Fotogenia de la Guerra Fría (X): Descolonización asiática y africana (I)

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Alubias Rojas

Alubias Rojas (Loubia Hamra, 2013)

La “descolonización” en sentido estricto se había iniciado con la independencia de las posesiones inglesas y españolas en América. Sin embargo, no es esa la acepción que nos interesa ahora, sino el fenómeno que se inició después de la Segunda Guerra Mundial hasta mediados de los años 70 y bajo el impulso de la Organización de las Naciones Unidas. Decenas de nuevos países surgieron en Asia y, especialmente, en África. A más de medio siglo de distancia, la descolonización fue necesaria pero no fue un paseo triunfal. A las nuevas naciones se les quiso imponer sistemas político–económicos ajenos a su tradición. El hecho de que norteamericanos y soviéticos los hubieran incorporado a sus vidas cotidianas no quiere decir que tuvieran éxito en el Tercer Mundo.

En la mayor parte de los casos, la descolonización se realizó apresuradamente. En todos los casos generó unos primeros momentos de caos que, en buena medida, se prolongaron en muchos países durante décadas. Eran construcciones artificiales; sus habitantes nunca habían tenido conciencia de nación. Frecuentemente, su límite organizativo era la “tribu”. Y, para colmo, muchos países ni estaban preparados para la independencia, ni tenían élites para hacerse cargo de las riendas.

Los nuevos países africanos se vieron libres del colonialismo pero, lejos de resolver todos sus problemas, la independencia sólo sirvió para liberar a las antiguas metrópolis de las responsabilidades paternalistas que acompañaron al colonialismo europeo y generar situaciones neo–coloniales aún peores. Ya no dominaban naciones a otras naciones, sino Corporaciones Multinacionales a naciones independientes.

Las cuatro potencias vencedoras en 1945 se dividieron en dos: aquellas que poseían colonias (Francia y el Reino Unido) y aquellas que no las poseían (EEUU y la URSS). Veinte años después, británicos y franceses (además de belgas y holandeses y luego portugueses y españoles) habían perdido absolutamente todos sus territorios coloniales. Sin embargo, los EEUU y la URSS se disputaban el control de aquellas ex colonias.

Dio la sensación de que en los acuerdos de Yalta, Churchill hubiera estado demasiado bebido como para saber que implicaba el fin del Imperio Británico. Por otra parte, da la sensación de que los EEUU y la URSS apostaron por la descolonización, no tanto por su interés en la “liberación de los pueblos” como por el botín que suponía que las colonias europeas se independizaran, simplemente, para poder apropiarse de ellas con todas las ventajas de no ser potencias coloniales (cualquier paternalismo y responsabilidad sobre las colonias quedó excluido), pero con la capacidad de saquearlas económicamente (mediante acuerdos leoninos suscritos entre corporaciones depredadoras y gobiernos corruptos). Lo dicho, la descolonización no fue ninguna ganga.

La descolonización fue cosa de las dos primeras fases de la Guerra Fría. Hacia 1975 apenas quedaban colonias europeas en África y Asia (las últimas en obtener la independencia fueron las portuguesas: Angola, Mozambique y Guinea Bissau). Hoy, Gibraltar y las Malvinas son los últimos restos del imperio colonial británico.

Hubo independencias festivas y las hubo dramáticas, hubo independencias que empezaron mal y acabaron bien (como los enclaves portugueses en la India –Goa, Damán y Diu– que, tras momentos iniciales de tensión, fueron ocupados por las tropas indias sin que se desencadenara un conflicto fatal) y las hubo justo al contrario (Guinea Ecuatorial recibió la independencia de España en un ambiente festivo que se había disipado al cabo de diez meses). En general, la descolonización generó conflictos, dolor, inestabilidad y algunos no tenemos claro todavía si la “libertad de los pueblos” es anterior y superior a la “seguridad y a la tranquilidad de los individuos de esos pueblos”. La descolonización generó mucho dolor. No siempre el cine ha estado allí para contarlo, pero sobre el tema se han producido algunas películas notables que ayudan a comprender cómo fue todo aquel proceso caótico.


