Rehenes (2017), de Rezo Gigineishvili – Crítica

Rehenes

«Rehenes nos parece magistral: expone el porqué unos aprendices de terroristas actuaron como tales pero sin que sintamos en ningún momento la más mínima simpatía ni por ellos, ni por su locura»

Occidente estaba sobre valorado por los jóvenes que vivieron en la URSS durante los últimos años de la Guerra Fría. Los que protagonizan Rehenes son siete jóvenes georgianos de principios de los años 80. Sus padres son miembros de la nomenklatura regional.

Los protagonistas se sienten presos en aquella URSS que la percibían con el reloj parado. Todos sus ciudadanos parecían ratones de laboratorio que no paran de moverse en norias, sin ser conscientes de que están atrapados en una jaula de la que no pueden salir. Ellos lo intentan y fracasan. 

Rehenes está basada en un hecho real que impactó al mundo en aquel momento. El 18 de noviembre de 1983, el Vuelo 6833 de Aeroflot fue objeto de un intento de secuestro por parte de siete jóvenes georgianos cuando volaba de Tiflis a Leningrado. El grupo de secuestradores estaba formado por tres pintores jóvenes que empezaban a tener cierto renombre, un actor, un seminarista y dos médicos con los estudios recién terminados. Todos eran miembros de lo que se conoció en Georgia en aquel momento como “generación jeans”, compuesta por jóvenes que condenaban la falta de libertades de la URSS y sentían un impulso visceral a imitar a los jóvenes occidentales. No se trataba, por tanto, de terroristas profesionales y eso explica que cuando intentaron hacerse con el control del avión, los pilotos tuvieran la suerte de resistirse, realizaran bruscas maniobras para dificultar el secuestro y aterrizaran en Tiflis (Los pilotos serían condecorados como “Héroes de la Unión Soviética”).

Alexandr Solshenitzin tenía razón cuando decía que “En la URSS no puede decirse nada, y en Occidente puede decirse todo pero no sirve para nada”.

La información sobre el secuestro está al alcance de la mano en Internet así que todos sabemos lo que vamos a ver: el secuestro fracasa, los spetznaz (fuerzas especiales antiterroristas) asaltan el avión, reducen a unos secuestradores, matan a otros y los supervivientes son juzgados, condenados a muerte y ejecutados. Repito, esto es lo que los espectadores van a ver. Harina de otro costal es lo que van a sentir.

Lo primero que cabe la pena alabar es que se trata de una película descriptiva: sabremos lo que sintió aquella generación y hacia dónde les impulsó el mito del “Occidente libre” frente al “Este oprimido”, pero el director se ha cuidado de que no simpaticemos ni nos identifiquemos con los secuestradores.

A fin de cuentas, lo que aquellos siete jóvenes hicieron, con el cerebro demasiado delirante por huir, fue intentar un secuestro aéreo y causar la innecesaria pérdida de vidas humanas y la de ellos mismos. Tratar de que simpatizáramos con ellos, sería irresponsable. De ahí que se den pocos datos sobre sus vidas. Eso puede dar la sensación de que la narración es superficial y que los personajes no tienen los contornos bien descritos. Hoy, cuando hemos tratado de informarnos sobre lo que ocurrió en el Vuelo 6833 de Aeroflot, inmediatamente hemos sabido que se trataba de hijos de papá, privilegiados del régimen que –como siempre- suelen salir díscolos.

El mito del “Occidente libre” tenía sobre ellos un peso decisivo, no se resignaban como sus padres. Querían abrirse al mundo, conocer el mundo. En la URSS esto no era posible, porque la URSS fue un gobierno autoritario construido con otros parámetros distintos a los occidentales.

Hay que concluir que Alexandr Solshenitzin tenía razón cuando decía que “En la URSS no puede decirse nada, y en Occidente puede decirse todo pero no sirve para nada”.Hubiera sido bueno que los siete jóvenes georgianos hubieran sido más realistas sobre las posibilidades de Occidente en lugar de idealizarlo. Porque si la URSS era una rata dentro de una jaula, Occidente era –y es- esa misma rata colocada en una “caja de Skinner”, en la que la rata recibe estímulos de “refuerzo” (comida y agua) o estímulos de castigo según lo que haga y piense.

