestro; ‘Under The Skin‘ presenta, por el otro, un mundo que de sobra conocemos -el “real”-, pero provocando en nuestras miradas una reacción de disgusto al mirar a través de unos ojos “inocentes”, que no habían participado de él hasta el momento.


  1. La perspectiva doblemente crítica

Langosta

Hay, además del carácter fantástico y de la mirada ajena, un tercer componente que se hilvana común en ambas obras. Se trata de la perspectiva doblemente crítica, que ayuda en los dos casos a evitar el maniqueísmo y la parcialidad: ‘Langosta‘ plantea, durante la primera mitad de su metraje, lo conservador y reaccionario del sistema imperante en ese supuesto mundo posible; en la segunda porción de la película, sin embargo, el personaje protagonista (Colin Farrell) escapa a hurtadillas del hotel donde ha sido recluido para comenzar su vida en los bosques, junto a “los salvajes”: tal vez ellos, piensa, emancipados del sistema institucional, sean verdaderamente independientes y por ello tolerantes con la diversidad y la libre elección. Craso error: el libre albedrío de la vida en los bosques resulta sostenerse finalmente sobre pilares, si cabe, más totalitarios aún que los del “régimen”. Sucede algo similar en ‘Under The Skin‘ en lo que a la doble perspectiva se refiere: inicialmente, el extraterrestre interpretado por Johansson se muestra frío, insensible y carente de la empatía que el ser humano porta, supuestamente, como condición natural por su intelecto. No obstante, tal insensibilidad enfrentada a la calidez de los seres “civilizados” termina efectuando un giro de 360 grados: el extraterrestre, finalmente humanizado, es víctima de los terribles abusos que el ser humano, por su capacidad intelectual, puede llevar también consigo como condición inherente. En ambos films, por tanto, no hay blancos o negros: únicamente grises. Ni el reaccionario ni el libertario, ni el extraterrestre ni el humano: ninguna de las dos opciones se presenta como verdaderamente loable.


  1. La austeridad de la mirada

El cuarto de los elementos comunes entre los films de Glazer y Lanthimos se relaciona íntimamente con la forma en que se han concebido sus discursos, es decir, con el proceso a través del cual ambos guiones han sido articulados una vez que sus directores desarrollaron la puesta en escena. Tales discursos, radicales y lejanos de la habitual retransmisión del cine institucional limitada a poner en imagen lo escrito previamente en el guion, son portadores de una gran personalidad en el terreno de lo cinematográfico: la importancia aquí de “la mirada” es superior, incluso, a la de la propia historia que pretende contarse. Esta puesta en imágenes, curiosamente -y salvando, claro está, las posibles distancias-, diverge mínimamente entre uno y otro caso: la mirada de ambos cineastas se declara, así, totalmente austera. La cámara es concebida fríamente como un mero observador que no puede ir más allá, limitándose a observar lo sucedido y apelando, por tanto, a un receptor alejado de la pasividad y necesitado de la interpretación personal. De nuevo apelamos a la duda: no solo la temática y el entramado narrativo de ambas obras cuestiona el status quo, sino que el discurso, “la forma” de las películas, nos coloca, como espectadores, en una constante necesidad de “búsqueda” como único procedimiento posible para alcanzar la comprensión de lo mostrado. De esta forma, ambos discursos se configuran como elípticos, cargados de subtexto, prefiriendo mostrar -o no mostrar- antes que contar; omitiendo conscientemente información y datos relevantes con el fin de favorecer que el espectador, gracias al feedback que se le ofrece, “rellene tales huecos en su cabeza”.


  1. El amor como “caída”

Langosta

Para terminar, la clausura de las narraciones abordadas se presenta, sin lugar a dudas, terriblemente pesimista: “la sociedad” termina por absorber a los protagonistas de ambos relatos, quienes pretendían inicialmente permanecer al margen del sistema, bien por no pertenecer a tal estructura y no comprenderla (el extraterrestre de ‘Under The Skin‘) o bien por, aun perteneciendo a ésta, estar en completo desacuerdo con ella (la pareja rebelde de ‘Langosta‘). Sin embargo, “el amor” se presenta como enemigo invisible -y traicionero- en ambos casos, dificultando la consecución de los objetivos de los personajes y truncando de esta forma sus destinos ideales. Debe aclararse, no obstante, la necesidad de no entender aquí el concepto de “amor” como relativo exclusivamente a la pasión romántica: aunque en el caso de ‘Langosta‘ sí sea el amor de pareja el elemento central de esta quiebra, en ‘Under The Skin‘ es el amor al prójimo, el nacimiento de la empatía en un ser completamente apático, “la humanización del inhumano”, lo que ocasiona su caída en desgracia. Curiosamente, dichos percances, situados hacia el final de ambos metrajes, se desarrollan en el interior de un bosque: los dos films recurren a la madre naturaleza como escenario ideal donde arrebatar el triunfo a sus personajes.

Langosta Under the skin
^Los títulos de los films son señalados al comienzo de ambos con una sobria tipografía de color negro sobre un fondo inmaculadamente blanco, primera muestra de la absoluta austeridad que presentarán ambos relatos.

Rascan ambos films, por todo esto y seguramente por mucho más, en la cabeza del espectador; mesan su barba; frotan sin descanso su barbilla. Favorecen la duda. Replantean los pilares de nuestra estructura observándola desde la más estricta austeridad: partiendo de un observador externo, cambiando el mundo de lugar, evitando caer en lo maniqueo y dejando claro que lo puramente instintivo y pasional nos acerca peligrosamente a nuestra naturaleza, una naturaleza que ha dejado de tener cabida en un mundo tremendamente disciplinado y rigurosamente racional, casi inhumano. La razón contra el corazón. Finalmente, cuando se enciende la luz de “Salida” y comienzan a deslizarse los créditos de ambos films, no parece haber argumentos en contra: en algo tenemos que habernos equivocado.

Langosta
Under the skin

Share this post

Pelayo Sánchez

Graduado en Comunicación Audiovisual, máster en Estudios de Cine y Audiovisual Contemporáneo y en Periodismo Cultural, y actual estudiante de Filosofía. Divulgador, analista y crítico de cine en el canal de Youtube 'Harto Brillante'.

3 comments

Añade el tuyo
  1. Azrael 1 julio, 2016 at 16:35 Responder

    Entendiste mal «la langosta», para Collin Farrel, el protagonista si acepta el sistema, se rebela a mitad de la pelicula, nunca lo considera erroneo, por eso al final se saca los ojos.

Publica un nuevo comentario