 

Con la India empezaron las independencias nacionales

gandhi

La India fue la primera “joya de la corona” que se desprendió de la metrópolis colonial. Antes de la Segunda Guerra Mundial, ya había comenzado la lucha por la independencia india. Los japoneses y el Tercer Reich basaron su política en la zona apoyando a la fracción independentista rival del Mahatma Gandhi. La suerte de las armas, adversa a las potencias del Eje, hizo que finalmente Gandhi, casi un asceta, perfecto conocedor de la mentalidad inglesa y extraordinariamente arraigado en su tierra, se saliera con la suya. El biopic Gandhi (1982), dirigido por Richard Attenborough y en donde Ben Kingsley parece la imagen clónica del estadista indio, engloba lo esencial de aquella lucha desde las primeras campañas del biografiado por los derechos de los negros en Sudáfrica, hasta su muerte. Lo esencial de la película es la doctrina de la no–violencia. Se trata de una muy buena y muy ilustrativa película que, por sí misma, basta para documentarnos sobre aquel período. Película imprescindible.

Uno de los aspectos en los que insisten las biografías de Gandhi es en su talante democrático y su espíritu antifascista, aspectos que fueron tratados en Gandhi to Hitler (2011) que nos muestra un aspecto desconocido en la vida del estadista: las cartas que escribió a Hitler tratando de convencerle de la posibilidad de evitar la Segunda Guerra Mundial.

Sin embargo, las primeras décadas de la independencia india estuvieron plagadas de sacudidas de las que la menor no fue el asesinato de Gandhi, sino la partición del país en dos mitades. La recién independiente India vio como en 1947 se separó la parte musulmana, constituyendo Pakistán. De ese proceso, da cuenta la película Earth (1998, La tierra). La película nos muestra cómo aquella secesión repercutió en toda la sociedad india, rompió amistades y generó odios y tensiones.

Pakistán fue uno de los primeros países en donde se produjo una temprana islamización política de la mano del dictador Zia–Ul–Aq que se hizo con el poder en 1979. El dictador consolidó su posición a raíz de la invasión rusa de Afganistán y de los vínculos que le unieron desde entonces a los servicios de inteligencia norteamericanos con los paquistaníes. La película Khamosh pani (2003, El silencio del agua) sitúa la acción en aquel momento exacto. Nos permite conocer cómo empezó el adoctrinamiento islamista y cómo empezaron a romperse parejas y amistades. La llegada de unos Sikhs (musulmanes residentes en India) permite realizar un flash–back al momento de la secesión paquistaní.


 

El Vietnam de los Franceses

Batalla de Dien-Bien-Phu

Batalla de Dien-Bien-Phu

Cuando los asesores militares norteamericanos empiezan a llegar a Vietnam durante el mandato de JFK, no hace ni diez años que la Legión Extranjera francesa ha tenido que irse de aquel mismo país con el rabo entre las piernas. Allí tuvieron su Diên–Biên–Phú, fenomenal derrota que demostró al pueblo francés que figurar en el bando vencedor en la Segunda Guerra Mundial no les eximía de ver peligrar todo su imperio colonial. De hecho, en 1944, el OSS (precedente de la CIA) mantenía contactos con los comunistas vietnamitas para apoyar sus acciones anti japonesas; sus contactos eran el general Giap y el dirigente comunista Ho Chi–Min… Vencidos los japoneses, la experiencia obtenida en la guerra de guerrillas fue utilizada contra los franceses. Era 1945. Los combates se prolongarían por espacio de nueve años y sólo terminarían después de que la base francesa de Diên–Biên–Phú sufriera un brutal martilleo de la artillería vietnamita que los franceses jamás pensaron que pudiera ser plantada delante de las puertas de la principal guarnición francesa. Los ataques empezaron el 13 de marzo de 1954 y se prolongaron hasta el 7 de mayo. Hasta última hora, los franceses confiaron en que los norteamericanos bombardearían las posiciones vietnamitas, pero Eisenhower se negó a hacerlo ofreciéndoles a cambio dos bombas nucleares… inútiles en una batalla en la que los dos bandos estaban separados apenas por unos metros. Poco después se firmó la paz.

