Entrevista con Jean-Pierre Améris, director de La historia de Marie Heurtin

Jean-Pierre Améris

Jean-Pierre Améris

El Hotel Intercontinental de Madrid sirvió de escenario para el encuentro con el director francés Jean-Pierre Améris, que presenta su última película ‘La vida de Marie Heurtin‘. Junto a otros compañeros, conocimos a un hombre alto como una montaña y con una gran sonrisa, que nos hizo sentir muy cómodos incluso antes de comenzar con las preguntas. En un salón acogedor con grandes sillones, nos dispusimos a charlar con el director, según nos propuso él mismo.

– Has querido rescatar la historia de Marie, pero quien lleva el peso de la narración es la hermana Marguerite. ¿Qué información tenías sobre ella?

– La película es lo más real posible. Con ella, me atrevo a decir que no he inventado nada. Siempre me había apasionado la historia de Helen Keller y la película de Arthur PennEl milagro de Ana Sullivan‘ (1962). Siempre me había apasionado ese tema de la comunicación, cómo los sordociegos consiguen comunicarse.

En 2006, realizando algunas investigaciones, encuentré esta historia francesa que ocurre a finales del XIX, en la misma época que la de Helen Keller. Hellen Keller es conocida en todo el mundo: Japón, América del Sur, etc.  Nosotros los franceses tenemos a Marie Heurtin y a la hermana Marguerite, y no las conocía nadie.

Como en muchas de mis películas, realicé un extenso trabajo de documentación. Encontré un texto escrito por Marie Heurtin; eran tres páginas que escribió después de apender braille. En ellas hablaba de la época en que entró al centro Larnay.  Dice: «era un animal furioso», y relata sus primeros años allí. Cuenta que era como un animalito que se subía a los árboles, la violencia de los primeros momentos, el encuentro con la hermana Marguerite, y como esta tuvo la genial idea de enseñarle su primer signo con una navaja. A mí como guionista nunca se me habría ocurrido la historia de la navaja. A veces la vida es mucho más sorprendente de lo que puedas imaginar en el cine. Marie Heurtin vino desde Nantes. Estaba sola, sin sus padres, sin sus hermanos, de su casa sólo tenía esa pequeña navajita. Fue una genialidad recurrir a ese objeto tan amado. Es sorprendente, hoy en día se sigue utilizando el mismo sistema del objeto amado para enseñar.

En Francia tenemos seis mil sordociegos, cuatro millones de sordos y un millón de ciegos. Para todos ellos sólo tenemos tres centros, lo cual es muy poco. Fui al centro donde ocurrió la historia. Desde los años sesenta ya no lo llevan religiosas, pero siguen acogiendo a niños sordociegos. Llegué en el otoño de 2007 y hasta 2011 estuve escribiendo el guión. Pasé mucho tiempo con los niños y hay muchas cosas en la película que sucedieron durante mi estancia. Cosas que ví y que viví con éstos niños. Lo que es fascinante es que aún hay muchas Marie Heurtin.

El niño que nace sordociego es bastante violento, porque no sabe dónde está, todo le resulta peligroso. La primera etapa consiste en ganar su confianza. La segunda en cómo crear esa chispa del lenguaje, conseguir que el niño entienda que si quiere algo, tiene que hacer un signo. Para enseñarles los signos debe encontrarse ese objeto amado. aA veces se tarda un año y medio, como en la historia de Marie Heurtin, a veces cinco, y otras veces no se consigue.

Para mí es la historia de dos personajes. Es la historia de un intercambio, de un encuentro que hace que en el árbol se reconozcan, con la punta de los dedos. Hay niños con educadores con los que no funciona y otros con los que sí, con los que se produce una afinidad.

Al final Marie Heurtin me ha enseñado más a mí de lo que le he enseñado yo a ella. Para la hermana Marguerite es también una oportunidad. Con ella vive una maternidad que como religiosa no debería haber conocido. Para mí, ha sido una gran suerte encontrarme con esta historia, y eso era lo que quería compartir con el espectador. Porque la película ha sido muy difícil de producir, de financiar. El presupuesto era muy pequeño pero a todos nos apasionaba.

La discapacidad de un sordociego no es horrible, y a mí me repugnaba que la gente pensara eso, por lo que quería mostrar que no tiene porque serlo. Son niños con ganas de comunicar. Ellos para conocerte te tienen que tocar y no estamos acostrumbrados en una sociedad reservada y virtual. Cinematográficamente es interesante porque es un gesto, es filmar otro tipo de comunicación.

La historia de Marie Heurtin

Isabelle Carré y Ariana Rivoire

– ¿Cómo trabajó con la actriz Ariana Rivoire para transmitir ese estado de aislamiento extremo de Marie en los primeros momentos?

