«Podemos ver cómo obran en Iron Man los mecanismos ideológicos de manera sutil a lo largo de todo el film»
A una década del 2008, es fácil olvidar los sucesos que tuvieron lugar durante ese año. Hace diez años, Fidel Castro renunciaba a la presidencia en Cuba, Barack Obama ganaba las elecciones en Estados Unidos y seguía la guerra contra Irak. Mientras el mundo estaba en plena revolución, en la industria cinematográfica se estaba gestando un fenómeno que cambiaría la manera de concebir al género de superhéroes: se estrenaba la primera película de Iron Man, que dio lugar al comienzo del Universo Cinematográfico de Marvel.
Hoy ya todos conocemos la historia: la cinta triunfó en recaudación y marcó un antes y un después para las producciones de Marvel. Sin embargo, después de haber consumido veinte películas de este universo cinematográfico, podemos intuir que conocemos la lógica detrás de estas películas: hay un héroe, que representa al bien, y un villano, que encarna al mal. Aparentemente, es así de simple.
Si nos enfocamos en la polaridad bien-mal que caracteriza al género, es fácil advertir cómo hay cuestiones que se repiten una y otra vez. En el caso de la primera película de la trilogía de Iron Man, podemos ver cómo obran los mecanismos ideológicos de manera sutil y entre líneas a lo largo del film.
En Iron Man vemos a un Tony Stark que visita Medio Oriente y resulta herido por un grupo terrorista musulmán, que casualmente utilizaba las armas que su empresa fabricaba. Finalmente, acaba siendo secuestrado por este grupo y a él no le queda otra alternativa que construir un super-traje para poder escapar.
A primera vista, parece un argumento corriente. No hay nada llamativo acerca de un hombre que es secuestrado en medio de una guerra. Pero si hilamos un poco más fino, empezamos a notar cómo construyen al villano basándose en un estereotipo que tiene mucho que ver con el contexto social y político que se estaba viviendo en Estados Unidos mientras se producía y se estrenaba la película: la guerra de Irak seguía en marcha, y en este país la religión islámica es practicada por el 99% de sus habitantes.
El villano es encarnado por los musulmanes, que son caracterizados como seres peligrosos, asesinos, violentos y terroristas. Es sencillo inferir que se trata de un estereotipo y de una imagen que se ha intentado construir alrededor de quienes practican el islam, pero no deja de llamar la atención cómo esta cuestión está tan naturalizada.
El bueno es Tony Stark, que es un blanco estadounidense que quiere luchar contra el mal y sus injusticias. De hecho, se autodescribe como “genio, millonario, playboy y filántropo”. Podemos afirmar que cumple con las primeras tres características, pero ¿puede considerarse filántropo si su empresa fabrica armas cuya única utilidad es matar?
En otras palabras, hay una fuerte bajada de línea. Aunque superficialmente parezca que se trata de una lucha entre Iron Man, representando el bien, y el grupo que lo secuestra, quienes encarnan el mal, en realidad las intenciones son otras. El bien está representado en la figura del hombre blanco estadounidense, que ve la injusticia, la violencia, y el abuso de poder y decide hacer algo para mejorar el mundo, y que encima en este caso resulta ser millonario y empresario. Por otro lado, el mal está reducido a los hombres de color, al otro que es distinto a mí y que debe ser eliminado porque pone en peligro al resto de la humanidad ya que son bárbaros y violentos sin razón de ser. Podemos reducir la cuestión en la lucha entre el Estados Unidos conservador contra todos aquellos que pertenezcan a un grupo minoritario.
Finalmente, con el paso de los años, vemos evolucionar a Tony Stark y luchar contra nuevos enemigos. Deja de fabricar armas, se redime y se da cuenta de que su misión es salvar el mundo, y casi siempre lo consigue. Vemos otra vez al blanco estadounidense salvando al mundo de su aparente destrucción, y de alguna manera el universo queda supeditado a él. El mundo necesita de Iron Man y sus vengadores, porque ellos son los héroes y nosotros somos víctimas del mal o, en algún punto, potenciales enemigos.
Aunque las películas de Marvel sean entretenidas e ideales para un sábado a la tarde, tienen estos entramados ideológicos complejos que son fáciles de detectar. ¿Voy a dejar de mirar películas de superhéroes? ¡Claro que no! Pero voy a intentar afinar mi mirada y desvelar todo aquello que se encuentra escondido por lo superficial, porque en definitiva eso es lo más divertido de mirar películas.