El atasco (2017): reflexiones de camino a un funeral

En las tripas cavernarias de un bar de Malasaña, bajo el efecto que produce la bohemia más alternativa, vi, por primera vez, este corto que ya puede visionarse en youtube. No hay nadie como Belén Rueda para aguantar durante varios minutos, sin inmutarse, un primer plano que va in crescendo en su reflexión interna. Su belleza madura y clásica, muy a lo Hitchcock, destila una elegancia de antaño que no es habitual en los repartos actuales y en los tiempos que corren, donde hay mucha grosería y poco saber estar. La base argumental la sostiene con sobriedad de principio a fin, de ahí, que su elección como protagonista sea la acertada. En definitiva, cautiva y convence.

De riguroso luto y sentada en el asiento trasero de un automóvil de lujo, la actriz principal se dirige a un funeral en pleno mes de julio. En un Madrid saturado de tráfico y de prisas, se ve atrapada en un atasco. Estresada y acalorada porque llega tarde, empieza a recapacitar: primero, piensa en asuntos triviales, como lo haríamos todos, pero, poco a poco, sus cavilaciones van desembocando en pensamientos más íntimos y profundos. Sin embargo, alterna la meditación existencial con la rutinaria, que es algo muy patrio e, incluso, cómico. Resignada ante la fuerza mayor del contratiempo, se deja llevar por la situación y aprovecha el momento para hacer un examen riguroso de su vida: qué es importante y qué no, cómo le van las relaciones personales, cómo va a plantear su futuro, etcétera.

Un ratito que te deja con un agridulce regusto filosófico que puede engendrar más de una introversión.

Basada en el relato del Doctor Pablo Boixeda, David Ruiz de la Torre, un joven director que destaca por su reinventado clasicismo, logra un film intenso, enigmático y de calidad. Aquí se podría aplicar el dicho español de: “Lo bueno, si es breve, dos veces bueno” porque dedicar ocho minutos de nuestra vida para descubrir una obra de arte, cuando estamos constantemente viendo majaderías en el móvil que duran mucho más, no es sólo recomendable sino necesario para que creaciones tan importantes como ésta, no mueran sepultadas por la ignominia de la mayoría.

Sólo, por sacarle punta a algo, reduciría el ímpetu exacerbado de ciertos personajes en el desenlace de la trama. Sin embargo, reitero lo dicho en el párrafo anterior: son ocho minutos muy bien empleados. Un ratito que te deja con un agridulce regusto filosófico que puede engendrar más de una introversión y, sobre todo, más de una tertulia en el sugerente distrito donde este director tiene su centro de operaciones: el artístico y vanguardista Barrio de Maravillas.

Share this post

Guillermo Pérez-Aranda Mejías

Soy un escritor romántico con matices quevedescos. Disfruto con lo absurdo del surrealismo y me apasiona encarcelarme en mi castiza torre de marfil, donde desarrollo mi creatividad rodeado de música, de libros, de cine y de lo más selecto de la humanidad huyendo así, en la medida de lo posible, de lo más mundano. Roquero trasnochado y poeta de lo grotesco, he decidido, como si fuera un samurái que se destripa por su honor, entregar mi vida por entero al arte.

1 comments

Añade el tuyo

Publica un nuevo comentario