Bello retrato de familia ficcionado, muy bien adaptado a nuestro tiempo.
La ópera prima de Oren Gerner tiene su pequeña historia detrás. Resulta que los dos actores protagonistas no son otros que sus propios padres, por lo que el mismo director, por su manera de enfocar el film, ha tenido que desmentir la naturaleza documental de la película. Africa es ficción, pero es una ficción intimista y casi personal de los personajes retratados.
En un pequeño pueblo moderno y adinerado, Meir (Meir Gerner) ha organizado durante toda su vida la ceremonia tradicional que allí se celebra. Este año, sin dar ninguna explicación, le han arrebatado su ocupación para dársela a los adolescentes locales.
Toda esta cinta gira en torno a una idea común: la nostalgia. Amar el pasado y ver el futuro con malos ojos. Con solo la premisa del film, ya se nos sugiere esa idea. Que un hombre mayor sea relevado de su tarea a estas alturas es un duro golpe, y al ser unos jóvenes sus sustitutos este se empieza a cuestionar seriamente su vida actual. Dar paso a las nuevas generaciones y aceptar que tu tiempo ha pasado no es fácil para nadie. El personaje protagonista vivirá durante todo el metraje esa crisis generacional que a cualquiera podría asaltarle a edades tan avanzadas.
Toda esta cinta gira en torno a una idea común: la nostalgia.
Oren Gerner es sutil a la hora de construirnos el entorno de su paternal protagonista. Que niegue ayudas cotidianas para probarse a sí mismo que aún es válido, que cuestione los divertimentos de los jóvenes que hasta ahora no se había planteado…
El drama de nuestro protagonista también radica en la inadaptación.
Destacables varias de las escenas en las que Meir juega con su nieto de apenas diez años, reviviendo su infancia, volviendo a ser un niño; los recuerdos con su mujer en cintas caseras de un viaje a África (sí, de ahí el título); o la cabezonería del anciano por ser capaz de acabar lo que ha empezado.
Todo está contado de manera muy cercana. El director sabía lo que trataba en la cinta (el guion es suyo propio), así que cogió la cámara y se acercó conscientemente al género documental. De ahí las suposiciones del público.
El hecho de que trabaje con su propia familia hace que Oren Gerner aproveche sus personalidades, esas que tan bien conoce, para dotar de un realismo casi necesario a la cinta.
No voy a negar la gran capacidad para empatizar con los personajes y el pulso narrativo que abunda en la película. Pero esta también tiene carencias que hacen de ella una obra algo menor. A pesar de sus ochenta y dos minutos, el ritmo que maneja la cinta hace que no seamos muy capaces de mantenernos despiertos. Obviamente esto es una exageración, pero entendamos lo que quiero decir. Lo que aquí se retrata es, al fin y al cabo, la cotidianidad de un hombre que descubre que ya lo ha hecho todo. Es difícil manejar un argumento como este y no caer en estos problemas de acción.
A pesar de esto, nuestro debutante ha sido capaz de transmitir probablemente todo lo que pretendía; de poner la guinda al pastel con un maravilloso plano final; y de traernos este bello retrato de familia ficcionado, muy bien adaptado a nuestro tiempo, que tanto solicitamos creernos.
Sinopsis Meir, jubilado de 68 años, se ha ocupado durante tres décadas de planificar la ceremonia tradicional de su pueblo. Cuando descubre que se le ha apartado arbitrariamente de esa tarea para encargársela a los inexpertos adolescentes locales, el suelo bajo sus pies comienza a ceder.
País Israel
Dirección Oren Gerner
Guion Oren Gerner
Música Yuri Priymenko
Fotografía Adi Mozes
Reparto Meir Gerner, Maya Gerner
Género Drama
Duración 82 min.
Título original Africa