Varias películas han recogido todos estos elementos históricos de lo que se llamó la “guerra de Indochina” o la “primera guerra del Vietnam”. Se trato de una de esas “guerras sin gloria”, con héroes pero no con el suficiente lustre para emocionar a las masas. Los siete primeros años de conflicto fueron pura guerra de desgaste. Solamente los dos últimos atrajeron la atención de la opinión pública y del conflicto se recuerda especialmente el nombre de Diên–Biên–Phú.

A poco de concluir la guerra de Indochina, Graham Greene vio la oportunidad de escribir una de sus primeras novelas, situando la trama en aquel momento histórico. El genio de Joseph Mankiewicz lo adaptó para el cine y de ahí surgió The Quiet American (1958, El americano tranquilo) que casi medio siglo después vería un remake del mismo título (2002, El americano impasible). A pesar de las notables diferencias entre ambas películas, lo importante es que el escenario es el mismo: año 1952, guerra de independencia del Vietminh contra Francia. En ambos casos, especialmente en la versión de 2002, el clima del conflicto está perfectamente descrito y nos aproxima a aquel episodio histórico a poco que estemos atentos a los diálogos y escenas.

El americano impasible

La batalla final, en concreto, está relatada con relativa fidelidad, en la película del mismo nombre Diên–Biên–Phi (1992), y nos muestra la batalla a partir del 57º día de cerco vietnamita, cuando un periodista norteamericano llega y percibe el clima de derrota que se avecina. La película es de factura francesa así que, si rebajamos un poco el tono patriótico, las cosas fueron más o menos como se describen. La película, de todas formas, es tardía, cuando los galos ya hace tiempo que habían digerido el varapalo. Sin embargo, la primera incursión cinematográfica en la materia fue a poco de arriar banderas en Indochina y fueron los norteamericanos quienes dieron su versión en Jump Into Hell (1956). La película relata la aventura de cuatro jóvenes franceses que se enrolan en la Legión Extranjera para combatir en Diên–Biên–Phú. No es una gran película a nivel argumental, pero quien la vea se hará una idea de por qué se produjo la derrota y del heroísmo inútil que, efectivamente, se derrochó. De hecho, la película tiene más de documental que de otra cosa.

La 317ème section (1965, Sangre en Indochina), de producción francesa, no se centra únicamente en la batalla final, sino que abarca los últimos meses de presencia francesa. La película nos muestra la heterogeneidad de las tropas de la Legión Extranjera en donde abundaban los excombatientes alemanes, veteranos de grandes batallas, junto con jóvenes oficiales galos recién salidos de la academia. La película nos muestra la peripecia de una pequeña unidad legionaria que se encuentra aislada en territorio enemigo y esto es lo interesante porque refleja de manera muy realista la composición de estas unidades y sus conflictos interiores.


 

La guerra de Argelia como paradigma

La llamada “guerra de Argelia” ha sido de las más fotogénicas. Cuando los franceses no se habían recuperado todavía del impacto emocional de Diên–Biên–Phú, supieron de la existencia del Frente de Liberación Nacional argelino. Y se dijeron que ahora no, que las cosas no irían como en Indochina y que sabrían derrotar al enemigo. Erraron en sus previsiones pero el cine utilizó este conflicto para realizar algunas películas interesantes. Una destaca por encima de todas: La battaglia di Algeri (1965, La batalla de Argel) de Gilo Pontecorvo.

La batalla de Argel

La película fue una coproducción ítalo–argelina realizada poco después de la guerra de independencia de Argelia. El ejército francés no queda, lo que se dice, bien parado. Aparece como un atajo de torturadores sin escrúpulos, sin más. Los argelinos, en cambio, son descritos con tintes épicos. El público de izquierdas aplaudió a rabiar y en España la cinta estuvo prohibida hasta la muerte de Franco. En realidad, si vemos la película recordando que en las guerras nada es blanco ni negro, sino que los dos bandos tienen escalas de grises y que un conflicto es siempre el escenario de una barbarie desencadenada, la película puede ser vista como un reportaje histórico. Junto a las escenas de torturas de prisioneros argelinos que en mayor o menor grado tenían que ver con el FLN, quizás el director hubiera debido recordar que el terrorismo argelino causó un número inusitado de víctimas completamente inocentes, algo que se puede intuir en algunas escenas que, en su época pasaron desapercibidos para el público de izquierdas amante de cualquier lucha de liberación nacional. La figura de Alí La Pointe, jefe del FLN en la Cashba de Argel, es tratada con ribetes épicos desmesurados cuando en realidad se trató de un proxeneta no particularmente recomendable.

