Doña Clara (Aquarius) (2016), de Kleber Mendonça Filho – Crítica

Las huellas del pasado convierten el edificio Aquarius en un refugio para la memoria y la identidad. Pues gracias a unos soberbios Kleber Mendonça Filho y Sonia Braga, Doña Clara es pura valentía y personalidad.

Hay sonidos ligados enérgicamente a recuerdos. Uno de ellos es el atemporal movimiento del mar. Mientras lo escuchamos, nos vemos transportados a otro momento y otro lugar, despertando memorias valiosas. Antes de que la pantalla cobre vida y al concluir los créditos finales, no vemos imágenes, únicamente escuchamos las olas. Una invitación para conectarnos con Doña Clara (Aquarius), al donar parte de nuestra memoria al sonido y toda una declaración de intenciones por parte de Kleber Mendonça Filho. Tras ejercer de crítico durante 13 años, en 2012 debutaba con Sonidos de barrio, una potente ópera prima. Si es complicado encontrar una voz propia dentro de la industria, el cine de Mendonça Filho rezuma personalidad desde su primera escena. Donde advertimos con rapidez unas ideas sólidas y un lenguaje formal construido a medida. Porque el paréntesis sonoro que encierra a Doña Clara no es mera coincidencia, escuchando asimismo la rutina de Recife en los extremos de Sonidos de barrio. Con ellos, nos mudamos a Brasil y nos integrarnos inconscientemente en su territorio. Un país en el que la altura de las viviendas indica la clase social y un sistema que prefiere fijarse en las edificaciones elevadas. Contrastes que el director brasileño trata desde la arquitectura del hogar. Si en su debut el relato coral transcurría en una comunidad de vecinos, Doña Clara simplifica la perspectiva a un solo residente. En la que se transforma el  leitmotiv de convivir a vivir. Ya que después de los sonidos iniciales, fotografías en blanco y negro de Brasil en tiempos pasados conquistan la pantalla. Como aviso de que nunca debemos olvidar de dónde venimos. Pues Doña Clara es una celebración del vínculo entre la identidad y la memoria.

Después de habitar durante varias generaciones un edificio llamado Aquarius, Clara es la última inquilina que queda en la vivienda. En la actualidad, un poderoso promotor ha adquirido todos los apartamentos excepto el de la luchadora señora. Ya que el mercado observa la arquitectura como una oportunidad de negocio, incapaz de reparar en las vivencias acontecidas entre sus paredes. Aquarius fue construido en la década de 1940 a orillas del mar, convirtiéndose en tierra fértil donde plantar las raíces de una familia. Pues han pasado más de setenta años y los impolutos tabiques se han llenado de huellas imperceptibles. Cada día desde su inauguración, el alma del lugar se ha expandido hasta llegar a formar parte de quiénes lo consideran su hogar. Para la protagonista, no sólo es su casa o una oportunidad para ganar dinero, sino el recuerdo concentrado de su familia, amigos, felicidad y tristeza. La habitación donde durmieron sus antepasados o el patio en el que sus hijos jugaron forman la identidad que Clara se niega a renunciar ante el acoso de un sistema deshumanizado. Un sensible sentido del lugar que Mendonça Filho retrata con maestría, lo que ejemplifica la parte material de lo que nos define. Porque los ladrillos se pueden demoler; sin embargo, el tacto con el que tocamos un objeto preciado nunca desaparecerá. Como muestra el realizador en una fiesta de cumpleaños, donde el baile de una familia y amigos hace latir el corazón de unos simples números para la empresa constructora.

Porque el edificio Aquarius sirve para estudiar los vínculos generados con los objetos, pero lo intangible también está muy presente en Doña Clara. En la misma celebración del cumpleaños, se canta una canción en la que se proclama: “una casa de alegría, un refugio para la felicidad”. Una mezcla entre los dos hogares de Clara, Aquarius y la música. Ya jubilada, ella ejerció como crítica musical y conserva una extensa colección de vinilos. Doña Clara está continuamente vibrando al son de las ondas de la que fue su música favorita de sus distintos períodos vitales. Diferentes estilos musicales impregnados todos ellos de un romanticismo luminoso, afectado en la actualidad por el inevitable paso del analógico al digital. Una transformación que borra esa verdad que Clara atribuye al sonido imperfecto y mágico de los vinilos. Porque Mendonça Filho se deja guiar por estas composiciones y consigue que la narración sea un prodigio de armonía. No está interesado en remarcar los pasajes dramáticos, ni señalar al espectador qué se debe llevar del filme. En las dos horas y veinte del metraje se evade lo obvio, al normalizar una interminable sucesión de gestos simbólicos. Aunque la carga dramática del filme es muy profunda, el director brasileño prefiere filmar con sinceridad las aparentemente intrascendentes fragilidades cotidianas de la vida de Clara. Una mirada que, como la música, nos hace vibrar en los momentos más inesperados.

