Lourdes (1ª parte) – Dios es un fallo del sistema

Lourdes

En su séptima película, Jessica Hausner nos propone presenciar una suerte de concurso macabro carente de reglas, en el que compiten cada día sin garantía de recompensa miles de discapacitados y terminales con las miserias que son comunes a todo ser humano. Sólo que, en un entorno donde la pregunta retórica más formulada es ¿por qué yo, señor, por qué yo…?, y únicamente en contadísimas ocasiones es ¿por qué no yo, señor, por qué no a mí…?, las miserias se nos antojan aún más miserables si cabe. Después de “colarnos” inopinadamente en el que quizás sea el único lugar del planeta donde un ser humano aquejado de metástasis es capaz de envidiar a otro con esclerosis múltiple, es casi inevitable preguntarse: ¿realmente tiene sentido creer en un dios capaz de permitir esto…?

¡Milagro! Hubo un tiempo en que los eclipses, las tempestades e incluso el cambio de las estaciones del año se hacían acompañar de rígidos dedos índices. Rostros boquiabiertos, de los que se escurría este vocablo apenas balbuceado, demostrando sin rubor alguno el embelesamiento de la contemplación admirada, asombrada, estupefacta. La mano de dios se encontraba tras ellos, y a nadie le cabía la menor duda…

Hoy son pocos los que, aun no sabiendo explicar exactamente cómo se producen, se atreverían a tildar de milagrosos fenómenos como el amanecer, las lluvias de estrellas o las mareas. Nos basta saber que alguien lo sabe, y sabemos que lo sabe porque nos ha dicho con la suficiente antelación en qué momento exacto y de qué manera ocurrirían. Los milagros en la actualidad tienen más que ver con las dietas, con las transformaciones políticas, los desarrollos económicos, las gestas deportivas, así como con determinados productos y medicamentos.

Sin embargo, los milagros que supuestamente se producen en ‘Lourdes’ (2009), no solamente son inexplicables desde el punto de vista de la ciencia, sino que teológicamente se convierten en una escurridiza arma de doble filo. Pues que los doctores de la iglesia pretendan esgrimirlos como prueba de la existencia de dios, es poco más o menos como que un terapeuta emocional se empeñase en convencer a una mujer maltratada de que sus moratones y edemas son la manifestación del amor de su marido.

Ante este tipo de “milagros” al menos cabría preguntarse: ¿qué clase de dios sería capaz de hacer eso…? Si os tienta que tratemos de responder juntos a esta pregunta, os invito a que os suméis a la que quizás sea la más difícil y controvertida de todas las reflexiones: aquella que se plantea si la palabra D.I.O.S. no será más que las siglas de Devaneos Infantiles Originados por el Sufrimiento.

La séptima película de Jessica Hausner, que recibió el máximo galardón en el Festival Internacional de Cine de Viena, narra a través de un grupo de peregrinos, las vicisitudes por las que atraviesan los más de 8 millones de minusválidos y enfermos incurables que cada año acuden a una pequeña localidad del Pirineo francés, donde supuestamente se apareció la virgen María a mediados del siglo XIX, con la esperanza de curarse milagrosamente. Con rigor casi documental y sin una sombra de cinismo, Hausner nos propone presenciar una suerte de concurso macabro carente de reglas, en el que compiten cada día sin garantía de recompensa miles de discapacitados y terminales con las miserias que son comunes a todo ser humano. Sólo que, en un entorno donde la pregunta retórica más formulada es ¿por qué yo, señor, por qué yo…?, y únicamente en contadísimas ocasiones es ¿por qué no yo, señor, por qué no a mí…?, las miserias se nos antojan aún más miserables si cabe.

Lourdes

Después de “colarnos” inopinadamente en el que quizás sea el único lugar del planeta donde un ser humano aquejado de metástasis es capaz de envidiar a otro con esclerosis múltiple, es casi inevitable acompañar los títulos de crédito de ‘Lourdes’ con preguntas del tipo: ¿realmente tiene sentido creer en dios…? Cuándo la providencia te ha postrado en una silla de ruedas, y tu máxima aspiración es que la papilla no se te escurra de la boca porque la cuidadora voluntaria que te la está dando –una persona joven como tú, pero sana y atractiva- no lo está haciendo tan delicadamente como debería, porque se permite el lujo de estar más deprimida que tú, pues el hombre que le gusta –que, por cierto, es el mismo que a ti- no le presta atención, ¿realmente tiene algún sentido pedirle cuentas a dios…?

Recurro a Feuerbach, a Freud; me hablan de proyecciones, de instintos reprimidos: “el concepto Dios es una invención del ser humano para satisfacer sus irrealizables anhelos de infinitud” -dicen; idea frustrante en la que también se debatirá, con dramatismo, el por otra parte profundo creyente Miguel de Unamuno. Atiendo a sus explicaciones, las sopeso y, sin embargo, se apodera de mí la misma sensación que cuando observo que todos los lienzos que representan a Adán y Eva en el paraíso, incluyen ombligos en el centro de sus vientres. Como que algo falta. ¿O será que algo sobra?

