‘Anatomía de Grey’ es la serie con la que todos sus espectadores nos hemos vuelto expertos en cirugía. Tan pronto sabríamos operar un aneurisma del cerebro, como hacer un cambio de válvula al corazón, o trasplantar un hígado. Pero todos los anatoadictos somos conscientes de que la medicina es una carrera de obstáculos, en la que tan pronto salvas un par de vidas con menos cinco posibilidades de sobrevivir, como de repente eres tú el que se encuentra en la camilla de operaciones, rodeado de tus colegas cirujanos, a punto de palmarla.
Pero no seamos pesimistas (o sí, siempre hay que serlo un poco), porque me atrevo a decir que ‘Anatomía de Grey’ ha matado casi las mismas vidas que ha salvado. Podríamos decir que es bastante honesta y ¿por qué no?, didáctica. Nos ha enseñado que, aunque no lo parezca, hay tiempo para todo. No pasa nada si llevas 14 horas de pie operando a un paciente, porque todavía quedan fuerzas para unos tequilas en el Bar de Joe y un revolcón en la sala de descanso.
El ansia por trabajar y realizar la mejor operación por encima de todo y de todos. Las aspiraciones laborales compiten, no sé si a favor o en contra del amor. Otro de los pilares de esta ficción. Todos con todos, pero entre ellos. Especialistas con internos, especialistas con residentes o especialistas con especialistas. No importa el rango, el caso es probar los colchones de las salitas entre operación y operación. Puede que así encuentres al padre de tus hijos. Antepón tu carrera de médico sobre todas y cada una de las cosas, pero vive el amor de tu vida. Sin duda es discutible el hecho de que muchas veces no se sabe si los protagonistas están casados con su marido/mujer o con la medicina. Aún así, hemos vivido desde partos, bodas, divorcios o infidelidades, hasta conflictos por la orientación sexual o problemas morales y de fe.
Las relaciones interpersonales dan forma y vida a todos los felices, y a la vez catastróficos, acontecimientos que les ocurren a nuestros personajes. Pero es precisamente la huella de estos sucesos, lo que produce ese atractivo. Huella de las perdidas, huellas de las alegrías, huellas de lo sufrido. ‘Anatomía de Grey’ tiene la capacidad de perdurar en el tiempo, llorando como podríamos llorar en la realidad, sintiendo con lo haríamos en la realidad y sobre todo recordando cómo lo haríamos en la realidad. Parece como si se hubiera creado una especie de vida paralela de la que también formamos parte. Parece exagerado, pero de esto me di cuenta en el momento en que comentando las peripecias de estos médicos con una amiga, parecía como si fuéramos a encontrarnos de un momento a otro a Derek Shepherd.
La mayoría de los capítulos siguen la misma estructuración, la tradicional: presenta a los personajes, en este caso a los pacientes, y se deja llevar por la resolución de sus casos, mientras los médicos buscan un hueco en su profesión y en sus propias vidas. No obstante, de vez en cuando los guionistas nos sorprenden con un capitulo con formato de musical. Además, optan por utilizar las herramientas de la narrativa audiovisual, creando capítulos en los que se cuentan historias de manera paralela, se recurre al flashback o se opta por la focalización del capítulo en uno de los personajes, que en ese momento cobra mayor importancia.
Si nos fijamos en la estructuración de las temporadas, se asemeja a la cuenta atrás de una bomba que finalmente explotará. Me explico. Del capítulo 1 al 15 la trama se mantiene estable, se conecta la bomba. Del 16 al 18 algo está pasando, la bomba comienza sus segundos de cuenta atrás. Y del 18 al 24, estamos todos temblando porque la bomba acaba de explotar y no sabemos quién va a encontrar la manera de escapar del laberinto que se ha formado.
Una de sus mayores virtudes es saber dosificar las tramas, así como lograr traspasar la pantalla, formando parte de una etapa, que es etapa para los protagonistas y actores pero también lo es para sus espectadores. Y me pregunto ¿por qué?, ¿qué es lo que en última instancia pretende todo relato de continuidad visual y narrativa?, pues enganchar. Y no pongo la mano en el fuego, pero apostaría que hasta al más reticente a las agujas, la sangre y las vísceras, ‘Anatomía de Grey’ le atraparía. No siempre pasa lo que desearíamos que pasara, pero creo que es precisamente este el secreto de la longevidad de la serie. Su verdadera esencia. El haber pasado por las distintas fases de estos personajes, el haber superado con ellos sus problemas, sus duelos vitales, hace que un trocito de nosotros se quede en esa estela que dejará la serie cuando ponga su punto y final.
Sinopsis El famoso Hospital Seattle Grace es el escenario en el que se desarrolla la vida de cinco jóvenes que, tras licenciarse en medicina, empiezan allí un duro periodo de pruebas.
País Estados Unidos
Creador Shonda Rhimes
Director Rob Corn, Tony Phelan, Tom Verica, Chandra Wilson, Peter Horton, Jeannot Szwarc, Jessica Yu, Jeff Melman, Edward Ornelas, Stephen Cragg, Julie Anne Robinson, Daniel Minahan, James Frawley, Debbie Allen, Mark Jackson, Allison Liddi-Brown
Guión Shonda Rhimes, Stacy McKee, Krista Vernoff, William Harper, Joan Rater, Debora Cahn, Peter Nowalk, Tony Phelan, Mark Wilding, Zoanne Clack, Austin Guzman, Allan Heinberg
Música Danny Lux
Fotografía Herbert Davis, Tim Suhrstedt, Adam Kane, Walt Fraser
Reparto Ellen Pompeo, Patrick Dempsey, Katherine Heigl, James Pickens Jr., T.R. Knight, Sandra Oh, Chandra Wilson, Isaiah Washington, Justin Chambers, Jeffrey Dean Morgan, Kate Walsh, Eric Dane, Sara Ramirez, Chyler Leigh, Steven W. Bailey, Mark Saul, Brooke Smith, Molly Kidder, Lauren Stamile, Jessica Capshaw, Kevin McKidd, Jessie Williams, Sarah Drew, Kim Raver, Loretta Devine, Camilla Luddington, Gaius Charles, Jerrika Hinton, Jason George, Kate Burton
Productora Touchstone Television Production
Género Drama
Duración 45 min.
Año 2005-actualidad
Título original Grey’s Anatomy
Cabecera
