Filth

filth

Después de ver ‘Filth’, alguna de las preguntas que uno se hace es: ¿por qué alguien que trabaja durante meses en un proyecto, y al que le unirán evidentemente muchos vínculos positivos, termina titulándolo: INMUNDICIA? Quien conozca personalmente al director, sabrá interpretar la verdadera intención del gesto: irónica, comercial, repulsiva, objetiva, atrayente. No conozco a este señor escocés, por lo tanto me quedaré con esta corrosiva duda hasta que el tiempo, la vida y las circunstancias vengan en mi ayuda.

Otra de las posibles preguntas sería: ¿la película se sostiene si cambiamos al actor principal? Dicho de otro modo, ¿salva James McAvoy este cuento?
Una pista para la resolución de esta última: plano interior noche, casa del protagonista que está sentado frente al televisor. Éste mira un vídeo casero en el que aparecen su mujer y a su hija. Sin detener la reproducción del vídeo, ni apartar la mirada del televisor, coge el teléfono y llama a la mujer de su amigo-compañero para continuar con el acoso de esta, y masturbarse.

Planteadas estas dos primeras cuestiones, vuelvo a los orígenes para apuntar algo sobre las formas de contar (que no las del protagonista):
Los rastros y evidencias de los movimientos de la cámara, no son recomendables. Si hubiera que escoger entre dejar la cámara siempre quieta, o moverla como si estuviéramos en una montaña rusa, sin duda, la mejor y más “sensata” opción sería la primera. Tampoco debería pasar, que esa agilidad con la cámara se mostrara en situaciones en las que no se cuenta nada, es decir, que sean gratuitos para todo el mundo, menos para el productor, claro. Por lo tanto, todos esos movimientos deberían de tener al menos UN PORQUÉ claro, justificado y consistente. Esto aquí, no siempre se cumple.

Por otro lado, todas las conversaciones no se pueden tratar, mostrar, o enseñar del mismo modo. El fondo e importancia de cada una de ellas, nunca es el mismo. Nadie habla, se mueve, mira, gesticula de igual modo cuando tiene delante a un amigo, a un familiar, o a un niño. El primer plano también tiene su porqué, y es tan bueno abusar de él como robarle el bolso a una anciana por la calle. E igual con los montajes vertiginosos, que son inoportunos por aleatorios, pero sobre todo porque provocan cortes en la atención, e interrupciones en la consecución del diálogo.
Con todo ello lo que se nos está diciendo de forma indirecta es, que no hay discriminación en los contenidos, y que al director le preocupa más la forma que el fondo.
Me temo que la explicación a todo lo anterior, está escondida en el persistente y repetitivo cartel que está colgado junto a la puerta del despacho del comisario jefe, que “sabiamente” lo han rotulado con letras en color amarillo, para que hasta los que tienen problemas con los bastoncillos de los ojos, lo puedan leer.

Sin embargo, y como pasa casi siempre, el interés crece cuando uno se topa con alguien astuto y sobre todo, sutil. Este director lo es, cuando toma decisiones rápida, escueta y someramente; cuando sólo pasa la mano por encima y se aleja; cuando no se recrea en lo que le molesta. En todos estos casos y en general en toda la película, el director de fotografía le acompaña.
Y lo hace muy bien cuando presenta a los personajes; cuando se tapa los oídos delante de algunas tradiciones escocesas; cuando le quita los globos a los niños mal educados; cuando mira asqueado algunas “formas de estar” de la gente de la calle; cuando es mordaz con esa forma de hablar uniformada, vacía y plagada de eufemismos que la gente ha heredado de los políticos y los periodistas.

La película cuenta, con el pretexto de descubrir a los asesinos de un joven japonés aspirante a karateka, el intento de promoción de un detective auto destructivo y destructor, mal intencionado, irreverente, pendenciero, manipulador, borracho, drogadicto, adicto al sexo, mentiroso, y liante. Una suerte del Alfie de Caine, aunque adornado con muchas más “virtudes”.
La tercera y última pregunta tiene que ser: ¿Será capaz de sobreponerse a todos los problemas que le han llevado a esta situación, descubrir a los asesinos, y finalmente ascender?

Durante la proyección se escuchó alguna risa, y hasta alguna carcajada. En la presentación, el responsable de prensa nos dijo que la película era, palabras textuales: “un chute de adrenalina”. A quien escribe estos comentarios, sólo se le movieron algunos músculos cada vez que cambiaba la postura en el asiento.
La película viene con ritmo, tacos, y vomitonas. La atención se mantiene. Viene también envuelta, en similares píldoras de comedia a las que el psiquiatra le ofrece en sus pesadillas, pero el lado hacia el que cae la silla en el último plano, justo después de la última burla y mirada a la cámara, dan respuesta al fondo verdadero de la película, y a tres preguntas planteadas en estas líneas.

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Sinopsis El detective Bruce Robertson es el detective de policía más maleducado, pervertido, misántropo y adicto a las drogas y al sexo de Edimburgo. A pesar de ello, Robertson quiere un ascenso. Ha habido un asesinato y el jefe de Bruce quiere resultados. Él está al mando y cuando resuelva el caso y consiga el ascenso su mujer volverá con él.
País Reino Unido
Director Jon S. Baird
Guión Jon S. Baird
Música Clint Mansell
Fotografía Matthew Jensen
Reparto James McAvoy, Imogen Poots, Jamie Bell, Joanne Froggatt, Eddie Marsan, Jim Broadbent, Emun Elliott, Kate Dickie, Shirley Henderson, Ron Donachie, Martin Compston, Iain De Caestecker, Pollyanna McIntosh
Productora Steel Mill Pictures / Logie Pictures / Altitude Film Entertainment
Duración 97 min.
Género Thriller
Título original Filth
Estreno 31/10/2014

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Calificación7
7

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