«Mug es una comedia avinagrada con disfraz de drama encarnizado y doliente»
Me gusta el cine polaco. Lo encuentro intenso, profundo, dramático. Y ahora que intento recordar, no tengo presente haber visto ninguna comedia polaca. ¿Será que los polacos no tienen sentido del humor? Pues sí, lo tienen, y mucho. Lo que pasa es que su estilo es muy distinto del humor al que estamos acostumbrados. Un ejemplo de cómo se las gastan los polacos en este campo lo tienen en Mug, la más reciente película de la directora Malgorzata Szumowska.
La historia que se cuenta en Mug es un drama en toda regla. O eso parece. Vayamos por partes: Mug cuenta la historia del joven Jacek. El entorno es frío y húmedo. El trabajo de Jacek consiste en formar parte de una cuadrilla de operarios que están construyendo en Polonia la estatua de Cristo. La más grande, más que la de Río de Janeiro. Es decir, el pueblo polaco, muy católico y devoto, necesita de la fe para ocultar sus mezquindades y sus miserias. Y así, en Mug van desfilando todos los esperpentos posibles. Vemos a los vecinos cómo son escrutados y puestos desnudos a la luz del espectador. Y lo de la desnudez es tal cual: una desnudez física (al iniciar la película, cuando un grupo nutrido de consumidores, que espera a las puertas de un centro comercial para comprar compulsivamente televisores, se quita la ropa para lanzarse en tropel sobre esos productos); y también, una desnudez moral, esperpéntica y míserable.
La película realiza una crítica despiadada, que se ceba con toda la hipocresía acumulada y maquillada por el fervor religioso.
Prosigo con el drama de Jacek, que es lo que va a ir ocupando el núcleo de la historia. Como les decía, Jacek trabaja como operario. En un momento determinado, sufre un accidente que le dejará la cara muy mal herida. Tanto, que le tienen que hacer un transplante. Y ahí empieza la historia: Jacek, tras la operación, vuelve a intentar hacer vida normal. Y con lo que se encuentra es que la gente del pueblo lo empieza a tratar de otra manera, incluso rechazándole sin vergüenza alguna. El caso es que viendo semejante rechazo, los iluminados de la aldea consideran que el fantasma del antiguo propietario de la cara, que a Jacek le han transplantado, ha ocupado su mente y su espíritu cual colonizador.
Y si la aldea es una fiel representación del cosmos polaco, tenemos aquí, reflejada en la película, una crítica despiadada que se ceba con toda la hipocresía acumulada y maquillada por el fervor religioso. Resulta chocante que se esté construyendo la mayor figura de Cristo del mundo en un país con un ambiente moral tan degradado, mezquino y miserable.
Debo decirles que pensé que Mug era un drama toda ella. Y si llegados al momento de escribir esta crítica, horas después del visionado correspondiente, me hubiera quedado en mi primera apreciación, la puntuación que le pondría sería menos alta que si en lugar de visionarla como comedia la hubiera visionado como drama. Porque, señoras y señores, Mug es una comedia avinagrada con disfraz de drama encarnizado y doliente. El sentido del humor polaco es totalmente incompatible con el humor mediterráneo, lo cual llevará a que a los espectadores de por aquí les parezca que Mug es una película triste y desesperanzada. Sin embargo, si salen de las coordenadas mentales habituales, cuando perciban que es una comedia, se darán cuenta de que Mug es mucho mejor película de lo que sería de haber sido vista como drama.
Sinopsis Jacek gasta pintas de rebelde y escucha a Metallica en un pueblo polaco de misa diaria, gris como un dolor de postguerra y en pleno milagro arquitectónico: construir un Cristo a escala del Corcovado de Brasil.
País Polonia
Dirección Malgorzata Szumowska
Guion Michal Englert y Malgorzata Szumowska
Música Adam Walicki
Fotografía Michal Englert
Reparto Mateusz Kosciukiewicz, Agnieszka Podsiadlik, Malgorzata Gorol, Roman Gancarczyk, Dariusz Chojnacki, Robert Talarczyk, Anna Tomaszewska, Martyna Krzysztofik
Género Comedia
Duración 91 min.
Título original Twarz
Estreno 01/02/2019