– La otra gran suerte ha sido encontrar a Ariana Rivoire, que para mí es y seguirá siendo una de las mejores actrices con las que he trabajado. Es sorda de nacimiento, y ni siquiera se había podido imaginar ser actriz. Se encuentra en un centro profesional y quiere trabajar como auxiliar de enfermería para personas mayores. Siempre he rodado con sordos y con ciegos. En mi primera película estaba la actriz que interpreta aquí a la hermana Rafaela. En aquella época tenía quince años, y ha llegado a convertirse en actriz de teatro. En Francia hay mucho teatro para sordos, seguro que en España también, pero sin embargo en el cine nunca se coge actores sordos ni ciegos. El cine está cerrado a esto. Es una pena, porque nosotros como realizadores nos privamos de actores que tienen un comportamiento distinto. El lenguaje de signos es magnífico.

Al principio quería rodar con una chica sordociega. En el centro había una chica que me interesaba mucho, de quince años, muy guapa, sordociega y que hacía danza. Era muy buena, le propuse el papel pero lo rechazó. Ella quería hacer danza y la interpretación no le interesaba. Renuncié a rodar con una sordociega y decidí buscar una niña sorda que conociera el lenguaje de signos. A partir de ese momento se organizó un gran casting en Francia, en todas las escuelas de adolescentes sordos. Los chicos querían presentarse también, pero yo les decía que no era posible puesto que la historia se desarrolla en un internado femenino.

Un día fui a Chambèry, en las montañas. Estuve toda una mañana haciendo el casting con un intérprete, porque yo desgraciadamente hablo mal el lenguaje de signos, como todos los demás idiomas, y el casting no trataba de buscar quién es mejor, sino encontrar a la persona adecuada. Ese día comí en el comedor del centro y allí vi a Ariana, a unas pocas mesas de distancia. Tenía algo. Le preguntñe porqué no venía al casting y me dijo que se le había olvidado apuntarse. Yo le contesté que si le interesaba podía verla y afortunadamente se presentó. Cuando la tuve enfrente en el comedor ya sabía que era ella. Veía que tenía algo del papel y además tenía una afinidad conmigo.

Llamé a la productora y me dijeron: ¿pero no vas a hacer pruebas? Dije que no, que sabía que era ella. Un día presentando la película juntos ella le dijo al público «Jean-Pierre ha hecho lo que soy», y yo dije; «¡Estás loca! ¿Porqué dices eso? He visto lo que eres, no hice lo que eres. Eres una jovencita formidable y yo no he hecho nada.» Tenía algo de Marie Heurtin. Ariana es de origen albanés, le abandonaron sus padres, se encontraba en un horfanato y sentía un enfado con el mundo. Estaba en ese estado de violencia permanente, porque la violencia es frustración. Su madre adoptiva me contó que al llegar era un poco como Marie Heurtin.

Cuando aprendió el lenguaje de signos se tranquilizó. La comunicación nos da paz. Trabajamos juntos, fuimos al centro de niños sordociegos. Les observó mucho y me acordaré siempre de la primera chica que conoció. Era africana. Desgraciadamente, en África nacen muchos niños sordociegos porque las madres sufren rubeola. La niña abrazó a Ariana para conocerla, y durante veinte minutos estuvo observando la forma de la nariz, las mejillas, oliendole el pelo. Ariana rojísima, esperando. Es un proceso lento. Allí aprendió a hacer esa mirada de ciega que le sale tan bien. Durante los ensayos, se tapaba los ojos muchas veces. La gran angustia de los sordos es volverse ciegos, ya que son increíblemente visuales. Yo no lo sabía, pero los sordos tienen un campo visual mayor al nuestro. Están tan atentos, tienen tanto miedo a que se les pase algo, o que les pase algo, que tienen ese campo visual más grande que el nuestro.

Luego le presenté a Isabelle Carré, una actriz con la que ya había trabajado tres veces, y para la que escribí el papel de la hermana Marguerite, aunque no se parece en absoluto a ella. Si miras en Internet, era una mujer fuerte, gorda. Pero Isabelle tenía algo del carácter de esta monja, que era muy cabezota, un poco provocadora, y que no tenía miedo de sembrar el caos. La hermana Marguerite no era una intelectual. Se ocupaba del jardín, de cosas prácticas y concretas. Tampoco era profesora de lenguaje de signos. Ella no sabe nada, solo tiene la fe, fe en el otro, casi una obsesión un poco insana, pero me encanta. Creo que para hacer grandes cosas hay que estar un poco loco.

