Eyes wide shut, su última película, merece tantas charlas como La naranja mecánica o 2001.
Hace casi dos meses, tenía lugar una efeméride relacionada con el mundo del cine, que curiosamente, y en contra del término, muchos aficionados pasamos por alto. El pasado 16 de julio, se cumplían veinte años del estreno de la última película de uno de los grandes maestros: Stanley Kubrick. Un quinto de siglo sin recibir la cosmovisión trágica, humana -en el mal sentido de la palabra- y profunda del genio obseso, y nosotros sin enterarnos. No es habitual que para alabar a Kubrick o estudiarlo se tenga en cuenta Eyes wide shut, su última película, que en mi humilde opinión es la cumbre de su carrera, y merece tantas charlas y charloteos como La naranja mecánica o 2001.
Tom Cruise interpreta a un cirujano neoyorquino de éxito, que por una serie de casualidades perturbadoras acaba asistiendo a una reunión secreta en una mansión. La reunión no es ni más ni menos que una orgía multitudinaria y barroca -con rituales incluidosen la que todos visten con esmóquines y capas, y ocultan sus identidades con máscaras venecianas. En la mansión una mujer le advierte que corre peligro y tan pronto como se percatan de la presencia intrusa de Tom Cruise, lo invitan a irse, y de paso le sugieren -en términos no demasiado amables- que no meta las narices donde no le llaman o lo pagará caro. Los sucesos posteriores, inquietantes, llevan a Tom Cruise a indagar en el asunto, hecho que al parecer no agrada a la organización, y comienzan a acosarle de forma sútil, pero angustiosa. Kubrick es capaz de generar atmósferas densas, en las que la tensión es casi insoportable y el simple sonido de una nota desafinada puede desencadenar un potente escalofrío. Algunas de sus señas de identidad están presentes, como la música clásica –el vals No. 2 de Shostakovich se emplea a modo de leitmotiv- o los planos simétricos y profundos, que esta vez gozan de una mayor sutileza. Estas señas ya no son manías forzadas, son una firma elegante.
Kubrick falleció unos días después de visionar el corte definitivo de su película, con familia, amigos y actores. No pudo ver su última obra estrenada.
Teniendo en cuenta que la película tiene veinte años, lo que voy a decir a continuación es una horterada: este párrafo contiene spoilers, si no ha visto la película, sálteselo y espabile. Resulta que al final, toda esa tensión, todo ese miedo, y esa amenaza constante al personaje de Tom Cruise quedan reducidos a la nada. Uno de los miembros de la organización secreta, trata de convencer a Tom Cruise de que todo ha sido un desagradable malentendido, ocasionado por una broma pesada, un cúmulo de casualidades y una supuesta película que se ha montado. Y digo supuesta. Uno puede pensar que efectivamente todo ha sido una fantasía macabra que se ha imaginado Tom Cruise, las piezas encajan más o menos, pero más bien parece que la organización secreta ha movido los hilos para que todo encaje, para colarsela a Tom Cruise, que se queda sin palabras y no parece demasiado convencido. Acertadamente, decide cerrar los ojos, creerse lo que los poderosos le cuentan, que se lo ha imaginado todo, porque es más prudente; como decía el propio Kubrick: «Nunca, jamás, te acerques al poder. Y no seas amigo de alguien con verdadero poder, es peligroso».
Kubrick falleció unos días después de visionar el corte definitivo de su película, con familia, amigos y actores. No pudo ver su última obra estrenada. Circula por internet una teoría conspirativa en relación a la supuestamente misteriosa muerte del maestro. Por lo visto, la serie de temas controvertidos que la película pone sobre la mesa, entre ellos el sexo duro, el poder de las sociedades elitistas y secretas, los cultos satánicos o algo que se le parece etc; junto con las declaraciones de Nicole Kidman, en las que al parecer Kubrick, le advertía de una amenaza justo el día en que murió; son los ingredientes perfectos para elaborar una morbosa conjetura: Kubrick, debido a Eyes wide shut fue envenenado por dios sabe qué organización secreta. Esta teoría refuerza a la perfección el mensaje de Kubrick, aunque a causa de mi naturaleza escéptica, me da por pensar que el hecho de que tuviera 70 años quizá tuvo algo que ver con el asunto.
El gran director de orquesta Herbert Von Karajan, en referencia a Karl Böhm, hablaba de la maestría desde el punto de vista de la filosofía china, como el arte de no hacer nada. Un camino largo y tortuoso de aprendizaje conduce a la auténtica maestría, en la que todo es tan natural, que no es necesario hacer nada. Von Karajan decía que cuando escuchaba a Böhm, no pensaba «Está dirigiendo la orquesta», si no, «La orquesta se está dirigiendo». Unas líneas más arriba, comentaba que Eyes wide shut es la cumbre de la carrera de Stanley Kubrick, ni por asomo es su mejor película, pero en ella, por primera vez, todo resulta natural, fluido, elegante; todos los elementos casan con la sencillez que solo un maestro total puede conseguir. Efectivamente, da la sensación de que Kubrick no hizo la película, sino que la película se hizo.