El tema de los malos tratos y las torturas practicadas por el ejército francés en aquel conflicto hasta hace poco no había sido superado todavía por la sociedad francesa que en 1982 vio como reverdecía el debate cuando se estrenó la película L’Honneur d’un capitaine (1982), en el que un oficial fallecido es acusado de malos tratos en el curso de un debate televisado y su viuda interpone una demanda para demostrar su inocencia. Repaso a posteriori de aquella época y sus brutalidades.

Octobre à París (1962) es de una orientación política similar. El documental arrastró la polémica porque relata los acontecimientos que tuvieron lugar en París el 17 de octubre de 1961, cuando los argelinos residentes en París se manifestaron para protestar por el toque de queda que les afectaba. La guerra en Argelia estaba en su peor momento y la manifestación acabó en un baño de sangre. Un mes después, Jacques Panijel ya estaba rodando en los mismos escenarios en los que tuvieron lugar los hechos. Un documental que debería haberse estrenado en el Festival de Cannes de 1962 pero que solamente pudo hacerse en 2011.

En todo conflicto el protagonista olvidado es el soldado de leva, el tipo que no hizo nada para provocar una guerra, que, en gran medida, ni le va ni le viene lo que se dirime en ella, pero que le toca dar la cara y comportarse como los buenos. Este tema aparece –y conviene tenerlo en cuenta para redondear la visión sobre este conflicto– en la película Avoir 20 ans dans les Aurès (1972), que plantea la reacción de un grupo de jóvenes pacifistas que son sometidos a entrenamiento militar intensivo y, finalmente, se convierten en feroces combatientes. Sólo entonces son enviados a Argelia para que pongan en práctica lo que han aprendido. La cuestión que plantea esta película es: ¿puede el adiestramiento militar cambiar radicalmente a las personas? En realidad, sí, pero solamente si por sus venas corre sangre de guerreros, en absoluto si se trata de intelectuales o de piadosos varones, carne de seminario y sacristía.

Como suele ocurrir en casi todos los fenómenos terroristas –y el FLN practicó el terrorismo contra el Estado Francés y contra la comunidad francesa en Argelia–, las reiteradas acciones de este tipo terminan despertando en el otro bando un fenómeno de la misma intensidad y sentido contrario. Al terrorismo del FLN argelino se superpuso a partir de 1960 el de la Organisation de l’Armé Secréte (OAS). Y no fue a la zaga, sino que pronto estuvo en condiciones de rivalizar con las crueldades de su rival. Para los pieds noires (franceses residentes en Argelia), la OAS fue “su organización”, como el FLN lo fue para los argelinos. A la OAS fueron a parar militares, ultraderechistas, patriotas, antiguos resistentes, estudiantes nacionalistas, y ciudadanos que entendieron que la vida en Argelia les sería imposible cuando se arriara la bandera francesa. La imagen de esta experiencia armada se ha filtrado en el cine en varias producciones.

La más famosa, sin duda, es The Day of the Jackal (1973, Chacal), basada en un relato de Frederick Forsyth y diestramente dirigida por Fred Zinnemann. Es la historia de un asesino contratado para eliminar al general De Gaulle, entonces presidente de la República y bestia negra de la OAS (le habían apoyado por que enarboló la consigna de “Argelia Francesa” y el mismo día que retornó al poder lanzó la de “Argelia Argelina”…). La OAS atentó en varias ocasiones contra De Gaulle y este relato de ficción contiene muchos elementos históricos sobre esta organización y su aparato clandestino. Además, es una película que recibió el Óscar al Mejor Montaje.

