«El porvenir no nos habla de la Vida, sino de las muchas vidas que se suceden, a fin de cuentas, como una danza.»
Entre 1899 y 1900 el artista noruego Edvard Munch realizó una obra que llevaría por título La danza de la vida (Anexo, Ilustración I). En él, tres mujeres de diferentes edades son situadas de manera lineal a lo ancho del cuadro. La primera de ellas, cubierta de blanco y con flores estampadas en su vestido, irradia un aura de pureza propia de la juventud; la segunda de ellas baila con un hombre al que se aferra fuertemente, agarrando así la vida que corre mediante la unión carnal, lo que remarca el símbolo de pasión que se desprende del rojo de su traje; la tercera de ellas, a la derecha del lienzo, sola y ligeramente más elevada que las otras dos figuras femeninas principales (hasta superar la línea que separa el mar del cielo), aparece una tercera mujer con ropas negras, su pelo descuidado y su cara chupada indican que parece estar esperando a la muerte tras haberlo perdido todo (si entendemos el negro como forma de luto). Con ello Munch estaba mostrando, a finales del siglo XIX, el pesar del paso del tiempo. Juventud, edad madura y vejez. Esas tres etapas a las que nadie puede hacer frente sin terminar en la tumba.
Es precisamente la visita a una tumba (la de Chateaubriand) con la que comienza El porvenir (L’ avenir, Francia, 2016), la última película de Mia Hansen-Love. En esta obra la directora francesa parece estar trasladando a imágenes en movimiento este sentimiento universal que ya abordó el pintor noruego tiempo atrás. Nathalie, a quien interpreta Isabelle Huppert, es una profesora de filosofía que supera los cincuenta. Nathalie cumple todos los requisitos de veterana en la vida: tiene dos hijos, un apadrinado de tesis doctoral, un marido cansado y una madre enferma. Nathalie, si nos remitimos a la referencia antes citada, es la mujer de rojo del cuadro de Munch. El acontecer de la narración, y por el que nos lleva con tino Mia Hansen-Love, está orientado justamente a esta situación paradójica en la que el adulto comienza a sentir el vértigo y el vacío del discurrir de la existencia pero al que hace frente con un ansia por llenar continuamente sus días con diferentes estímulos. Ante el peligro, me cargo de víveres; frente al aburrimiento, me muevo sin rumbo. Es así como la protagonista (su marido también lo hace a su manera, abandonando esa parte que le recuerda su destino, es decir, a ella, y parece que ambos lo aceptan como algo innato a la vida), se agarra a sus estudiantes, hijos y, concretamente, a un antiguo alumno al que dirige su tesis sobre Adorno. Todo ello, siguiendo en la línea de la tríada de Munch, con el fin de asir la carne y el ansia intelectual propios de la juventud que se le escapa. Más allá de esta interacción entre los personajes y de la hondura psicológica que nos transmite Huppert, la realizadora de El porvenir retrata esta condición connatural a la existencia humana de manera más patente con la presencia, al igual que hizo el pintor noruego, de tres figuras femeninas: una hija que está en el trance (el cual se nos muestra de manera clara) entre la pureza y su paso a la madurez; la propia Nathalie cuyo mapa mental de situación vital se empieza a embarrar tanto como el fango que pisa en una espléndida secuencia; y la madre, cuya depresión y ansiedad ante la caída le hacen olvidar los retratos de juventud que cuelgan en su salón. La danza de la vida, aunque representada en otra manifestación artística, sigue los pasos de la misma coreografía estricta.
