Fotogenia de la Guerra Fría (XI): Guerrilleros y guerrillas en la América de los mil golpes (I)

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Fotogenia de la guerra fría XI

Iberoamérica fue otro frente secundario de la Guerra Fría. Los nombres de Cuba, Sierra Maestra, el Ché Guevara, los tupamaros, los montoneros, la guerrilla urbana, las guerrillas rurales, la Escuela de las Américas, los golpes de Estado, el general Perón, Camilo Torres… forman parte de aquellos años y todos se concentran en un lugar del planeta situado de río Grande hacia el Sur, hasta la Tierra del Fuego: Iberoamérica.

A diferencia de la mayor parte de naciones de Asia y África, todo el subcontinente era independiente desde hacía entre medio siglo (Cuba) y casi siglo y medio (Argentina, México, Venezuela, Colombia, etc). Sin embargo, una cosa es dejar de ser virreinato y otra muy diferentes ser verdaderamente independiente. Con la independencia llegaron nuevos problemas fronterizos entre países con límites mal definidos y, sobre todo, conflictos sociales. No ayudó, desde luego, la rapacidad de las compañías, fundamentalmente anglo-sajonas, que esquilmaron a aquellos países con la complicidad de las oligarquías lugareñas que, para colmo, manifestaban las pulsiones racistas más desagradables.

Como la burguesía no era muy fuerte y las oligarquías locales demasiado débiles, durante mucho tiempo el único grupo social lo suficientemente coherente, numeroso y predispuesto para actuar en nombre de unos o de otros, eran las fuerzas armadas. Luego apareció el sindicalismo de la mano de la industrialización y durante décadas, en muchos países, el ejército y los sindicatos entraron en confrontación. No siempre el ejército actuó en nombre de las oligarquías locales. Iberoamérica fue tierra del populismo militar: los nombres del general Perón en Argentina, de Velasco Alvarado en Perú, de René Barrientos en Bolivia, de Omar Torrijos en Panamá y tantos otros, incluso de políticos como el brasileño Getulio Vargas, todos ellos están ligados a experiencias autoritarias y populistas. En otras ocasiones fueron movimientos populares surgidos de las clases medias, quienes plantearon la lucha contra las oligarquías. Con frecuencia, y seguramente como herencia del carácter y de la experiencia española, estas luchas adoptaron la estrategia guerrillera.

Según estas insurrecciones se produjeran en zonas con mayor densidad agrícola o ciudadana, dieron lugar a guerrillas rurales (en los años cincuenta y los sesenta) o a guerrillas urbanas (especialmente en la segunda mitad de los sesenta y la primera de los setenta). Todo empezó en Cuba.


 

Antes de temblar, unas sonrisas

Bananas

A veces es bueno aproximarse a un tema por su vertiente cómica. Vale la pena recordar dos películas, especialmente por su calidad y relieve de sus directores. Ambas contribuyen a desmontar la épica sobre la guerra de guerrillas, lo hacen con singular maestría y, además, justo en los momentos en los que los mitos de la guerrilla están de moda especialmente entre la izquierda.

Woody Allen estaba todavía en sus primeros pasos, ciertamente muy firmes, cuando rodó, escribió y protagonizó Bananas (1971). Hasta entonces la guerrilla rural era intocable, un mito romántico, el heroísmo elevado a la enésima potencia, especialmente para los estudiantes de París, Roma, Madrid y California. Woody Allen, simplemente, lo pulverizó. En su película aparecen todos los personajes característicos de una guerrilla que habían sido retratados en el Diario del Ché Guevara y en los escritos de su amigo, Régis Debray. Para colmo, los viejos guerrilleros pasan a ser los futuros dictadores. El color verde oliva de los uniformes evoca en todo a Sierra Maestra y a los combates de Fidel Castro y el Ché. Nadie que vea la película duda que Allen (Fielding Mellish para la ocasión) está caricaturizando al régimen y a la experiencia castrista.

