El hombre de acero: el salvador que no puede salvar

La creación del personaje de Superman encierra muchos enigmas sujetos a hipótesis y teorías. Las dos corrientes más fuertes se han hecho eco desde la primera aparición de Clark Kent en las páginas de los cómics: una sostiene que el personaje fue diseñado por los creadores (Jerry Siegel y Joe Shuster) como un ensalzamiento de la religión, debido a la crisis ocasionada por el régimen nazi; mientras que la otra dilucida el hecho de que Superman, más que un superhéroe, es un superhombre, figura propia del nihilismo.

Sea cual sea el auténtico rol que los creadores dieran a Superman, ambas corrientes coinciden en el papel de salvador que desempeña, ya sea para salvar al ser humano de él mismo o de lo que le rodea. Esta cualidad encajó a la perfección en la idiosincrasia del personaje, la cual le ha ido acompañando a lo largo de toda su carrera como superhéroe.

Tras la fama que dejaron las historietas, llegaron las películas y los denominados “universos cinematográficos”. El Hombre De Acero (Zack Snyder, 2013) es quizá la película más famosa de Superman, un proyecto de gran envergadura que ha sido objeto de discusiones sobre lo que representa o lo que deja de representar.

— A PARTIR DE AQUÍ HAY SPOILERS —

Por medio de la cinta se nos revela un hombre con una verdad escondida, una verdad tan escondida que ni siquiera él es consciente. Es interesante pararse un momento y tratar sobre ella puesto que es más importante de lo que parece, pasando desapercibida no solo entre el público, sino incluso entre los personajes que colaboran para construir la trama.

Kal-El  (Clark Kent) llega a la tierra como inmigrante de un planeta lejano, y se cría como un ser humano cualquiera en una granja cualquiera. Es en nuestro planeta donde conoce el bien y el mal, forjándose poco a poco como un hombre moldeado por la humildad y la caridad. Pronto descubre sus habilidades y se da cuenta de que está destinado a algo mucho más grande que a cuidar de una granja: nace Superman, El Hombre de Acero, aquel Kryptoniano con la autoimpuesta misión de proteger y salvar a la humanidad de incesantes peligros. O al menos eso piensa él, porque la realidad refleja lo contrario.

En la segunda mitad de la película asistimos a un flujo de escenas frenéticas en las que el héroe lucha con el villano (Zod) que quiere aniquilar a la humanidad, algo así como dos entes confrontados que personifican el bien y el mal, respectivamente. El mal, traducido como ira, rabia y odio, pone su punto de mira en la erradicación del hombre.

Superman afronta el conflicto a pesar de lo que pueda sucederle a él, poniendo al ser humano en un escalón por encima suyo. Surge así el magnánimo sentimiento de caridad que lo hace bueno. Es importante establecer una distinción entre ser bueno y ser el bien. Ser bueno significa estar inclinado al bien, tratar de obrar y fomentar lo deseable; mientras que ser el bien indica que marca las reglas de lo que es bueno y lo que no lo es, como norma implícita que no tiene mal.

 

La película, en su totalidad, está repleta de símbolos, citas y analogías que consolidan su papel de salvador de la humanidad, ya sea con acepción religiosa o antropológica. Desde numerosas posturas análogas a la crucifixión hasta comparaciones con profetas. Desde “[…] Se llama Kal, hijo de Él”, hasta “[…] Queríamos que entendieras lo que es ser humano, para que un día pudieras ser el puente entre dos mundos. […] Puedes salvarlos a todos.”

Al final de la cinta, el villano pone a Superman entre la espada y la pared, dándole a elegir entre su propia vida y la vida de una familia anónima. Clark, consumido por la angustia, la ansiedad y el miedo, no encuentra otra solución que asesinar a Zod, recurriendo al mal que hay en su interior para hacer lo que considera que está bien, lamentándose tras la barbarie.

Tras este trágico hecho llega la secuela (Batman v Superman), en la que Kal-El sufre de una fuerte crisis de identidad. No sabe quién es. Sabe lo que quiere ser, pero no sabe cómo puede llegar a serlo. Porque lo cierto es que no puede. No puede serlo porque el auténtico mal es intrínseco al hombre. Superman sólo es capaz de combatir la dimensión extrínseca del mal (genocidios, invasiones y terrorismo), consecuencia del mal intrínseco. El mal se halla arraigado en el interior de cada uno y solo puede ser combatido por uno mismo. Él no tiene ninguna capacidad para redimir al hombre ni salvarlo de sí mismo, puesto que él se encuentra en la misma encrucijada. Es otro ser concupiscible tratando de combatir el mal que se haya alojado dentro de él.

Al final toda analogía y comparación quedan reducidas a una artimaña, la cual pretende reflejar el verdadero papel que juega El Hombre de Acero. Por fuera, Superman es un ser dibujado como una divinidad. Pero por dentro, no es más que otro hombre librando una batalla interna contra sí mismo.

Superman no es el bien. Superman es una fuerza al servicio del bien. Alguien que hace las cosas bien y que también las hace mal. No es ningún salvador ni puede purificar el mal: Superman es otro hombre tratando de redimirse, con una serie de defectos e imperfecciones que lo hacen humano.

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