Las producciones turcas han tomado el relevo de los culebrones de origen latino. Tienen la particularidad de estar muy condicionadas por la censura, algo que las hace especialmente tiernas.
Al parecer, los culebrones, como suelen llamarse vulgarmente, vuelven a la pequeña pantalla y, esta vez, su lugar de producción no es Sudamérica sino Turquía.
En la actualidad, las series turcas ocupan un lugar en canales de televisión y plataformas como la popular Netflix. Este tipo de historias, generalmente dramáticas, donde abundan las separaciones, infidelidades y luchas de poder, no son una novedad. Hace años, contaban con gran número de seguidores las famosas radionovelas escritas por Guillermo Sautier Casaseca, autor de grandes éxitos como Ama Rosa. Tampoco dejemos de mencionar a la famosa Lucecita, la última gran radionovela emitida por la Cadena Ser hace ya la friolera de cuarenta años.
Las series turcas ocupan un lugar en canales de televisión y plataformas como la popular Netflix.
Más tarde, la televisión tomaría el relevo con telenovelas como Los ricos también lloran o Cristal, siempre de origen latino. No obstante, las productoras norteamericanas también optaron por sacar tajada, creando series como Dallas, Falcon Crest o Dinastía.
Pasado algún tiempo, el público comenzó a cansarse de estas historias interminables que solían alargarse de forma ridícula, dando lugar a un sinsentido que podía parecer en algunos casos una tomadura de pelo. Tal vez por ese motivo, acabaron por llamarlos culebrones. Ahora han tomado el relevo las series turcas. En la actualidad se emiten algunas como Kara Sevda o Intersection, que están siendo seguidas de forma incondicional por un número considerable de espectadores. Existe un público no necesariamente femenino que, harto de ver sangre derramada y tanta muerte y tortura, opta por historias de amor.
Y digo yo, ¿por qué no? Si la producción es buena, la interpretación también, y solo se trata de entretener, ¿por qué una historia de amor es menos importante que una historia sobre narcotráfico o sobre unos cuantos reyes que se disputan un trono? Estaba Hemingway en La Habana, en la conocida Bodeguita del Medio, cuando un turista norteamericano que lo había reconocido se acercó a pedirle un autógrafo y le comentó que también era escritor. Le dijo que se le daba bien escribir, pero le costaba encontrar un tema interesante y le preguntó: ¿usted podría ayudarme con eso? ¿Sería tan amable de hacerme una sugerencia? Hemingway respondió que sí, que lo haría con mucho gusto, y le dijo: un hombre y una mujer se conocen y se enamoran, ya tiene su tema. Es la historia más vieja del mundo…
En la actualidad se emiten algunas como Kara Sevda o Intersection, que están siendo seguidas de forma incondicional por un número considerable de espectadores.
Los “culebrones” turcos tienen la particularidad de estar muy condicionados por la censura, algo que los hace especialmente tiernos. No veremos manos impacientes por arrancar la ropa, ni caderas que chocan, ni siquiera besos con lengua, y tampoco escucharemos jadeos de perro cansino. Miradas intensas, caricias tiernas, besos dulces y abrazos castos serán las únicas demostraciones de amor, aunque podrían emocionar mucho más.
Por otra parte, la censura no nos resulta ajena. No hace tantos años que todo en nuestro país tenía que ser visto primero por aquellos que decidían qué podía exhibirse o dónde había que cortar, dando lugar a la prohibición de películas como Gilda, por el hecho de contemplarse un adulterio, o el corte de la famosa escena de nuestra Sarita Montiel en el sofá mientras cantaba Fumando espero, porque era demasiado sofá y demasiada señora.
En fin, si no eres demasiado exigente, siéntate a ver una de estas series, estarás entretenido y disfrutarás de unas excelentes vistas de Estambul. ¡Ah, no olvides el paquete de Kleenex!