Igualmente desternillante y con idéntica intención es L’aventure, c’est l’aventure (1972, La aventura es la aventura) de Claude Lelouch, interpretada por Lino Ventura, Charles Denner, Jacques Brel, Johnny Hallyday… Es, precisamente, Denner el que da la lección magistral sobre lo que es la política y las ventajas de la delincuencia. La política es porque los políticos mienten. A él, en cambio, le va bien y explica porqué: “Me pagan los de extrema-derecha, para que atente contra políticos de derecha, para echar la culpa a la izquierda”… Y pregunta a sus amigos qué les parece. Nadie entiende nada. En cambio él sí: sabe porqué comete atentados –por dinero, sólo por dinero y nada más que por dinero- y les define su posición: “claridad en la confusión”. Los cinco delincuentes veteranos deciden dedicarse al “terrorismo político” y acaban en las guerrillas iberoamericanas haciendo lo que saben (entre otras cosas secuestrar al papa de viaja pastoral). Lelouch apenas perdona, nadie se salva de la crítica, todo en la política y en la guerrilla es un puro circo cuyo objetivo final es… forrarse.

Ambas películas son una buena entrada para entender la grandeza y miseria de las experiencias guerrilleras: vistas desde lejos aparecen como empresas heroicas, cuando se examinan de cerca hay algo en ellas de enfermizo, miserable y limitado. Buena parte de este capítulo pasa por Argentina.


 

Perón, peronismo, peronistas, montoneros

Desde mediados de los años 40 mencionar el nombre de Argentina equivale a recordar a un hombre y al movimiento que puso en pie: Perón y el justicialismo. Perón era uno, pero las formas que adoptó el justicialismo fueron muchas, desde la Triple A hasta la guerrilla montonera. El peronismo recorre la historia argentina durante toda la Guerra Fría. Luego se desnaturalizó y hoy es un recuerdo a pesar de que siga existiendo el Partido Justicialista y las fotos de Eva Perón y de su marido acompañen las grandes manifestaciones populares. No faltan películas sobre la historia del peronismo y allí donde falten siempre habrá documentales ilustrativos.

Vayamos primero a la biografía de Juan Domingo Perón.

El documental Perón, apuntes para una biografía (2010), nos dice todo lo necesario para conocer las distintas etapas en la vida del General. Realizado en Argentina, no todos coinciden en su análisis del personaje, pero puede considerarse un buen resumen de toda una época en apenas 85 minutos. El título no es pretencioso, lo que el espectador ve son sólo “apuntes”, pero es suficiente para tener una idea global de los orígenes, la doctrina, la vida, los años de poder y de exilio del que fuera el político más popular de la República Argentina. Otro documental, sino imprescindible, sí al menos ilustrativo y complementario del anterior es Perón, sinfonía del sentimiento (1999). El director, Leonardo Favio, intenta algo más que biografiar al personaje, quiere, en tanto que justicialista, hablar del movimiento político peronista y de sus hitos. Para popularizar el personaje y el movimiento, su director la ha colocado on line sin restricciones.

El nombre y la imagen de Perón siempre han estado unidos indisolublemente a la de su esposa, Eva Duarte, “Evita de los descamisados”, una mujer sin duda excepcional, fallecida prematuramente y a quién su marido debió buena parte de su punch entre los trabajadores. De las muchas cintas en las que aparecen referencias a Eva Perón hemos seleccionado tres: un biopic, una documental  y un musical. El musical, como podía suponerse, es Evita (1996) de Alan Parker, en la que Madonna encarna a una improbable Eva Perón y Antonio Banderas a un no menos improbable Ché Guevara.  Es mejor musical que película histórica, pero contiene los elementos esenciales de la vida de Eva Perón, que el espectador sagaz podrá identificar y estudiar más detenidamente. El biopic es Eva Perón (1996) dirigida por Juan Carlos Desanzo. En tanto que argentino, se preocupa de presentar una visión aceptable para la sociedad de aquel país de la gran dama de la República. Además, resulta entretenida. Por último, el documental es El misterio Eva Perón (1987) de Tulio Demicheli, casi dos horas correctamente realizados de recorrido documental y estudio psicológico, histórico y social del personaje. Interesante porque se centra en Eva y su marido pasa a segundo plano. Una última película alude a la pareja ex aequo. Película de reconstrucción histórica, lleva los nombres de ambos, Juan y Eva (2011) y desciende a extremos casi íntimos: cómo se conocieron, quienes eran (él coronel y ella actriz radiofónica), cómo empiezan su colaboración política… Así fue, con todas las licencias que permite un biopic en pareja.