Si de mí dependiera, los dioses serían más como los basureros, como los conductores del metro, como los funcionarios, como el oxígeno o los responsables de protocolo: aunque invisibles y de formas ignotas, podríamos inferir que existen porque posibilitan que nuestra vida fluya de una manera asombrosamente sistemática. Unos dioses que no se enfadarían por más que les ignorásemos,  de los que no dejarían de ejercer su diligente labor por más que no comprendiésemos exactamente a qué se dedican. Y, sin embargo, en lugar de deducirlos, honrarlos y alabarlos por su prodigiosa previsibilidad y probabilidad, desde el origen de los tiempos parecemos habernos empeñado en demostrar su existencia por (y en emplear el calificativo de milagro precisamente para designar) todo lo contrario: las escasísimas ocasiones en las que meten la pata, los esporádicos momentos en los que se produce un fallo en el sistema que, además, se nos antoja de una arbitrariedad de pésimo gusto. Lo que deja en muy mal lugar a un ser de tan divinas pretensiones. Pero que, sobre todas las cosas, traza un retrato patético (digámoslo todo) de sus diseñadores.


Los milagros según Matrix

No me malinterpretéis. Entiendo perfectamente a lo que se refieren Feuerbach, Freud y Unamuno cuando afirman que nos hemos inventado a dios para satisfacer nuestros anhelos más inalcanzables. Yo también he sido niño y diseñé a medida amigos imaginarios que me llevaban volando o dando grandes saltos por encima de los tejados de mi barrio (para asombro de mis padres y vecinos). También esculpí de la nada, durante mi adolescencia, novias idóneas y extraordinariamente complacientes, muy versadas en las artes amatorias, que me adoraban (para envidia y estupor de mis rivales alfa). Puestos a imaginar, dotaba a mis compañías imaginarias de los dones y atributos más ilusionantes y divertidos. Podríais decir de mí que vivía “enmimismado”, extasiado y refocilado en mi cuento de hadas. Y diríais bien… Pero, ¿qué opinión tendríais de mí si me hubiese inventado un amigo que no acudiese a las citas, o que me amenazara y castigase cada vez que no me comportase como (yo habría dispuesto que) él esperase de mí…? ¿Qué clase de mente angustiada habría creado una novia imaginaria que exigiese atención exclusiva y sacrificios de toda índole como demostración de que estás a la altura de sus atenciones…? Con toda la razón del mundo podríais preguntarme: a ver, a ver…, pero ¿quién ha creado a quién?

¿Me entendéis ahora cuando me rebelo ante la idea de que, frente a la posibilidad de inventar un ser superior “como dios manda”, la mayor parte de los creyentes de este mundo haya deseado “comprar” la idea de una deidad cruel e insensible? Estoy seguro de que si sometiéramos a referéndum a dios, entre todos diseñaríamos una divinidad bondadosa, generosa, amorosa, indulgente, justa, igualitaria, pacífica, alegre, divertida, abundante, sostenible, ilimitada… Es curioso, porque estoy igualmente seguro de que si nos dejasen elegir en qué tipo de mundo nos gustaría vivir, de las urnas saldrían adjetivos muy similares.

La buena noticia es que nuestro mundo no puede ser más generoso de lo que es. Podría ser un lugar maravillosamente pacífico, divertido y sostenible. El sitio perfecto para amarnos de una forma alegre, igualitaria, ilimitada, indulgente e incondicional los unos a los otros. La mala es que todo apunta a que aún no estamos a la altura del mundo en el que vivimos. Quizás por ello necesitamos creer en las excepciones, en los fallos del sistema, en los milagros…, y en un dios que los opere. Un dios que sí esté a la altura de nuestras limitaciones.

Si os apetece que le sigamos la pista a esta suerte de psicópata sobrenatural al que hemos decidido bautizar como DIOS, capaz de orquestar la superproducción más cara de la historia para sentarse luego a esperar durante miles de millones de años a que apareciésemos sobre la faz de la tierra para obligarnos a firmar una alianza sadomasoquista y someternos a infinidad de vejaciones, os invito a que leáis la segunda parte de esta reflexión. Ir a la segunda parte…

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Rubén Chacón

Periodista, publicista, colaborador habitual en distintos medios, autor de El Sorprendedor (Temas de Hoy, 2011), diseñador de juegos, cantante de End of Party, cinéfilo empedernido y padre de dos hijos.

3 comments

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  1. Samuel 4 noviembre, 2015 at 12:29 Responder

    Las creencias que nos invaden hacen de nuestras reflexiones un mundo al que criticar, al que discutir, del que renegar, en definitiva, al que cuestionar. Ese mundo es pequeño en el tiempo y en el tiempo…2.000 años no es nada…Europa, Latinoamerica… es relativamente poco.

    La idea de un determinado Dios con unas determinadas creencias no significa apenas nada para la Humanidad, es una moda pasajera. No significa lo mismo el Dios católico hoy que hace 500 años..que hace 1.000 años…2.000 y ni siquiera aquellos que nos dirigen son capaces de aguantar por mucho tiempo lo que ELLOS quieren que signifique el Dios creado por los seres humanos.