En la historia del cine, los papeles protagonistas más difíciles de encontrar son los destinados a actrices en su madurez. Tanto la edad como el género constituyen una combinación desgraciadamente en desigualdad a los demás papeles en la gran pantalla. Por lo que la maravillosa Doña Clara escrita por Mendonça Filho se convertirá sin duda en un icono. Y si el personaje será inolvidable, la actriz que lo interpreta exquisitamente ya era un mito: Sonia Braga. Un estandarte de la cultura brasileña a la que a los 66 años le llega el papel de su vida. Clara es una mujer luchadora, valiente y con una gran comprensión de la vida. Ha vivido un camino largo y doloroso, pero siempre rodeada de felicidad. Enseñarle música a su nieto en el salón de su apartamento en Aquarius es todo un regalo. Pues ella transmite luz y fuerza en cada uno de sus movimientos, al haber interiorizado su pasado y con un futuro decidido. El gran guión escrito por el propio director rompe tabúes sin darse importancia y difunde toda la personalidad de Clara. Resulta muy significativo un detalle que concentra a la perfección la humanidad de la protagonista. En un intenso ejercicio de acoso y derribo por parte del promotor, deciden trasladar a dos obreros al edificio para ejercer presión a Clara. Instintivamente, ella les pregunta su nombre. Una reacción tan humana como evidente, pero como se demuestra a lo largo del metraje, en una peligrosa tendencia a ser una excepción. Este es uno de los muchos matices que Sonia Braga le proporciona a Clara, ante todo de un carácter arrollador. Es heroicamente libre y disfruta cada momento. Cuya alegría frente al miedo, dolor y lucha hace que debamos agradecer a Mendonça Filho y Sonia Braga la valentía para concebir un gran personaje que resistirá al tiempo como Aquarius.

Al final, Doña Clara logra cambiar nuestra identidad desde su luminosa vibración. Con la cuidada voz formal de Mendonça Filho, la música y una soberbia Sonia Braga se ha pasado de hablar de la personalidad de la protagonista a la nuestra. Para hacernos reflexionar sobre cómo guardamos los elementos que nos definen y su importancia. Pues la cinta nos recuerda cómo se para el tiempo con las huellas que dejaron los antepasados. La diferencia entre un mueble y ese mueble, o entre una canción y esa canción. Todo lo que fue tocado y sentido evocará recuerdos. Memorias que deben conservarse y luchar por ellas ante el olvido. Si lo más importante fuese el dinero, Doña Clara cogería la generosa oferta del promotor y no habría película. No obstante, lo fundamental es el alma y saber compartirla. Al igual que el baño que se da Clara en el mar, entre el sonido del mar que abría y cerraba el filme, la libertad y la energía que desprende se siente honesta. Siempre es un placer disfrutar de cine arriesgado. Si Mendonça Filho nos propone recordar con el sonido del mar, cuando rememoremos Doña Clara quedará su esencia: valentía y personalidad.

Sinopsis Clara, una ex-crítica musical de Recife de 65 años, vive retirada en un edificio particular, el Aquarius, construido en la década de 1940 sobre la chic Avenida Boa Viagem, que bordea el océano. Un importante promotor ha comprado todos los apartamentos, pero ella se niega a vender el suyo y emprende una guerra fría contra la empresa que la acosa. La estresante situación le perturba y le lleva a pensar en su vida, en su pasado, en sus seres queridos.
País Brasil
Director Kleber Mendonça Filho
Guion Kleber Mendonça Filho
Fotografía Pedro Sotero, Fabricio Tadeu
Reparto Sonia Braga, Jeff Rosick, Irandhir Santos, Maeve Jinkings, Julia Bernat, Carla Ribas, Fernando Teixeira, Rubens Santos, Humberto Carrão
Género Drama
Duración 140 min.
Título original Aquarius
Estreno 10/03/2017

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Calificación8
8

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Carlos Chaparro

Estudió Comunicación Audiovisual, permitiéndole trabajar en su pasión: el cine. Un amor incondicional que nació al descubrir a Patricia y Michel paseando por los Campos Elíseos.

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