Evita 1996

Evita 1996

El enfrentamiento de Perón, primero con la oligarquía, luego con la Iglesia y, finalmente, con parte de las Fuerzas Armadas, entrañó su derrocamiento y el inicio de un período incierto que se prolongó durante algo más de un cuarto de siglo. A partir de entonces, 1955, ya no pudo estar al frente de su movimiento y distintos personajes, de mayor o menor carisma, fueron delegados por Perón para dirigir a las huestes justicialistas. Uno de ellos fue John William Cooke que pronto decantó el movimiento hacia la izquierda. Era un hombre notable, cuya esposa –en esto del peronismo, las esposas siempre han tenido mucho que decir- Alicia Eguren, amiga del Ché Guevara, terminó decantándolo hacia el castrismo (figuró entre los que afrontaron a los mercenarios de la CIA en Bahía de los Cochinos) y alejándolo de la órbita peronista. El documental Alicia & John, el peronismo olvidado (2008) nos cuenta esta parte de la historia.

Después de un periplo por Iberoamérica, tras su exilio, Perón terminó en España en el Madrid más lujoso de la época a 10.000 km de la Casa Rosada. Esa etapa es la que nos cuenta la película Puerta de hierro, el exilio de Perón (2012). Aquel lugar fue testigo de un incesante desfilar de figuras que tendrían importancia, no solamente en la vida del líder que allí fue envejeciendo, sino de la República Argentina. La película es interesante para ver este desfile de personajes y de situaciones, y es altamente recomendable para entender aquellos años. Por Puerta de Hierro pasaron sindicalistas, militares, amigos, curiosos, estudiantes de doctorado, aventureros políticos, jóvenes ambiciosos (Carlos Menem fue uno de ellos) y allí residió López Rega, alias “el Brujo”.

Seguramente la “izquierda peronista” era lo que menos sintonizaba con el carácter de Perón que, si fue algo, fue populista, mucho más que izquierdista. La destitución del mencionado William Cook ya era suficientemente elocuente. Pero cuando apareció una tendencia de izquierdas en el seno de la Juventud Peronista, Perón dejó hacer. A fin de cuentas, lo que le interesaba sobre todo era retornar a la Patria. Por lo demás, aquellos jóvenes parecían buenos chicos, entregados y valientes. El problema era que, poco a poco, se fueron escorando a la izquierda y desarrollando técnicas de guerrilla urbana que se habían ensayado antes en Uruguay. Eran los “montoneros”. La izquierda del movimiento. Perón, tras asumir las riendas del país, terminó situándolos extramuros del justicialismo. Ellos, como si nada, siguieron con su estrategia guerrillera. La experiencia montonera (y la represión que generó), como dicen en Argentina, “cagó” a toda una generación. Varias películas tratan sobre este movimiento.

El documental Montoneros, una historia (1998) no ofrece todo lo que podemos precisar para sintetizar la trayectoria del movimiento montonero. El testimonio de “Ana, ex montonera” es el hilo argumental que permite realizar un viaje retrospectivo al origen del movimiento, a la mentalidad de sus “muchachos”, a la represión, a los primeros atentados, asesinatos y secuestros, a la masacre de Ezeiza cuando retornó Perón, a la siniestra evocación de la Escuela de Mecánica de la Armada… historia, en definitiva, de un país y de unos montoneros que masacraron y se hicieron masacrar. Uno de los fundadores del movimiento montonero fue una mujer que pago con su vida el haber participado en los primeros atentados, a ella se le dedicó el documental que lleva su nombre Norma Arrostito, Gaby, la montonera (2008). Joven agraciada, fue la única mujer que participó en la dirección montonera, apresada, en la Escuela de Mecánica de la Armada fue, finalmente, asesinada. Hoy todavía se discute si colaboró con sus captores en la detención de otros guerrilleros, o se negó a hacerlo. Esta película es suficientemente ilustrativa sobre la represión que sufrió el movimiento montonero.


