Especiales (2019), de Olivier Nakache y Eric Toledano – Crítica

Sin ser una obra maestra, es un film recomendable que muestra con acierto el mundo del autismo y despierta la conciencia social de quien vive en otros mundos.

Dos hombres franceses de mediana edad y de credos diferentes, Bruno y Malik, se embarcan en un proyecto encomiable que es el de crear unas asociaciones sin ánimo de lucro para ayudar a niños y adolescentes autistas. Acogen y protegen a estos chicos que han sido rechazados en las instituciones regladas y se ocupan de ellos con toda su energía y buena voluntad dándoles el apoyo que no han conseguido por otras vías. Para ello, echan mano de un grupo de cuidadores que son, a su vez, jóvenes de barrios marginales que necesitan un empleo. Como consecuencia del buen hacer de Bruno y Malik, hay muchas familias que se ven aliviadas, beneficiadas y agradecidas por el proyecto de estos dos hombres buenos que, por encima de su vida personal y familiar, sitúan a estos chavales. Por otro lado y por desgracia, se ve la cerrazón de la burocracia institucional y de la legislación que muchas veces cierra puertas a actividades tan loables como éstas.

La cinta está plagada de bondad y de amor al prójimo sin edulcorantes ni cursilerías (detalle que agradezco personalmente) y, al estar basada en una historia real y reciente, uno se da cuenta de que quizá siga existiendo la gente decente y compasiva en una sociedad cada vez más deshumanizada y egoísta como la que padecemos a diario. La cinta nos puede recordar en algo a Campeones, pero es más cruda que la película española: los colores, los ambientes y los personajes son más oscuros y, no por ello, faltos de luz. La cinta no trata de provocar la lágrima fácil en el espectador sino todo lo contrario: concienciar que existen realidades muy duras, paralelas a la nuestra, que ignoramos y a las que les damos la espalda con demasiada frecuencia.

La cinta está plagada de bondad y de amor al prójimo sin edulcorantes ni cursilerías.

Acostumbrado a que Vincent Cassel haga de galán, me pareció extraño verle en este papel tan tierno pero, lo cierto, es que enseguida persuade al espectador porque en ningún momento empalaga, pero sí conquista. Un hombre maduro, con coraje y con ideales humanitarios no tiene por qué ser un blandengue y así es el  personaje de Bruno: decidido, sin melindres y que le echa huevos (ya verán porqué digo esto) al asunto. Por lo tanto, Cassel convence y su personaje también. Malik (Reda Kateb), por otro lado, actúa con soltura convirtiéndose en un secundario de lujo. Tiene también su carácter, pero con una personalidad muy propia que se distingue sustancialmente de la de Bruno. Por último,  cabe destacar la actuación de Benjamin Lesieur que interpreta a Josephuno de los chicos autistas con una particular vis cómica que ocasiona más de una sonrisa y alguna que otra carcajada contenida.

Sin ser una obra maestra es un film recomendable que muestra con acierto el mundo del autismo y despierta la conciencia social de quien vive en otros mundos. Cinta conveniente, entre otras cosas, para que nos demos cuenta de lo afortunados que somos. Vayan a verla porque sí merece la pena, y que Dios guarde a los “especiales” y a la gente que los cuida.


Sinopsis Cuenta la historia real de Stephane Benhamou y de Daoud Tatou, dos amigos de distintas creencias religiosas que, 20 años atrás, crearon una organización sin ánimo de lucro para ayudar a niños y adolescentes autistas.
País Francia
Dirección Olivier Nakache, Eric Toledano
Guion Olivier Nakache, Eric Toledano
Música Grandbrothers
Fotografía Antoine Sanier
Reparto Vincent Cassel, Reda Kateb, Aloïse Sauvage, Hélène Vincent, Bryan Mialoundama, Alban Ivanov, Benjamin Lesieur, Marco Locatelli, Catherine Mouchet, Frédéric Pierrot, Suliane Brahim, Lyna Khoudri, Djibril Yoni, Ahmed Abdel Laoui, Darren Muselet, Sophie Garric
Género Drama
Duración 114 min.
Título original Hors normes
Estreno 28/02/2020

Calificación6.5
6.5

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Guillermo Pérez-Aranda Mejías

Soy un escritor romántico con matices quevedescos. Disfruto con lo absurdo del surrealismo y me apasiona encarcelarme en mi castiza torre de marfil, donde desarrollo mi creatividad rodeado de música, de libros, de cine y de lo más selecto de la humanidad huyendo así, en la medida de lo posible, de lo más mundano. Roquero trasnochado y poeta de lo grotesco, he decidido, como si fuera un samurái que se destripa por su honor, entregar mi vida por entero al arte.

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