Men, Women and Children (2014): Seres conversacionales

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Seres conversacionales

“Los seres humanos nos constituimos en el tipo particular de ser que somos a través del diálogo. Somos seres conversacionales. Y son las conversaciones que mantenemos a lo largo de nuestra vida las que constituyen las bases de cómo somos y delinean nuestra particular forma de ser. En otras palabras, nuestra alma. Y el lenguaje, como sustento de nuestras conversaciones, la clave para desentrañar los misterios de esa sustancia humana. En tales conversaciones está el secreto de mucho de los que sobre nosotros pareciera desconcertarnos o sorprendernos. Muchas de nuestras incógnitas tienden a resolverse cuando profundizamos en nuestras conversaciones”.

Cuando leo estas palabras de Rafael Echevarría, uno de los padres del coaching ontológico, en relación al tema que nos ocupa, lo primero que me viene a la cabeza es que la mayor parte de mis conversaciones (quizás también las vuestras) se desarrollan en alguna red social. Lo siguiente que pienso es: ¿desde hace cuánto…? Así que tiro de histórico de Facebook, de Whatsapp, de correos electrónicos, tweets, chats, etc., y no os creáis que flipo tanto constatando que llevo casi una década imprimiendo caracter a caracter mi alma en la red, sino y sobre todo, al reparar que con la cantidad de información sobre mí mismo lanzada al hiperespacio, tendría literatura como para otros diez años. Pero la cosa no queda ahí… Sé que esto es jugar con ventaja, pero no deja de ser alucinantemente esclarecedor cómo, incluso sin saber lo que hoy sé sobre mí mismo, se podría deducir no sólo absolutamente todo lo que me gusta o me disgusta, sino (y esto es lo más pavoroso) cuáles podrían ser con toda probabilidad mis patrones de comportamiento en meses y años sucesivos.

Black Mirror: be right back

Estoy seguro de que esta es exactamente la misma línea de argumentación que siguió en su día el guionista del primer episodio de la segunda temporada de la serie de TV Black Mirror: Be Right Back. ¿Sabéis de cuál os hablo…? Sí, de aquel en el que la protagonista pierde a su novio, un chico enganchado a las redes sociales como cualquiera de nosotros, en un momento delicado de su vida; está esperando su primera hija. El vacío y la soledad de su vida le harán seguir el consejo de una amiga: utilizar una macabra aplicación que te permite simular que tu relación con el difunto sigue igual que antes, pero a través de las redes sociales. Esta aplicación se dedica a recopilar toda la información que hay en la red sobre su novio, poniendo especial atención en su tipo de comentarios, sus gustos, etc. La cosa comienza como un simple intercambio de “WhatsApps”, va un poco más allá cuando una simulación de voz permite a la protagonista hablar con él por el iPhone y pasarle fotos de su ecografía. Sin embargo, la perdición llega cuando accede a suscribir un servicio que está en fase experimental…

Lo que os quiero decir, amigos, es que leyendo mi propio historial en redes sociales me he percatado de que la teoría de las profecías autocumplidas propugnada Robert K. Merton es absolutamente cierta. El concepto de profecía que se autorrealiza deriva del teorema de Thomas, que dice que “si una situación es definida como real, esa situación tiene efectos reales”. En otras palabras, la gente no reacciona simplemente a cómo son las situaciones, sino también, y principalmente, a la manera en que perciben tales situaciones, y al significado que le dan a las mismas. “Les dije a todos que lo hice y ellos lo creen –dice Hannah Clint (Olivia Crocicchia), en una secuencia crucial de Men, Women & Children, a Chris Truby (Travis Tope)-, así que lo hice”. Lo que la quinceañera Hannah pretende comunicarle al quinceañero Chris es que, aunque a Chris no se le levante (porque de tanto hacerse pajas visualizando porno duro on line, las experiencias sexuales reales no le motivan), ahora todo el mundo cree que ellos dos son unos pioneros en la cama porque Hannah así se lo ha hecho saber a sus amigas por chat, y la noticia ha corrido como la pólvora por los pasillos del instituto. No de boca en boca, sino de móvil en móvil.

