Justicia, y seremos libres

justicia o venganza

Los límites entre justicia y venganza, las cuales cabe diferenciar, son translúcidos y difíciles de dibujar. Veremos algunas películas en las que se pueden confundir ambos conceptos.

Los antiguos griegos, herederos del elixir del conocimiento, padres de la filosofía y malditos por la divina sabiduría, consideraban a la dama justicia como máxima virtud que embellece el alma, propia de gobernadores y caudillos. Platón la trataba en su República, una de sus obras más esplendorosas, como su término original, Dikaiosyne (Δικαιοσύνη), postulando su síntesis por el brillo de otras tres luces del espíritu: Prudencia (Phronesis, Φρόνησις), Templanza (Sophrosyne, σωφροσύνη) y Fortaleza (Andreia, Αντρέια). Así, la justicia se alzaba como máxima cualidad humana: hermosa, equitativa, íntegra y leal.

Estos conceptos se han ido compartiendo entre civilizaciones, transmitiéndose entre generaciones y adaptándose a diferentes contextos socio-culturales. En la actualidad, se trata a la justicia como “Principio moral que lleva a dar a cada uno lo que le corresponde o pertenece”, según el Diccionario de la Real Academia Española, o “Constante y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que les es debido” según el cristianismo, entre otros.

Pero, ¿Quién establece los límites de la virtud, si acaso existen? Es decir, en este caso: ¿Cuándo la justicia deja de ser justicia, y pasa a ser otro ente?

En este caso, nos referimos a su gran némesis, tan interesante como atractiva, a veces maquiavélica maquinadora que urde pacientemente aguardando su momento: la venganza. Pero, ¿Cuándo la justicia pasa a ser venganza?

Los límites entre ambas, las cuales cabe diferenciar, son translúcidos y difíciles de dibujar. Comúnmente, no es otro sino el relativismo y la propia educación del alma los que establecen dicho ecuador, uno de los grandes enemigos de la verdad auténtica, y poderoso aliado de la ignorancia. Cabe establecer – si me lo permiten – una distinción simple y poco madura, pero válida: la justicia es orden, y la venganza es caos.

En nuestros días el cine se ha consagrado como férreo vehículo de divulgación, mensajero y no dictador, solemne figura que muchas veces muestra y otras enseña: a veces conocimiento en acto, y a veces conocimiento en potencia.

Tantas veces la industria cinematográfica nos ha obsequiado con películas pertenecientes a esta temática que hasta se ha creado un género para catalogarlas. Y gozan de tantas formas diversas de tratar esta idea, que nos lleva a formularnos la siguiente pregunta: ¿es posible que la venganza sea justa, y en qué casos?

Advierto que este artículo contiene spoilers de las películas que se tratan.


F. Gary Gray nos esboza una curiosa metamorfosis del alma en su Un ciudadano ejemplar (2009). En ella vemos cómo un bárbaro acto perpetrado por dos bandidos egoístas y avariciosos los maldice y los condena, en todos los sentidos. Y esta metamorfosis de la que hablábamos, surge en el interior de Clyde Shelton, que contempló impotente cómo su mujer e hija se ahogaban en un charco de sangre.

Al principio denota una actitud paciente y serena, aguardando a que el estado actúe de forma justa contra un pervertido acto de maldad. Pero cuando no hay justos, no hay justicia. Y cuando uno desea justicia y no se da, la venganza toma el control. Al final vemos a un Clyde Shelton corrompido por la venganza, llevándole de la mano hacia la corrupción del alma. En este caso, su sentido de justicia se basa en la persecución de un estado de armonía emocional intrínseca, y un sentido propio de lo que es justo y lo que no. En otras palabras: venganza.   


Gladiator (Ridley Scott, 2000), ejemplo de cine en estado de perfección, nos manifiesta una necesidad imperiosa de una venganza justa, si así se puede denominar. Algunos califican a Máximo como personificación de justicia. Otros, parecidos en sus postulados, tachan sus decisiones como “venganza necesaria y solemne”. En este caso, ante la corrupción de aquel que debe impartir justicia, al no hacerlo, debe llegar alguien con la voluntad regeneradora de instaurar el orden en medio del caos. Ahora, si Máximo goza de Fortaleza, Templanza y Prudencia, pero está motivado principalmente por una causa personal, y pasa a segundo plano el detener la corrupción, ¿no está movido por venganza por tratar de ajustar una maldad inicua personal? ¿O es justo por todo lo anterior? Vemos un caso muy parecido en Braveheart (Mel Gibson, 1995).


Me atrevería a decir que, en V de Vendetta (James McTeigue, 2006), vemos un híbrido entre las de los dos párrafos anteriores. Un régimen totalitario o dictatorial – como prefieran calificar el de una sociedad distópica – está regida por el caos y la corrupción. Alguien con las cuatro virtudes anteriormente mencionadas es necesario para reinstaurar el orden. Y al principio parece que V – o ‘uve’ – es esa persona. Pero luego nos revelan que hace lo que hace para vindicar su pasado. Si no lo hace para acabar con la corrupción y no actúa al servicio del orden, no se le puede llamar justo. Y si lo hace por rencor, ira y odio, no hay ningún indicio de orden y de bien.


En Memento (Christopher Nolan, 2000), sin embargo, vemos como la venganza consume a Leonard hasta tal punto de convertirse en su única ambición y objetivo principal. Se arraiga tanto en sus entrañas que es capaz incluso de acometer un acto de venganza en el estado más precario de su memoria.

En Oldboy (Park Chan-wook, 2003) la venganza es desmesurada y cruel, hasta el punto de llevar a su huésped al suicidio. En John Wick (Chad Stahelski, David Leitch, 2014) es incoherente y a la vez comprensible, sobretodo en un hombre que no ha conocido más que la ira y la muerte. En El Renacido (Alejandro González Iñárritu, 2015) es manifiesta y evidente.

Pero en todos estos casos, es venganza y no justicia.

La justicia es una fuerza al servicio del bien, una excusa para mejorar y para enjaular a la efigie torcida. ¿Debería ser comprensible un ajuste de cuentas? ¿Debería ser ley natural el ‘ojo por ojo’? ¿Existe la justicia? Si existe, ¿es esta virtud ingenua e ineficaz? Si el castigo viene después del crimen, ¿quién decide señalar un crimen y cómo debe ejecutarse dicho castigo?

Si cada uno carece de una noción común y compartida de una justicia equitativa, clemente y buena… ¿Es la justicia ciencia ficción? ¿Es difícil que nos aunemos todos para sentenciar al caos?

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