Entrevista a Yared Zeleke, director de Efraín

Yared Zeleke

El director etíope Yared Zeleke llega a Madrid para presentar Efraín, la única película africana en participar en el festival de Cannes. En la entrevista que nos concede a El Cine en la Sombra nos habla de cuestiones como el compromiso y la responsabilidad que ha asumido al mostrar al mundo la realidad social y política de un país como Etiopía, en el que vivió hasta los diez años.


 

¿Hasta qué punto la historia de Efraín es la tuya propia?

Es en parte autobiográfica. Yo, a diferencia del niño protagonista, no sé cocinar, crecí en la ciudad y no tuve mascotas. Por tanto, hay mucho en la película que nace de mi imaginación como guionista y director. Por otra parte, el tener que dejar un hogar y abandonarlo todo a la edad de diez años para marcharme a EE.UU y separarme de lo que tenía hasta ese momento, eso sí es verídico y aparece reflejado en la historia.


 

¿En algún momento llegaste a imaginar que la película iba a traspasar tantas fronteras?

En primer lugar, tenía el empeño personal de contar la historia de un niño que pierde todo lo que ama, una historia que me interesaba compartir con el mundo. Así que mientras la escribía sólo pensaba en lo que quería transmitir y mostrar con esta película, sabía que tenía entre manos un argumento de carácter universal por lo que cualquier persona se podía sentir identificada. Luego descubrí por medio de los productores neoyorquinos que, objetivamente, reunía muchas dificultades para llevarla a cabo, pero gracias a los inversores europeos pudo salir adelante y todas esas ideas que tuve en un principio se pudieron realizar, con lo que ya estaba más que satisfecho. Pero lo que vino después: llegar a Cannes, Corea, China… no me lo podía llegar a plantear ni a imaginar.


 

Efrain

A la hora de abordar el proyecto, ¿tomaste como referencia películas clásicas pertenecientes al Neorrealismo Italiano como Ladrón de bicicletas o Alemania, año cero?, en las que, al igual que en Efraín, se muestra una sociedad mediante las vivencias de un niño.

Sí, reconozco muchas influencias, además de las que has citado yo añadiría el cine de Truffaut, con películas como Los cuatrocientos golpes; Bresson, que mezcla el ascetismo con elementos metafísicos; Sidney Lumet, sobre todo en sus diálogos; la trilogía de Apu; el cine iraní; Kiarostami…


 

Hitchcock decía que no había nada más difícil que trabajar con niños y animales, ¿llevaba razón?

Sí (risas). Aunque también he de confesar que al no ser productor ni distribuidor no he sido muy práctico. Yo sólo tenía en mente lo que quería contar y pienso que no me equivoqué, así que ese es el consejo que yo les daría a los directores cuando realicen su ópera prima: hay que dejarse llevar y contar lo que realmente creamos que debe ser contado, aunque luego vengan las complicaciones una vez que comienza el rodaje. Por ejemplo, recuerdo que esa oveja arruinaba mis sueños, me daba pesadillas, pero hay una escena en la cual la oveja baja por una colina que, sorprendentemente, se rodó en una sola toma y nadie podía prever que saliese así, nos asombró a todos ya que el animal hizo lo que justamente estaba en guion sin ensayarlo previamente. Fue uno de los muchos milagros que ocurrieron para que esta película se pudiese hacer. Pero no resulta nada sencillo trabajar con niños y animales.


 

Hasta la fecha, tu película ha tenido un gran eco a nivel internacional con participación en diversos festivales de todo el mundo, entre ellos Cannes, pero me gustaría saber, ¿cómo fue recibida por los ciudadanos etíopes? ¿Qué reacción tuvieron al verse reflejados en la pantalla?

Ha habido de todo. Algunos han quedado simplemente satisfechos con el hecho de que se hiciese una película sobre su pueblo. Otros pensaron que se trataba de un documental y yo tuve que explicar que no, que es ficción, que son actores. Luego gente, por ejemplo mi tío, que dijo que era una historia sencilla pero con distintas capas narrativas ya que reflejaba muchas historias reales en una. Pero la mejor reseña que he tenido fue cuando la CNN llevó a unos aldeanos a la ciudad a una proyección (probablemente nunca habían visto una película) y a la salida los entrevistaron para preguntarles qué les había parecido. Las cosas que sintieron viéndola ha sido de lo más bonito que se ha dicho, mucho más que cualquier valoración crítica de la película.


 

¿Tenías claro los aspectos de la cultura etíope que querías reflejar para que la conociera el espectador occidental?

Pues tanto en la escritura como en la dirección me ceñí a retratar de forma fidedigna la cultura etíope, pero una vez que llegamos al montaje, sentado en la sala de edición con la ayuda de una editora francesa, nos dimos cuenta de que había cosas que no iban a encajar; por ejemplo, en la escena en la que están todos llorando, (una secuencia muy dramática y a su vez muy arraigada a las formas etíopes) llegué a la conclusión de que en la mente occidental podía parecer excesivo con lo que tenía que rebajarla un poco en intensidad, con lo cual, muchos etíopes decían, “no están llorando lo suficiente”, “tienen que llorar más,” así que tuve que ingeniármelas para encontrar el punto adecuado entre Etiopía y el mundo occidental.


 

¿Piensas que este tipo de cine comprometido en contar la realidad es necesario para mostrar al mundo las problemáticas de países como Etiopía? Lo que hace, sin duda, mucho más importante vuestra labor como cineastas.

Sí, yo he sido educado en EE.UU y hay una diferencia enorme entre un cineasta etíope y uno americano, porque el cine africano en general proyecta de manera muy sesgada la realidad. Por tanto, el ser un cineasta etíope con educación occidental me permite reflejar la realidad social y política de mi país. En Cannes, este año, Efraín ya no sólo era la única película etíope en concursar, sino la única película africana. Me sentía como el único representante de un continente en el que en el Congo (por dimensiones) cabe toda Europa Occidental. Es una responsabilidad enorme, uno tiene que ser consciente y asumir el papel.


 

Y ya para terminar, me gustaría conocer cuál es la situación actual de la industria cinematográfica de Etiopía.

Es la segunda más grande de África por detrás de Nigeria, pero como no hay recursos económicos las películas son de baja calidad. Es una industria que se articula por y para los etíopes. Está desconectada no ya del mundo sino del resto de África.

Efrain

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