HACIA VENECIA 2019: WE OWN THE NIGHT (2007), DE JAMES GRAY

WE OWN THE NIGHT

Aunque en la placa de la unidad de crimen callejero de Nueva York ponía “dominamos la noche”, We Own the Night se centra en las consecuencias que dejaba ese oficio durante el día. La ley y el crimen son los bandos rivales en un filme sobre la descomposición de los lazos tradicionales en un ambiente dominado por la violencia y las drogas.

Policías arrestando a delincuentes, cadáveres escondidos entre la maleza, jeringuillas usadas atascando un retrete y, finalmente, una placa donde se puede leer “City of New York, Police, Street Crime: We own the night”. Estas son algunas de las fotografías con las que empieza We Own the Night (2007) de James Gray. Sin ir más lejos, la idea original de donde nació el filme fue una imagen publicada en el New York Times de un funeral de un policía en el que sus compañeros lloraban y se abrazaban ante su pérdida. Con una inspiración tan clara, el cineasta estadounidense decide realizar un prólogo con las imágenes de archivo antes comentadas. En ellas ya está todo lo que podremos ver durante la cinta: la dualidad entre el bien y el mal, la violencia y las drogas, Nueva York a finales de los 80 y su intrínseco destino trágico. Si por un lado tenemos todos estos ingredientes para dar forma a la película, habría que añadir dos más. Por un lado, el cine policíaco y de mafiosos de los 60 y 70. Por otro, obras que tienen al destino como fuerza catalizadora. Entre sus referencias, Gray nombra a Shakespeare, Visconti y Kurosawa. Aunque pudiera parecer una mezcolanza de conceptos, We Own the Night se construye y se asienta firmemente en este esquema clásico. En la obra, las noches de Nueva York harán insignificantes a todos los personajes que se dan el relevo. Su suerte ya está determinada por las imágenes del comienzo. El bando a escoger entre la ley y el crimen ya no importa, pero lo que está y no vemos es lo que engrandece a We Own the Night. La manera en la que ese caos que era Nueva York en los 80 afectaba a familias, parejas y amigos. Unos vínculos que no aparecían en las imágenes, pero que sufrían cada una de ellas.

WE OWN THE NIGHT

Un paneo vertical nos enseña el exterior de “El Caribe”, el club nocturno de Brooklyn regentado por Bobby Green. Como cualquier otra noche, los narcotraficantes rusos deambulan, la gente se vuelve eufórica y Bobby disfruta con su novia Amada. En el interior del establecimiento, Gray utiliza elementos a su disposición como los travellings, la banda sonora de los 80 y el vestuario para realizar una introducción extraordinaria. En pocos minutos, tenemos una escena de sexo entre Bobby y Amada, un travelling horizontal de los clientes de “El Caribe” bailando y, no menos importante, el atuendo de Bobby es una camisa desabrochada rojo chillón junto a una corbata sin apretar. Una serie de situaciones rutinarias que son replicadas antagónicamente en una iglesia donde celebra el departamento de policía. Ahora no vemos a Bobby, sino a su hermano Joseph Grusinsky, que va a ser ascendido, y a su padre Burt. Pasamos del crimen al orden y la pasión se convierte en la frialdad entre Joseph y su mujer, la música animada en jazz y el griterío en calma. La noche en Nueva York es tranquila y ociosa en partes iguales, y una sola familia puede abarcar ambos lados. A los hermanos Bobby y Joseph les une la sangre, mas parece que todo lo demás les separa. En un gesto que Gray pone en segundo plano, si atendemos a la manera de colocarse cada uno la ropa, observamos que Bobby se afloja la corbata mientras que Joseph se estira la chaqueta del uniforme en busca de una figura impoluta. Un paralelismo entre grupos rivales que al final de esta introducción, Gray acaba mezclando con estilo. Bobby y Amada dejan el club y llegan a felicitar al hermano del primero. No obstante, este festejo se acaba convirtiendo en una condena. Joseph, su padre y otros compañeros de confianza le proponen a Bobby ser parte de su operación y ejercer de infiltrado entre los narcos rusos en el club. Una oferta que Bobby no acepta al resultarle inverosímil su propia verbalización. Este podría ser el final del capítulo, pero Gray se guarda un último toque que le define como muy buen director antes de fundir a negro. Hasta el momento, la cámara había seguido fielmente a los hermanos, mostrando dónde estaban en cada momento. Sin embargo, mientras que Joseph está dando el discurso de agradecimiento, Bobby decide irse de la iglesia. En el plano final de esta presentación únicamente están Bobby y Amada en la imagen, pero por primera vez el sonido ejerce de lazo familiar implacable, al escuchar el discurso de Joseph al mismo tiempo. Ecuánime, Gray da la imagen a un hermano y el sonido a otro, el cine les une sin posibilidad de escaparse. En apenas veinte minutos, We Own the Night ha conseguido entender la naturaleza de las fotografías que abrían la cinta y trasladar su esencia al cine. Un medio en el que esas relaciones humanas que intuíamos laten y duelen enfrente de nosotros.

Una vez se han establecido todos los nexos entre los protagonistas, We Own the Night se adentra en un torbellino de violencia y giros dramáticos que no tienen nada que envidiar a sus referentes de los 70. Pese a que el relato no es lo que eleva a la cinta, tener la mínima información posible sobre su discurrir garantiza una experiencia formidable. Por ello, en vez de analizar los caminos de los personajes me gustaría destacar cómo el equipo del filme los ha construido. Por un lado, entre un elenco con estrellas como Robert Duvall, Eva Mendes y Mark Wahlberg, Joaquin Phoenix vuelve a demostrar que es una verdadera fuerza de la naturaleza. No se puede despegar los ojos de él, ni negar que un actor que da la sensación de ser incontrolable en pantalla. No hay pose de ningún tipo para transmitir su tormento y calvario. Un artificio del que sí adolece el guion también escrito por Gray. No cabe duda de que la clase del cineasta en la puesta en escena no es atribuible a la banalidad que surge por momentos en sus diálogos. En We Own the Night, muchos de estos diálogos quedan como recurso para imprimir ritmo a una narración que es dominada por la puesta en escena. Uno de los ejemplos más claros sería cómo filma Gray a la pareja formada por Phoenix y Mendes. Las palabras van de uno a otro, pero para los espectadores, la forma de expresión que impera es la utilización de la iluminación. Ellos entran y salen de las sombras y convierten sus cuerpos en meras siluetas al acercarse y alejarse de la cámara. Una visión propia de un cineasta con conciencia de cómo puede explotar el medio que utiliza y hace que We Own the Night sea una notable película. No es redonda, pero tiene suficientes propuestas para reducir el impacto de la banalidad en los diálogos y cierto sentimentalismo en situaciones dramáticas. En definitiva, la placa donde se lee “la noche es nuestra” debía hacer frente al amanecer. Allí donde se podían captar imágenes tan desgarradoras como la que originó esta película. Cuando la noche tocaba a todos lo que vivían durante el día.

WE OWN THE NIGHT

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Carlos Chaparro

Estudió Comunicación Audiovisual, permitiéndole trabajar en su pasión: el cine. Un amor incondicional que nació al descubrir a Patricia y Michel paseando por los Campos Elíseos.

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