La actitud absurda de aquellos siete jóvenes, precisamente, puede explicarse por las condiciones antinaturales de vida en el interior de la URSS que generaron en muchos, neurosis agudas y alteraciones del comportamiento… como los protagonistas que terminan realizando una iniciativa caótica con el cerebro carcomido por sus propias fantasías y que ni siquiera fueron capaces de prever lo que podía ocurrir si algo salía mal.

En la película sentimos la sensación claustrofóbica por el entorno infernal y opresivo. Pero no sentimos empatía ni identificación con los secuestradores. Por eso Rehenes nos parece magistral: nos expone el porqué unos aprendices de terroristas actuaron como tales pero sin que sintamos en ningún momento la más mínima simpatía por ellos.

La producción se ha mantenido en un justo punto medio. No es que el director haya mantenido el eclecticismo, es que lo que le interesaba no era juzgar a la “generación jeans”, ni machacar a los hijos díscolos de la nomenklatura, sino exponer cómo estaba la situación de la URSS en 1983. Y, en este sentido, de lo único que puede calificarse a la cinta es de realista: a veces, ante una situación concreta, no solamente no puede hacerse nada, sino que más vale no hacer nada y, menos aún, locuras.

Rehenes está lograda y será una buena carta de presentación de su director.

El verdadero drama es pensar que si aquellos jóvenes que subieron por la escalerilla del vuelo 6833 de Aeroflot hubieran tenido un poco más de paciencia, antes de cumplir los 30 años hubieran visto la caída del Muro de Berlín, la independencia de Georgia y la disolución de la URSS.

Se trata de un película made in Georgia. No es frecuente que nos lleguen películas de aquellos horizontes exsoviéticos y mucho menos que Rezo Gigineishvili, un nacido en el mismo año en el que tuvieron lugar los hechos que relata la película, ofrezca un thriller tan descarnado. Hasta ahora, en su filmografía encontrábamos una mayoría de comedias filmadas a partir de 2006 que no han llegado a España, pero ninguna con trasfondo político-social. Gigineishvili es georgiano, nacido en Tiflis, pertenece a la generación posterior a la que protagonizó los hechos narrados. No fue miembro de la “generación jeans” sino de la que ya gozaba de libertades y lo que nos ha pretendido trasladar fue el pensar y el sentir de sus hermanos mayores.

Rehenes está lograda y será una buena carta de presentación de su director en los circuitos occidentales que hasta ahora le resultaban vedados. El hecho de que la película sea extremadamente pesimista no ha sido algo deliberado, sino el reflejo de aquella época.

La cinta puede gustar a los que se sintieron conmovidos por el Munich (2005) de Spielberg, experimentan una irreprimible atracción por los thrillers de trasfondo político, por las películas de tesis en donde el director no nos impone su visión de los hechos, sino que nos facilita los datos suficientes como para que podamos hacernos una composición de lugar. Finalmente, por algún motivo podríamos recordar, aquella frase de Nietzsche: “Me gustan aquellos que intentan una empresa mayor que ellos y fracasan” 

Sinopsis En el año 1983, cuando Georgia era una de las Repúblicas Socialistas Soviéticas, un grupo de jóvenes pertenecientes a familias de la élite intelectual intenta huir de la URSS y escapar a Occidente secuestrando un avión. Basada en una historia real.
País Georgia
Director Rezo Gigineishvili
Guion Lasha Bugadze, Rezo Gigineishvili
Música Giya Kancheli
Fotografía Vladislav Opelyants
Reparto Merab Ninidze, Darejan Kharshiladze, Avto Makharadze, Tina Dalakishvili, Mikheil Gomiashvili
Género Drama
Duración 103 min.
Título original Mzevlebi
Estreno 01/09/2017

Calificación7
7

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Amor DiBó

Trabaja en el mundo editorial, y le gusta la arquitectura, viajar, el cine, la robótica-nanotecnología, hacer tortilla de patata, el té y la buena educación.

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