La pazza gioia (2016), de Paolo Virzì – Crítica

La pazza gioia

«A pesar de la gravedad de la historia que se nos relata, La pazza gioia desfila ante nuestros ojos con frescura, energía y una sorprendente capacidad para transmitir emociones positivas»

La pazza gioia llegará a nuestros cines a finales de marzo con el título Locas de alegría, una desafortunada traducción que nos recuerda la importancia que tienen las palabras. ¿Acaso pueden ser lo mismo, siquiera similar, los términos La alegría loca (traducción literal de La pazza gioia) y Locas de alegría? No es que La alegría loca hubiese sido un título sugerente, pero desde luego iría más en consonancia con la película de Paolo Virzì. ¿Cómo puede llamarse Locas de alegría una película protagonizada por dos personajes atormentados en busca de la felicidad? Sin embargo, La pazza gioia o alegría loca es lo que experimentan estas dos mujeres durante una buena parte del metraje, lo que encuentran varias veces en su persecución de la felicidad. Alegría loca, fugaz, previa a la más profunda melancolía. Son dos mujeres con problemas mentales, pero en ningún caso su locura procede de un exceso de alegría, sino todo lo contrario: de una tristeza desgarradora, de un vacío existencial y de una falta de vínculos verdaderos. Hay también en el film una leve acusación a la sociedad y a las instituciones como responsables indirectas de esta locura.

A pesar de la gravedad de la historia que se nos relata, La pazza gioia desfila ante nuestros ojos con frescura, energía y una sorprendente capacidad para transmitir emociones positivas. Es una película tratada con cierta ligereza, concebida para llegar a un gran público. Potencia los aspectos cómicos, y enmascara en parte la tragedia que supone una enfermedad mental. Entiendo que su intencionalidad no es mostrar el problema de una manera realista y, por lo tanto, no debe ser analizada de una manera excesivamente racional.

¿Cuál es su objetivo entonces? ¿Cuál es el valor de La pazza gioia? Sin duda, la enorme capacidad que tiene para transmitirnos ganas de reír, chillar y hacer algunas locuras. Envidiamos a nuestras desdichadas protagonistas, porque a pesar de su calamitosa situación, se divierten más que cualquiera de las personas cuerdas con las que se cruzan. Vemos como deambulan por la ciudad sin las correas de las convenciones sociales, ni los corsés de las responsabilidades. Y a medida que la aventura avanza se comienzan a estrechar los vínculos que las unen.

La actriz Valeria Bruni Tedeschi repite junto al director Paolo Virzì tras su éxito en El capital humano, ganadora de siete premios David di Donatello. Si en aquella ocasión la actriz sobresalía con una interpretación dramática y ligeramente caricaturizada, en La pazza gioia se muestra más humana y explota en mayor medida su vis cómica.

Tampoco es la primera vez que Micaela Ramazzotti trabaja a las órdenes de Virzì, aunque tanto en La prima cosa bella como en Tutta la vita davanti realiza un papel muy diferente al que adopta en esta ocasión. Ambas están excelentes, y son una de las principales razones por las que ver la película.

La pazza gioia es, por tanto, un film divertido y amable que sólo resultará insatisfactorio para escépticos sin remedio.

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La pazza gioia

 

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Arturo G. Maiso

Viajero y cinéfilo. Director de Marketing en una plataforma de financiación participativa, CEO de AGM Comunicación Multimedia y director de El Cine en la Sombra.

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