Oriente vs. Occidente: Una reflexión sociológica en Sitges 2017

Sword Master 3D

Sword Master 3D

En el festival de Sitges 2017 tuve la oportunidad de asistir a muchas actividades, desde encuentros con actores y directores, hasta realidad virtual, pasando por un programa de Cinebasura en vivo, una marcha zombi, diversas exposiciones, presentaciones de libros, y un largo etcétera. Sin embargo, no vi tantas películas como hubiera deseado. En cualquier caso, esta dosis concentrada de filmes sí me ha suscitado una pequeña reflexión sociológica, un inevitable ejercicio de deformación profesional que quisiera compartir.

Dejando aparte la brillante The Shape of Water de Guillermo del Toro, los únicos largometrajes que visioné fueron dos de las favoritas de la sección oficial, de factura occidental: The Killing of a Sacred Deer y  A Ghost Story; y dos películas orientales de entretenimiento Sword Master 3D y Ancient and the Magic Tablet.

Las dos primeras se anunciaban de antemano como películas serias, trascendentes, que invitan a la reflexión, ambas entre las favoritas para los premios María y ya ganadoras de otros galardones. Mientras, las segundas ofrecían diversión, aventuras y ligereza, sin mayores pretensiones. Y sin embargo todo ello entra en profunda contradicción con los temas que tratan.


The Killing of a Sacred Deer

The Killing of a Sacred Deer

A continuación, un resumen muy sintético de cada una:

The Killing of a Sacred Deer es una película norteamericana, del director griego Yorgos Lanthimos, y protagonizado por actores de primera talla como Colin Farrell, Nicole Kidman y Alicia Silverstone. Trata de una familia supuestamente modélica (ambos son médicos y tienen dos hijos preciosos) atormentados por un error del pasado del cabeza de familia, que le empujará a decidir entre un profundo sacrificio, o perderlo todo. La historia avanza muy lentamente al principio, con largos silencios y mucha tensión, para precipitarse finalmente a un desenlace violento.

A Ghost Story es otra película norteamericana, de David Lowery, protagonizada casi en solitario por Casey Affleck bajo una sábana, con la presencia también de Rooney Mara. Trata sobre un joven músico (con todas las características del hipster actual) que, al fallecer, regresa a su casa como fantasma y allí permanece en triste soledad viendo pasar ante él el tiempo, como testigo mudo de la historia de la casa, sin poder apenas influir en lo que le rodea. Además, es una cinta estéticamente experimental. Llena de silencios y de planos larguísimos, es una historia que avanza con una lentitud agónica en busca de una pretendida poesía posmoderna.

Sword Master 3D es una cinta china, de Derek Yee, remake del clásico hongkonés de artes marciales Death Duel, protagonizada en su día por el propio Yee. El director ha querido recuperar esta historia y mejorarla con un presupuesto muy superior. La historia narra las aventuras de un espadachín errante que quiere alcanzar la gloria, una prostituta que ahorra para un futuro mejor junto a su familia, una noble despechada que envía asesinos a acabar con el prometido que la ha abandonado en el altar, y por supuesto, del Tercer Maestro, campeón absoluto de la lucha con espada, que sin embargo ha decidido abandonar la violencia y vivir una vida humilde bajo un nombre falso. Una guerra entre clanes de artes marciales hará salir a la luz los secretos del pasado y enfrentará y unirá a los protagonistas como un huracán que no puede ser detenido. Es una historia visualmente barroca, llena de coreografías, sangre y color que, si bien tiene un final no del todo satisfactorio, sí consigue entretener y sorprender al espectador a cada segundo.