Cien años después de inventar el lenguaje de signos no sabían cómo comunicarse con los sordociegos, y ella encuentra esa adaptación del lenguaje de los signos a la mano. Los sordociegos cogen tus manos y si les hablas con el lenguaje de signos, ellos pueden entenderlo.

Isabelle Carré aprendió el lenguaje de signos en seis meses, es muy hábil. Ariadna estaba encantada de que la actriz, la «superstar» hiciera el mismo camino que ella. Se acercaron mucho. Enseguida se llevaron muy bien, conectaron. Era una comunicación muy íntima.

– A diferencia de la película ‘El niño salvaje’, usted trata la película con un tono un poco más cómico, al menos en la primera parte de la película.

– Es lo que he visto. No hago documentales, pero me documento mucho. He visto ese placer, ese gusto por la vida y quería mostrarlo. Es verdad que ser sordociego o ser padres de sordociegos es duro, pero lo importante es: ¿qué hacemos para que su vida sea lo más abierta y desarrollada posible?

Hay un restaurante en Poitiers donde los camareros son sordociegos, el que limpia los platos es sordociego, etc. Les encanta ir al cine por ejemplo, pero un sordo ciego en el cine, ¿qué hace?. Cuando fueron a ver Marie Heurtin sus educadores les iban describiendo la película en las manos. La razón nos dice, un sordo ciego para qué va a ir al cine, para qué va a ir a la piscina. Mejor dejarle en la habitación y ya está, que no moleste.

Marie Huertin

– La película se estrenó a primeros de año en Francia. ¿Cómo ha reaccionado la taquilla y el público francés?

– Hemos tenido mucha suerte. No es que hayamos hecho ‘Dios mío qué te hemos hecho‘ (2014), pero ha tenido trescientos mil espectadores. Ha sido un éxito. El público ha superado el miedo a ir a ver la historia de una sordociega educada por una monja.

El film se ha beneficiado de un excelente boca a boca. La gente decía: «te lo aseguro, es una película que da ganas de vivir, es una película muy luminosa y muy alegre». Era mi idea y mi objetivo. No hay que lamentarse, hay niños discapacitados, vivimos, enfermamos, morimos, pero ¿qué podemos hacer?.

También es una película sobre la belleza del mundo. Éstos niños que no pueden ver ni oír me han enseñado a volver a ver y escuchar el mundo. Cuando paseaba con ellos, como todo es tan lento, pasábamos veinte minutos tocando un árbol. Ellos con sus manos, tocando, están en el mundo. Hablamos de una película que es dura, pero que no es triste.

Hemos tenido un apoyo muy importante del público sordo. El lenguaje de signos es muy preciso, estaban muy contentos y muy orgullosos de que la actriz principal fuera sorda y todas las niñas que aparecen en la película sean sordas. Conseguí que en Francia, en todas las sesiones, la película estuviera subtitulada para sordos. Ellos necesitan el subtitulado cuando hay un ruido. A los que oyen no les molestaba, aunque los distribuidores tenían este miedo. Pensaban que los que oyen iban a odiar los subtítulos.

Ariana rechaza el término de discapacidad. En un debate tuve la desgracia de decir sorda discapacitada y me echó la bronca. Me dijo que no es una discapacidad. Es una identidad: tengo un idioma y si quieres hablar conmigo, aprende mi idioma. Le dije que no hay que avergonzarse, yo yo también tengo discapacidades, mis complejos, los tenemos todos. Hay que superar lo que nos bloquea, y ahí me dio la razón. Se ha hablado mucho en la prensa sobre la accesibilidad de los sordos y los ciegos al cine. Para los directores de salas, son cinco millones de espectadores potenciales sólo en Francia. Se deja de lado a un público que tiene ganas de ir al cine.

– Por último, ¿nos podría recomendar alguna película que le haya gustado o influído, que no sea conocida por el gran público?

– Hay que pensar, no es una respuesta fácil. Para mí, el maestro cuando era adolescente era Robert Bresson. ‘Pickpocket‘ (1959) es una de mis películas favoritas, porque es cómo unirse a otro con la mano. Pensé mucho en Bresson durante el rodaje del film porque era un maestro filmando las manos.

Cuando era adolescente me gustaba mucho el cine fantástico, las historias de monstruos. Yo estaba muy acomplejado por mi altura y me identificaba con ellos. Me gustaba ser ‘El hombre elefante‘ (1980) , ‘Eduardo Manostijeras‘ (1990). Sin embargo, no me siento capaz de hacer una película fantástica. Sí que adapté la novela de Victor Hugo ‘El hombre que ríe‘ sobre un chico desfigurado. Siempre me ha emocionado el cuerpo estropeado.

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Lara Noguera

Estudió comunicación audiovisual y un máster en desarrollo de videojuegos, es una dibujante aficionada y amante de la música.

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