«The salesman es un trabajo reflexivo sobre todo lo que rodea a una acción súbita y despiadada. Las secuelas que produce en la víctima directa y en quienes la rodean. La vergüenza que sufren estos, la vergüenza que padece el verdugo.»
Piensen en una película acerca de una persona que inflinge un daño, y sobre la consiguiente reacción de los perjudicados. Víctimas pasivas, redentoras, revanchistas. Cualquier comportamiento que elijamos tendrá su consiguiente reflejo en el cine. El reto se vuelve más complicado si les pido que localicen un film en el cual los protagonistas reaccionen como una persona y no como un personaje, es decir, como probablemente actuarían en realidad y no como lo harían en una película. Porque la psicología de un personaje siempre es menos compleja que la de una persona. En el cine son aceptadas con mayor facilidad determinadas acciones que no serían admitidas, en ningún caso, fuera de él. Por ejemplo, tenemos mayor tolerancia a la violencia. Aplaudimos la muerte o el sufrimiento que padece ante nuestros ojos un personaje malvado y, sin embargo, no apoyamos la tortura o la pena de muerte en la vida real.
Son cotidianos los personajes de gatillo fácil. Quizá porque cuando la venganza no se consolida tendemos a juzgar al protagonista como poco hábil o poco valiente. Tal es el engaño del cine. Por ello, es un motivo de alegría la existencia de películas como The Salesman, donde los personajes actúan constantemente de manera contraria a las expectativas y, sin embargo, una vez han actuado, el espectador entiende como lógica esta reacción. Es más, entiende que esa reacción es más probable que la que, de manera automática, él había intuido.
Expuesto lo cual, considero la última obra del director iraní Asghar Farhadi, autor de Nader y Simin: una separación y El pasado, una grandísima película. Y atribuyo los comentarios templados de muchos críticos, que se refieren a ella con comentarios tibios como solvente o eficaz, a que su realización es de corte clásico y sencillo, pudiendo ser tachada incluso de televisiva. Pero la grandeza del film no radica en su componente visual, sino en un profundo trabajo de elaboración de personajes. No quisiera restar mérito a los actores, pero con un material así de bueno, no es de extrañar que las interpretaciones sean excelentes.
No es esta una película sobre la venganza, o al menos no sólo es eso. Es un trabajo reflexivo sobre todo lo que rodea a una acción súbita y despiadada. Las secuelas que produce en la víctima directa y en quienes la rodean. La vergüenza que sufren estos, la vergüenza que padece el verdugo.
Decir que The Salesman está a la altura de las mejores obras iraníes no significará mucho para la mayor parte del público. Pero debemos recordar que en Irán han surgido directores como Abbas Kiarostami (El sabor de las cerezas), Jafar Panahi (Taxi Teherán), Bahman Ghobadi (Las tortugas también vuelan), Majid Majidi (Niños del paraíso) o Mohsen Makhmalbaf (Kandahar).
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