Ancien and the Magic Tablet es un anime optimista y colorido, del director Kenji Kamiyama, que cuenta la historia de Kokone, una joven y vivaracha estudiante que convive con su padre viudo y que en sus sueños se convierte en la princesa Ancien del reino mágico de Corazonia, viviendo emocionantes aventuras. Sin embargo, el sueño se encuentra con la realidad cuando en fechas cercanas a las olimpiadas de Tokio 2020, unos extraños hombres secuestran a su padre, un mecánico que podría tener un secreto de gran valor industrial. Una película para todos los públicos que explora el valor de la familia, la amistad, la vecindad y las nuevas tecnologías.

Dejando a un lado si son películas “buenas” o “malas”, si nos centramos en sus temáticas, la diferencia es clara: las dos películas occidentales tratan temas personales, que atañen sólo a un individuo o una familia, que no tienen ramificaciones ni consecuencias más allá del drama personal, por hondo que este sea. Son películas socialmente muy livianas, incluso intrascendentes. Mientras tanto, las películas orientales, tan distintas como son entre sí, comparten un tema de base, que es cómo la gente corriente se ve a menudo explotada y vapuleada por intereses de los poderosos, sean estos una gran compañía de automoción, una orden de artes marciales, las olimpiadas o un burdel. Ambas reflexionan sobre que la felicidad está en esa parcela de paz y libertad que todos los seres humanos desean, pero que es constantemente pisoteada por gente más fuerte, más poderosa y con una ambición mayor. Temas muy necesarios y vigentes en el mundo actual.

La profundidad social de la trama en estas dos cintas orientales es mucho mayor, sin por ello sobrecargar la aventura. Y esto ocurre porque la estructura forma parte de la vida individual de las personas. Cada cual vive el mundo desde un contexto sin el cual su mera existencia no puede ser entendida. Eliminar el trasfondo de los personajes no los hace más puros sino que les quita parte de su sentido. Pincelar el universo que rodea a cada historia nos ayuda a comprenderla mejor y a entender que aunque el destino a veces sea cruel, es comprensible y aún más, susceptible de cambiar por los deseos y las acciones de cada uno, aunque sea a pequeña escala.

De esta manera, las dos películas orientales mencionadas desarrollan un gran sentido de agencia, en la que se puede luchar contra los elementos (se gane o se pierda), mientras que las dos occidentales son explícitamente nihilistas: los protagonistas no pueden cambiar su destino y toda resistencia es fútil. No terminan de entender los males que les afligen y quizás por ello no son capaces de vencerlos.


A Ghost Story

A Ghost Story

Otro punto sobre el cual podríamos reflexionar es sobre los antagonistas de cada historia como metáfora de la lucha de clases.

Pese a que no hay atisbo de ideología política en ninguna de las cintas, la lucha de clases está presente en la totalidad de ellas. En los dos filmes orientales el enemigo está arriba, e intenta aplastar al de abajo para satisfacer su ambición. Pero también arriba puede haber bondad, y un individuo rico y poderoso puede elegir ayudar a sus semejantes o vivir en humildad, mientras que alguien de origen humilde puede ascender aunque tenga que enfrentarse a dificultades. Se busca una suerte de neutralidad pero entendiendo que el poder es desigual, y que quienes lo ostentan pueden hacer mucho daño a la gente corriente, mientras que desde abajo la capacidad de dañar o protegerse es mínima. Una realidad básica que se expone sin reservas.

Sin embargo, en las dos cintas occidentales los antagonistas están abajo. En The Killing of a Sacred Deer la némesis es Martin, un joven de clase trabajadora, resentido por la muerte de su padre, que vive en un barrio “no tan bonito” y en un edificio “no tan bonita” como los del protagonista. Es una persona poco cultivada pero con una inteligencia perversa y básica, que amenaza la vida hipócritamente perfecta de una familia acomodada. Mientras tanto en A Ghost Story, no hay antagonistas propiamente dichos, pero el fantasma se enfurece con una familia latina que ocupa la casa años después de que su novia se mude: lanza la vajilla contra la pared y hace huir a una madre soltera con acento y sus morenos hijos que irritaban al fantasma con su inocente alegría. Una alegría que perturbaba la paz de su propia tristeza. En otra escena retrospectiva se muestra como unos sanguinarios indios americanos asesinan a una familia de colonos. Ninguna de estas dos películas pretende hacer una declaración de intenciones en contra de ningún colectivo, pero la realidad que muestran es profundamente egocéntrica.


