«Respetando las reticencias de Camus a una adaptación cinematográfica, debemos admitir que es una suerte poder disfrutar hoy en día de la película que Visconti estrenó en 1967»
Rutinas, necesidades triviales e imposiciones externas conforman un peligroso trío que marca cada día las decisiones, por llamarlas de alguna manera, que toman los ciudadanos. Los caprichos de la voluntad, también la ignorancia, siguen conduciendo al mundo a episodios violentos y bochornosos, a pesar de las advertencias de un intelectual francés llamado Albert Camus. El extranjero (al igual que su obra teatral Calígula) evita plantear cuestiones sobre aquello que ya ha sido respondido, aunque sea erróneamente, por la sociedad y pone el foco en los actos de un hombre que renuncia a conclusiones, sentimientos y modos de convivencia.
Al preguntarnos quién podría protagonizar una película basada en El extranjero, una novela que Camus no deseaba que se llevase al cine, hay un nombre que sobresale: Marcello Mastroianni. Respetando las reticencias del autor, debemos admitir que es una suerte poder disfrutar hoy en día de la película que Visconti estrenó en 1967.
Probablemente ningún actor ha mirado con tanta honestidad a la decadencia como Mastroianni en La dolce vita, La gran comilona y Ginger y Fred; ni ha representado la renuncia al amor como Mastroianni en Los girasoles y Ojos negros; ni se ha fundido con el arte como Mastroianni en Fellini, ocho y medio (8½). Por eso, él debía ser Meursault, ese hombre que aparentemente olvida las preguntas para convertirse en un observador alejado de conceptos y metas preestablecidas.
El absurdo, como el sol, puede llevar a un ser a la locura y, a partir de ahí, hacerle comenzar un intenso y breve camino que, desde Hamlet hasta el pensamiento de Foucault, ha mirado con nuevos ojos a las obras humanas del pasado y nos ha otorgado inequívocas muestras de lucidez.