Mia Hansen-Love consigue transmitir al público esta cuestión de manera digerible y sin tropezones de pesimismo en bruto (al fin y al cabo, Huppert se toma con estoicismo todo aquello que le sobreviene). Para ello, la directora parisina recurre a continuas citas filosóficas (hasta el punto de que diferentes autores se convertirán en el motivo de diversos personajes) que muestra la amplia diversidad de formas de saber estar en el mundo. Unos la afrontan con el dolor, el tedio y el individualismo al que apela Schopenhauer; así como otros le hacen frente mediante la dedicación a la organización social como Rousseau, es lo que parece estar diciéndonos Mia en esta película sobre el tiempo y la vida. Pecando, eso sí, de una visión occidentalizada del pensamiento (tanta referencia al saber pero ninguna, o casi ninguna, más allá de las fronteras europeas), algo que provoca una peligrosa falla en lo que al discurso sobre el tiempo se refiere y en la que, por desgracia, siempre caemos. Pero a pesar de esta insistente convocatoria de la alineación estrella de la filosofía occidental, Mia Hansen-Love no parece querer indicar un camino único ni una respuesta global. La autora tan solo muestra la pugna entre sentido de la vida y absurdo dejando esparcirse a Isabel Huppert, quien lleva el peso de gran parte de la película, sin querer llegar más lejos. El porvenir, a pesar de la pedantería que puede apartarnos en un primer momento, termina por dar muestras de ser una obra humilde que tan solo busca representar la pluralidad de la realidad y sus conexiones sin deseos totalizantes (una modestia en torno a la aprehensión de la realidad que se puede unir con las ideas del tan citado Adorno y su Dialéctica negativa). El porvenir no nos habla de la Vida, sino de las muchas vidas que se suceden, a fin de cuentas, como una danza.
Sinopsis Nathalie es profesora de filosofía en un instituto. Ronda los sesenta y, de un día para otro, se encontrará completamente sola, lo que hará que se replanteé toda su vida.
País Francia
Director Mia Hansen-Løve
Guión Mia Hansen-Løve
Fotografía Denis Lenoir
Reparto Isabelle Huppert, Edith Scob, Roman Kolinka, André Marcon, Sarah Le Picard, Solal Forte, Elise Lhomeau, Lionel Dray, Marion Ploquin
Género Drama
Duración 100 min.
Título original L’avenir
Estrenos 23/09/2016
Trailer
Quisiera saber si me puedes ayudar con las citas que la protagonista va mencionando durante la película. Las referencias: libros o autores o algún lugar en la red donde las pueda encontrar.
Claro, aquí te dejo mi correo electrónico, hazme en él las preguntas que quieras: Pablo_Castellano@usal.es
La protagonista vive con demasiada frialdad los muchos acontecimientos que ocurren en su vida (el divorcio, la muerte de la madre, el abandono de sus obras por la editorial,…). No transmite emoción, apenas unas lágrimas, intelectualiza todo para intentar encontrar de nuevo el camino, en los libros. La filosofía es su vida, pero nada nos dice de cómo reorienta la vida, como se dice en la publicidad de la película. Película intelectual, pero que no emociona.
Pablo ¿Conoces la referencia de los párrafos que Nathalie lee en el funeral de su madre?
Me gustaría saber a qué filósofo, libro, se refiere la protagonista cuando está en clase, hacia el final de la película y habla sobre el deseo y la felicidad, » mientras deseas es cuándo más feliz eres…imaginas el desenlace, proyectas todos tus anhelos….Una vez conseguida la persona que deseas probablemente resulta menos gratificante que en nuestra imaginación y anticipación previa…»
repito la misma consulta de Mercedes:
Me gustaría saber a qué filósofo, libro, se refiere la protagonista cuando está en clase, hacia el final de la película y habla sobre el deseo y la felicidad, ” mientras deseas es cuándo más feliz eres…imaginas el desenlace, proyectas todos tus anhelos….Una vez conseguida la persona que deseas probablemente resulta menos gratificante que en nuestra imaginación y anticipación previa…”
saludos,
Es una gran pena que no contestéis a las consultas. Pierde una gran parte del sentido de vuestra web.
Poder aclarar las dudas de películas concretas, de aficionados al cine, permite profundizar y llegar a la esencia de lo que el director quiere transmitir y al mismo tiempo de aprender y descubrir aspectos de gran belleza y sensibilidad.
Hice mi consulta en octubre del 2016 y todavía consulto vuestra web esperandola respuesta. Ánimo, a versi lo conseguís.