Ancien and the Magic Tablet

Ancien and the Magic Tablet

Para finalizar, también podría hacerse una pequeña reflexión de género acerca de todas estas cintas.

De nuevo en este respecto considero que vencen las cintas orientales, especialmente Ancien and the Magic Tablet. Pese a que la japonesa es una sociedad tradicionalmente patriarcal, este anime nos ofrece personajes femeninos fuertes, valientes, inteligentes, profesionales. Tanto Kokone como los recuerdos de su madre ausente nos dan idea de personas completas y relevantes para la historia y dentro de sus propias vidas. En Sword Master 3D es cierto que se perpetúan los roles de género colocando a los personajes femeninos en papeles clásicos como “prostituta”, “novia despechada” y “madre”, sin embargo todos tienen relevancia y son vitales para la trama; toman decisiones, llevan la contraria cuando es necesario y comparten el protagonismo con los personajes masculinos. Sin embargo, y a pesar de retratar una sociedad pretendidamente más abierta, en las dos cintas occidentales, las mujeres pierden radicalmente importancia. En The Killing of a Sacred Deer la madre, interpretada por Nicole Kidman, es en efecto una eminente oftalmóloga que está presente en gran parte del metraje y que sin sorpresas nos enseña su cuerpo íntegramente desnudo al inicio de la cinta. Sin embargo toma muy pocas decisiones en la trama y no su personaje queda completamente desdibujado. El padre es sin duda el protagonista de la cinta, seguido en importancia por Martin, su némesis. La hija es una adolescente frágil y sin mucha personalidad, que se termina de definir sólo cuando entabla una especie de incómodo romance con Martin. Entretanto el último personaje femenino (la madre del propio Martin), también se define sólo cuando se sugiere una posible aventura entre ella y el personaje de Colin Farrell. Para finalizar, en A Ghost Story el personaje de Rooney Mara es casi irrelevante y sólo sirve como excusa para el drama del verdadero protagonista, que es el fantasma. Sí que cuenta con una considerable cantidad de minutos en pantalla. Se nos enseña su cuerpo casi desnudo (no hay desnudos en las cintas orientales) pero ni sus decisiones ni sus opiniones son relevantes para la trama. La historia podría existir igual con otra mujer distinta. Hay quien podría decir que el fantasma se queda anclado a la tierra sólo por ella, pero no es así: el fantasma quiere alcanzar algo que ella ha escondido en la casa, pero no quiere alcanzarla a ella y ni siquiera lo intenta. Aparecen otros hombres y mujeres de forma fugaz pero ninguno de ellos tiene la menor importancia. Es un drama tan intimista que incluso podríamos calificarlo de onanista. Como si de la época colonial se tratase, parece que sólo tuvieran alguna relevancia los sentimientos del hombre blanco de clase alta.

No sabría explicar el porqué de esta agrupación este/oeste en cuanto a las características de las películas que he visto: puede muy bien deberse a la pura casualidad, a la visión de cada director o a los tiempos y tendencias que vivimos en el cine. También asumo que muchas de las sensaciones extraídas de los filmes no son las pretendidas por sus respectivos autores. Quizás occidente y en concreto el cine norteamericano es más susceptible a esas visiones individualistas postmodernas, deconstruidas e introspectivas y quizás el cine asiático tenga hoy día una mayor visión de conjunto… o quizás no.

Lo que está claro es que me han resultado mucho más interesantes la película de artes marciales y el anime con robots gigantes, que las favoritas y premiadas cintas americanas. La diferencia es enorme. No sólo por ser más entretenidas, sino por ser temáticamente más profundas y sociológicamente más interesantes.

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