DÍA 9 EN VENECIA 2019: GUÉDIGUIAN Y GUEDES CUMPLEN CON CRÓNICAS DE FRANCIA Y PORTUGAL

Cuando se han apagado hoy las luces en la Sala Darsena, con capacidad para 1400 espectadores, esta se encontraba medio vacía. Queda ya lejana la sesión de Joker con colas de más de dos horas. Una de las razones más relevantes es el éxodo de prensa e industria al Festival de Toronto, que comienza hoy. Un solape que nos hace pensar que las obras más importantes de la Mostra ya han sido proyectadas. Los platos fuertes han desparecido de la mesa, mas la Competición Oficial ha presentado dos sólidos filmes, aunque lejos de generar entusiasmo. Ambos son crónicas de los países de sus realizadores. Por un lado, Gloria Mundi de Robert Guédiguian retrata los problemas de la clase trabajadora en la Marsella actual. No muy lejos allí, viajamos a orillas del Tajo, donde A Herdade de Tiago Guedes recorre la segunda mitad del siglo XX en Portugal. Entre las dos abordan desde la Revolución de los Claveles al conflicto entre taxistas y Uber. Cine con fuertes raíces sociopolíticas realizado con inteligencia y saber hacer. Por último, en la sección Giornate degli Autori visionábamos la ópera prima de Manele Labidi, Un divan à Tunis. Una obra que es la antítesis de las dos anteriores, una mirada superficial a través de clichés de la sociedad tunecina. Parece que la recta final de Venecia no tendrá la misma expectación que una primera semana frenética. Si las jornadas que quedan son como hoy, el cine llenará los vacíos en la sala.


GLORIA MUNDI’ (2019), DE ROBERT GUÉDIGUIAN – COMPETICIÓN OFICIAL

Al ritmo de latidos, primeros planos de la llegada al mundo de Gloria abren la última película de Robert Guédiguian. Un nacimiento que se difumina para que se escriba en pantalla Sic transit gloria mundi. Una locución que sobrevuela la ciudad de Marsella. Como la propia Gloria, este el lugar de nacimiento del director, del que vuelve a hacer un fresco realista. Incluso más importante que los personajes, interpretados por sus actores de siempre, su horizonte es el corazón de la cinta. La cámara se mueve desde el puerto a los rascacielos y, entre medias, sentimos el permanente estado de alerta máxima en la que vive Francia desde hace tiempo. La sensibilidad de Guédiguian con su alrededor es excepcional. Aunque los edificios y la dinámica de la ciudad portuaria siempre van a estar ahí, el director dobla la apuesta imprimiendo al filme una acertada conciencia social. En la familia de la pequeña Gloria, cada integrante cuenta una pequeña historia contemporánea. El padre del bebé trabaja para Uber en un tiempo convulso con el conflicto con los taxistas. Asimismo, su abuelo acaba de salir de la cárcel después de veinte años, intentando reinsertarse en una ciudad tan moderna como reconocible. Todos los demás los podemos agrupar en una familia desestructurada de clase trabajadora que no logra salir de la precariedad. De esta manera, Gloria Mundi consigue integrar los que podrían ser los reportajes de cualquier periódico francés en un estimable drama. No obstante, a veces el esqueleto de estos sucesos es inverosímil y también peca de explotar algunos estereotipos. El tío de Gloria es un joven empresario de tiendas de segunda mano adicto al sexo y a las drogas. Para fortalecer esta idea, Guédiguian le muestra esnifando cada vez que sale en pantalla, acción que con una o dos veces creo que quedaría clara. Dispersión que no empaña un recuerdo positivo, poniéndonos en la piel de una familia joven que debe sacar adelante a su hija en las secuelas de la crisis económica. Recordando al cine social de Ken Loach, Gloria Mundi es una valiosa obra de un autor muy inteligente. Son muchas las películas que se han presentado en Venecia y no son demasiadas las que crean desde la situación actual del mundo, teniendo a la atrevida Ema de Pablo Larraín como gran referente. Por ello hay que celebrar que Guédiguian, con sus disculpables fallas, nos enseñe una ciudad que conoce mejor que nadie. Gloria acaba de nacer en Marsella y sus ojos son nuestros mejores anfitriones.