 

La revolución castrista

La independencia cubana en 1898 fue una ilusión: Cuba cambió de dueño. De ser colonia española pasó a ser el “patio trasero” de los EEUU. Prostitución barata, alcohol y habanos de calidad, garitos de juego mafiosos y el control sobre el Caribe. Eso era Cuba para los EEUU. De ahí que cuando el régimen de Batista empezó a tambalearse, la CIA, con ese savoir faire que le caracteriza, apostara por Castro y aislara a Batista (lo volvieron a hacer en Nicaragua con Somoza, en Irán con el Sha, etc, etc, etc). Cuba y la situación prerrevolucionaria aparece en The Godfather, Part II (1974, El padrino, Segunda Parte). Michael Corleone visita Cuba para ver la forma en que puede conservar sus negocios en la isla. Un fresco rápido sobre la situación en la isla en una película excepcional y con un reparto de campanillas. Así mismo, en Cuba (1979) de Richard Lester, nos muestra a un mercenario inglés –Sean Connery- que ha sido contratado para apuntalar al régimen de Batista en su lucha contra la guerrilla. Lo ha traído el más corrupto entre los funcionarios corruptos del régimen y Connery, con ese espíritu democrático propio del buen súbdito de la reina se empieza a cuestionar qué hace allí. Para colmo se ha enamorado. Los besos de las cubanas no se olvidan. La película es otro cuadro sobre la situación que precedió a la llegada de Castro.

El padrino II

El padrino II

La filmografía cubana ha tratado, en tanto que parte interesada, la historia de la revolución, más o menos idealizada y, por tanto, parcial y subjetiva. No es que lo que describen no se haya producido, sino que ese cine de propaganda siempre es una forma de “realidad mejorada” ante el cual hay que estar atento para intuir la delgada frontera que separa el tratamiento propagandístico de la realidad pura y simple.

Tres películas, rodadas por el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC): Historias de la revolución (1960) se rodó cuando los acontecimientos estaban aún calientes y fue el primer largometraje filmado por este organismo oficial; en él se nos narran tres historias ejemplares (El herido, Rebeldes y La batalla de Santa Clara) que abarcan desde los primeros tanteos hasta el derrocamiento de Batista en 1958; Retrato de Teresa (1979) aparece en un momento en el que las cosas no van muy bien para la sociedad cubana, el socialismo no ha variado casi nada la condición de la mujer y esta película intenta impulsar la lucha por los derechos de la mujer y ejemplificar la actividad de las madres, esposas y trabajadores que, además, asumen tareas de “educadoras revolucionarias”. La película es interesante porque llega a los 20 años de la revolución y nos muestra cómo estaba la sociedad cubana y los problemas que afrontaba cuando estaba a punto de abrirse el último período de la Guerra Fría.

Finalmente, Clandestino (1987) narra el período previo a la revolución y la lucha contra Batista con la óptica de una pareja compuesta por un activista y una voluntariosa muchacha. Al parecer, el “chico conoce chica – chico se enamora de chica” funciona también en el proceso de construcción del socialismo en Cuba.


 

Películas citadas para conocer más sobre el tema:

Películas Fotogenia de la guerra fría

Ir a Fotogenia de la Guerra Fría (XI): Guerrilleros y guerrillas en la América de los mil golpes (II)

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Amor DiBó

Trabaja en el mundo editorial, y le gusta la arquitectura, viajar, el cine, la robótica-nanotecnología, hacer tortilla de patata, el té y la buena educación.

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