    Los Dioses griegos creados por los autores eran y tenían otro significado, los romanos otro, el Taoísmo, el hinduismo, el sincretismo, etc todos ellos incluían las creencias de unas élites que los utilizaron como vehículo de transmisión de sus propias creencias.

    Los países, la lengua, las tradiciones fueron creadas por cúpulas, incluso por muy pocas personas que se empeñaron en dejar su rastro en el Planeta, dejar sus ideas y sus creencias, haciendo que los seguidores asumieran sus premisas.

    Entonces si (a mi forma de ver) no es Dios el que dirige o al que se dirigen todos los miserables de la tierra ¿ qué o porqué se produce ése desfile de desamparados que se muestran creyentes?.

    Los animales lisiados, desperfectos, faltos de capacidades no sobreviven en el mundo porque no aportan a la continuidad de la especie……pero los seres humanos cada vez sobreviven mas a las deformidades, y , en algunos casos aportan intelectualmente mucho más que los no desperfectos, sin que esto signifique una mejora genética de la especie.

    Por tanto todo esté en la mente, todo esta en nuestro pensamiento, en nuestras creencias, en nuestras reacciones, en nuestras aspiraciones, en nuestras resignaciones o en nuestras conformidades. El mundo de la competencia por sobrevivir es profundo es un comportamiento primitivo, interno y muy complicado de descifrar.

    No creas que las creencias en milagros y Dioses poderoso que todo lo hacen esta desapareciendo al ritmo que da la impresión que tu piensas, te hago ver que, sin lógica alguna, existen los creacionistas que se refuerzan con las nuevas observaciones sobre el inicio del mundo (la ignorancia de las personas hace, que dada la limitación de conocerlo todo a través de la ciencia, sean pacto de torticeras interpretaciones de oportunistas que se aprovechan para dar visos de realidad a lo que no es más que meras suposiciones)

    No, querido Rubén, no desaparecerán oportunismos y oportunistas que se lucren de los desamparados, de los miserables del mundo que han sido, son y serán porque la palabra esperanza, fe, caridad no pueden ser demostradas por la ciencia y ni siquiera deben de ser demostradas, y por ello necesitamos de personas que hagan despertar a los demás como tú lo haces con tus opiniones y tus discusiones filosóficas que nos engrandecen y enganchan-

    • Rubén 4 noviembre, 2015 at 19:16 Responder

      Querido Samuel!
      En primer lugar quisiera agradecerte que te prestes tan generosamente a este ejercicio que, por falta de tiempo y a veces de espacios, me gustaría desarrollar más física, en incluso, espiritosamente…
      Dos detalles me han llamado profundamente la atención de tu exposición:
      1. En primer lugar que, habiendo yo pretendido mantenerme hasta cierto punto al margen de juicios de valor (cosa que me es tremendamente complicada), hayas deducido hasta tal punto de acierto mi posición personal sobre el cielo tema en cuestión.
      2. Me he quedado perplejo con el paralelismo argumental tuyo y mío. Lo bueno de este nuevo formato de reflexión es que, al no tener vosotros acceso a mis conclusiones (por el momento), podéis -como muy bien has hecho tú- dar rienda suelta a las vuestras. No sabes durante cuánto tiempo he esperado a que alguien se animase a hacerlo en este foro! Como muestra de mi gratitud te haré sólo a ti un pequeño adelanto de lo que está por publicarse: efectivamente coincido en que las creencias imperantes (e imperadas o impuestas) tienen su fecha de caducidad. Y al igual que te puedes comer un yogur unos días después de lo que marca en la tapa sin mayores contratiempos para tu organismo, no cabe duda de que con más tiempo se tornará un laxante muy eficaz… Esto mismo comienzó a pasarle al cristianismo hace ya cinco siglos. Y a pesar de que las reformas protestantes han ayudado a que gran parte de occidente pueda prestar con una mano y limosnear con la otra, mucho lleva lloviendo (y no precisamente agüita) desde que sus efectos escatológicos están provocando deposiciones del sistema cada vez menos consistentes y malolientes. Por tanto sí, también soy de la opinión de que los gerifaltes hace tiempo que llevan poniendo sus anuncios en los periódicos en busca de un nuevo sistema de creencias que haga más tragable la rueda del molino. Y no es mera especulación: he tenido la suerte o la desgracia de asociarme en algunas aventuras con sacerdotes de estas nuevas fes y he visto con mis propios ojos sus «milagros».
      Te pido un poco de paciencia, concretamente a que se publique la quinta y última entrega de este serial, pero verás que la espera valdrá la pena.
      Antes de despedirme y enviarte un fortísimo abrazo quisiera reiterar mi agradecimiento y emplazarte a próximas publicaciones de esta inquietante reflexión.
      Tuyo, Rubén.

  2. Joana 13 septiembre, 2016 at 07:59 Responder

    Yo solo se que no comprendí bien la pelicula 🙁 y vine aquí para ver si entendía pues solo entwndi hasta cierto punto. El de las envidias pero que paso si fue milagro o no? Porque volvió a la silla, porque la señora la seguía y que paso con Cecilia ay que pena pero no entendí 🙁

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