A HERDADE’ (2019), DE TIAGO GUEDES – COMPETICIÓN OFICIAL

De la rama de un árbol cuelga un hombre ahorcado. Nos encontramos en Portugal de los años 40. Esta tragedia tiene en ese periodo su presente, mas la huella del suceso quedará para siempre. En A Herdade de Tiago Guedes, recorremos la historia de Portugal desde esa época hasta final de siglo. Una crónica histórica y social en la que la única certeza es el Tajo. Para abordar esta ambiciosa premisa, el cineasta decide no salir de los dominios de un patrón, concepto que da título al filme. De esta manera, la localización funciona como una burbuja en la que se irán filtrando las transformaciones políticas y económicas. Al frente del terreno tenemos a João, un señor autoritario y machista. Un protagonista con exceso de testosterona que tendrá que lidiar con los problemas de su familia y sus trabajadores. Resulta sugestivo cómo la realización se aproxima a la Revolución de los Claveles o el auge del capitalismo. Por ejemplo, el desván de la casa tendrá el simbolismo de ser la habitación donde se guardan los más oscuros secretos. El espacio físico, tanto los edificios como la naturaleza, son cofres de la memoria personal y colectiva. Un acercamiento que recuerda a La isla mínima (2014) de Alberto Rodríguez, esta sobre el país vecino. En cuanto a sus aciertos, destacar el clima de tensión y la atmósfera presente durante todo el metraje. Por otro lado, el resultado final se empaña debido a su duración, ya que es más interesante la primera mitad que la segunda. Esto hace que la narración no vaya en crescendo, sino que tenga altibajos. En definitiva, A Herdade es un trabajo robusto que no palidece ante su propósito de hacer una crónica de casi medio siglo. La única manera es filmar al Tajo y sus alrededores. Ese paraje alberga la historia de un país.


UN DIVAN À TUNIS’ (2019), DE MANELE LABIDI – GIORNATE DEGLI AUTORI

Selma emigró a París con diez años. Salir de Marruecos es el deseo de muchos jóvenes, idealizando la vida en el extranjero. No obstante, ella regresa a Túnez para intentar recuperar el control de su destino en medio de la crisis de los treinta. Empaca todas sus pertenencias y las lleva al desván de su casa familiar. Este lugar se convertirá en su oficina, donde realizará psicoanálisis. Aunque le avisan de que entra en terreno desconocido, pronto aparecerá el éxito. Selma ofrece un lugar seguro para abrirse desde su cómodo sofá. Un refugio para la libertad de expresión tratado torpemente en Un divan à Tunis, la ópera prima de Manele Labidi. En cada sesión, los pacientes tocarán temas inherentes a la sociedad marroquí: el rol de la mujer, la religión, la libertad sexual y la política. Una premisa que sería muy interesante de no ser por la superficialidad del discurso y personajes cercanos a la caricatura. Una feel-good movie que menosprecia la inteligencia del espectador. Parece que todos los países necesiten sus comedias trufadas por clichés socioculturales. En este caso, no encontramos ni la gracia ni la lucidez. El conjunto es simple y ciertamente torpe. Ni siquiera la presencia de Golshifteh Farahani como Selma consigue animar un poco la cinta. La actriz iraní, que conoce bien lo que siente la protagonista, se muestra alicaída, transmitiéndonos esa desgana. Tanto el conflicto entre marroquíes y emigrantes como el generado entre la policía y la psicoanalista están muy esquematizados. La cineasta novel Labidi no quiere, ni parece que pueda, trasladar a ideas la represión contra la emancipación emocional que supone la llegada de Selma a Túnez. Una mirada amable con objetivo adoctrinar a las masas. Durante el Festival de Venecia hemos visto un filme con estructura idéntica, pero con resultado diametralmente opuesto: The Perfect Candidate de Haifaa al-Mansour. Empatía, cariño a tus personajes y respeto a los espectadores es lo único que se le pide a este género cinematográfico. Al final, acabamos entrando en el desván de Selma. Nos sentamos, pasa la sesión y nos marchamos igual que hemos ido.

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Carlos Chaparro

Estudió Comunicación Audiovisual, permitiéndole trabajar en su pasión: el cine. Un amor incondicional que nació al descubrir a Patricia y Michel paseando por los Campos Elíseos.

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