Men, Women and Children

A los que os queráis escudar en el ejemplo anterior para refutar vuestra teoría de que en redes sociales nos mostramos como nos gustaría que nos vieran y no como somos en realidad, quizás queráis leer el estudio llevado a cabo por las Universidades de Cambridge y Standford, que demuestra no sólo que la personalidad de alguien se puede establecer analizando las cosas que comparte y dice que le gustan en redes sociales, dando una imagen exacta de cómo es, sino que ésta imagen es incluso más exacta y más próxima a la realidad de la que tienen los propios familiares y amigos de esa persona. No en vano, el estudio fue bautizado como “facebook-data-know-you-better-than-your-own-mother”. Como colofón sólo mencionaré el hecho de que los datos sobre los sujetos que se presentaron voluntariamente al estudio, permitieron establecer ciertas relaciones de causa-efecto verdaderamente asombrosas. En otras palabras, ante determinados estímulos, Facebook sabía cómo iban a reaccionar.

No os cuento todo esto para asustaros o enfureceros contra Mark Zuckeberg, sino para apoyar mi siguiente tesis y que en el fondo creo (y digo esto henchido de orgullo) que es la misma que defienden Jason Reitman con su Men, Women & Children y Carl Sagan con su mensaje musical y ese selfie póstumo que encargó que nos hicieran a todos cuando la Voyager abandonase nuestro sistema solar: que el lenguaje crea identidades, que el lenguaje forja relaciones, que el lenguaje establece compromisos, que el lenguaje provoca posibilidades, que el lenguaje posibilita futuros diferentes y que el lenguaje genera, por último, mundos distintos.

El mundo en que hoy vivimos es la expresión de nuestra historia de conversaciones. Si la imprenta posibilitó por primera vez en la historia de la humanidad la generación masiva de mensajes unidireccionales, abriendo la puerta a una retroalimentación y empatías limitadas pero desconocidas hasta el momento, hasta que se invente la telepatía, Internet supone y supondrá la posibilidad más elevada de bidireccionalidad, retroalimentación y empatía conocidas por el hombre en sus 150 mil años de historia. Nos estamos aproximando, nos guste o no, a pasos agigantados a la desnudez del alma humana. Ya no hay dónde ocultarse. Pero la buena noticia es que ya no existe tanta necesidad de esconderse. Y, por lo que reflejan estudios como el llevado a cabo por el Centro Reina Sofía (Jóvenes y Comunicación. La impronta de lo virtual – Más que recomendable, de veras) la tendencia es hacia un entorno de sana transparencia, hacia un espacio común de intimidades compartidas (ese ir por la vida como en pijama) donde la desinhibición y el exorcismo de miedos absurdos son recompensados con los índices de empatía más elevados que jamás se han podido sentir por seres físicamente tan distantes los unos de los otros.

Empatía

Hoy, como nunca antes –parecieran querer deciros Reitman, Sagan y un servidor-, tenemos la oportunidad única de mantener una conversación universal (ponedle música del Imagine de Lennon si queréis) capaz de generar un mundo distinto. Un mensaje que nos incite a ser más bondadosos entre nosotros mismos y a preservar el punto azul pálido que, suspendido en un rayo de sol, nos contiene a todos. El único hogar que hemos conocido. Hoy, como nunca antes en la historia de la humanidad, tenemos la oportunidad única de que este mensaje despierte, capte y mantenga la atención de 6 mil millones de personas. ¿Te imaginas que todas le diesen al like…?

Fin

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Rubén Chacón

Periodista, publicista, colaborador habitual en distintos medios, autor de El Sorprendedor (Temas de Hoy, 2011), diseñador de juegos, cantante de End of Party, cinéfilo empedernido y padre de dos hijos.

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