El cocinero de los últimos deseos (2017) – Crítica

El cocinero de los últimos deseos es una película de cocineros: sí. Pero también lo es de la obcecación, del amor, de la solidaridad, de la perplejidad.

El realizador japonés Yôjirô Takita, de dilatada carrera profesional y que llamó la atención de los cinéfilos de todo el mundo con Despedidas (Okuribito) (Mejor Película en Lengua Extranjera en los Oscar 2009), muestra en las pantalla españolas El cocinero de los últimos deseos, una película perfectamente ensamblada que mantiene el interés del espectador a lo largo de sus más de dos horas.

Yôjirô Takita en un artesano del cine. Sabe de su capacidad para establecer una línea de tensión en la que va sumando, como un buen cocinero, cada elemento que compone finalmente el guiso, gracias a una aquilatada dirección actoral, una fotografía (Yoshinori Oshima) ya de por sí espectacular y una elección musical que rubrica la salsa misma de su trabajo.

Es una película de cocineros: sí. Pero también lo es de la obcecación, del amor, de la solidaridad, de la perplejidad que va sumando a sus protagonistas, en el poco diagnosticable devenir de la vida y de los seres humanos.

El recetario que se establece como eje de la trama, es el recetario de los deseos de sus protagonistas, en una lucha con el destino.

Gracias a sus personajes -interpretados por Kazunari Ninomiya, Gou Ayano o Hidetoshi Nishijima-, el interlocutor puede irse abriendo paso por la naturaleza misma de los fogones y sus artífices, sometidos desde ese espacio de gustos y olores también a las veleidades del destino.

Takita, utilizando flashbacks especialmente narrativos y con la  historia de Manchuria ocupada por los japoneses en 1933 o la llegada del comunismo, construye una historia donde, además, la elaboración de cada receta deriva en un cuento en sí mismo.

El recetario que se establece como eje de la trama de El cocinero de los últimos deseos, es el recetario de los deseos de sus protagonistas, en una lucha con el destino que, en algunas ocasiones, recuerda los escenarios descritos en los libros de Yasunari Kawabata, con la muerte y la belleza expresadas en un mismo plano, como lo hace el escritor japonés en La casa de las bellas durmientes.

Tamio Hayashi, el guionista de la cinta, busca en la novela de Keiichi Tanaka precisamente la dualidad -o quizás la aseveración propia- que hace de los momentos finales de la vida un guiño a la belleza. Tal vez por eso inicia la narración con su cocinero, Mitsuru Sasaki, entregando el arte de cocinar a los deseos de un moribundo.

El cine que viene de oriente nos depara buena parte de las sorpresas que el séptimo arte ha marcado en los libros de su propia historia, probablemente porque ese mundo trágico pero hedonista del ‘sol naciente’ llega para sacarnos de la cotidianidad a través de su liturgias.


Sinopsis Mitsuru Sasaki es un cocinero de talla mundial que ha perdido la pasión por su oficio. Para pagar sus deudas, toma una decisión: cocinará personalmente una última comida para quien esté dispuesto a pagar un millón de yens por ella.
País Japón
Dirección Yōjirō Takita
Guion Tamio Hayashi
Fotografía Yoshinori Oshima
Reparto Kazunari Ninomiya, Gou Ayano, Yoshi Oida, Hidetoshi Nishijima, Aoi Miyazaki, Daigo Nishihata, Yutaka Takenouchi
Género Drama
Duración 126 min.
Título original Kirin no shita no kioku
Estreno 23/08/2019

Calificación9
9

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