La OAS aparece tangencialmente en otras películas. En Le Complot (1973, El complot de los rebeldes) nos muestra un episodio de este conflicto que realmente ocurrió en 1962, cuando el General Challe fue secuestrado por barbouzes (gorilas sin escrúpulos al servicio del general De Gaulle), y un grupo de miembros de la OAS deciden liberarlo. Se trató de una co–producción franco–española que nos muestra a las distintas partes que participaron en el conflicto argelino que, no lo olvidemos, fue poliforme: guerra del FLN contra el gobierno francés y guerra de la OAS contra el FLN y contra el gobierno francés y, finalmente, guerra del gobierno francés contra la OAS. Entre los que luchaban contra el FLN y la OAS había dos sectores: los partidarios de utilizar los recursos legales y los barbouzes, asesinos reclutados en lo peor del mileu (las mafias de la delincuencia) francés. Esta película trata de establecer las fronteras entre todos estos sectores.

Es inevitable recomendar alguna película sobre este conflicto con Alain Delon como protagonista. En L’Insoumis (1964, La muerte no deserta), Delon ha combatido contra el FLN en la Legión Extranjera. En 1961 deserta cuando su oficial superior se ha integrado en la OAS. Éste le propondrá participar en una operación de comando que le aportará fondos para poder volver a su país, Luxemburgo. Una exhibición del joven Delon y otras pistas más para conocer mejor las actividades de la OAS.

La muerte no deserta

En 2005 se rodó una película que solamente podemos encajar aquí, a pesar de que describe un episodio que sucedió en 1965, cuando Francia quería olvidar la guerra de Argelia y la OAS, y que tuvo como protagonista a un disidente marroquí, Mehdi Ben Barka. Exiliado en París, por incompatibilidades con el rey de Marruecos Hassan II, un buen día, Ben Barka, simplemente, desapareció. Nunca nadie volvió a verlo jamás. Luego se supo que había sido secuestrado por las “alcantarillas”. Menos glamurosos que 007, más plebeyos que los miembros del MI5 británico y menos espabilados que los hombres de la CIA, los agentes secretos que participaron en la operación realizaron una chapuza que conmovió los cimientos del gaullismo. Marguerite Duras compuso un relato novelado que sirvió de guión a una cinta sobre este asunto: J’ai vu tuer Ben Barka (2005, El asunto Ben Barka). La película no va de descolonización, pero sí apunta a los gobiernos surgidos de la descolonización, muchos de los cuales estaban detentados por sátrapas de crueldad inusitada que encontraron interlocutores en oportunistas sin escrúpulos europeos. Ben Barka pagó con su vida.

Por si alguien quiere conocer directamente la versión argelina del conflicto, puede recurrir a Patrouille à l’Est (1971), argelina, rodada en pleno período socialista, en la que una patrulla de guerrilleros del FLN recorre kilómetros de territorios inhóspitos para entregar a un soldado francés hecho prisionero. Versión obviamente idealizada y maniquea. Los soldados franceses que sobrevivieron a su cautiverio, dan una versión mucho más tosca.

Una última película puede ayudar a percibir cómo el impacto de la guerra de Argelia marcó a las generaciones posteriores de argelinos. Vale la pena recordar que después de un cuarto de siglo de socialismo, siguió una guerra civil inmisericorde entre islamistas y pro–occidentales (una vez acabada la Guerra Fría) y, en la actualidad, el país vive entre sarampiones fundamentalistas y tentaciones golpistas. La película argelina Bloody Beans (2013, Alubias rojas) nos muestra a un grupo de niños que hablan y discuten como lo hacen los niños. La conclusión viene a ser que “contra los franceses vivíamos mejor”. En cierto sentido, la película muestra como la historia de la guerra de Argelia se proyecta sobre las nuevas generaciones.


 

Películas citadas para conocer la descolonización e indepencia asiática y africana:

Películas sobre la descolonización e indepencia asiática y africana

Ir a Fotogenia de la Guerra Fría (X): Descolonización y drama africano

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Amor DiBó

Trabaja en el mundo editorial, y le gusta la arquitectura, viajar, el cine, la robótica-nanotecnología, hacer tortilla de patata, el té y la buena educación.

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