20 películas para comprender 2019

En este artículo, como en ocasiones anteriores, recopilo los títulos más destacados que han sido estrenados a lo largo de este año. Creo que, a pesar de las posibles ausencias, esta muestra de 20 películas representa los principales conceptos acerca de los que se reflexiona hoy. El arte representa un momento, las ideas y las críticas que suceden en ese instante histórico, pero también la esencia de una especie que continúa preguntándose acerca de su finalidad. Por esta razón, a diferencia de otros artículos, este no ordena los 20 títulos en una lista, sino que opta por plantear cinco líneas en las que incluir cada una de estas obras.



1. Hablar de cine

En este campo, el gran maestro es Jean-Luc Godard, que con El libro de imágenes ha creado una experiencia intelectual de miradas audiovisuales para contemplar de nuevo nuestro mundo. Ha encerrado en esta obra maestra principios artísticos, políticos y sociales, y las dudas que nacen del arte.

Asimismo, Tarantino nos ha hablado de cuestiones muy similares, desarrollando en Érase una vez en Hollywood un discurso acerca de la amistad a partir del cine. El séptimo arte genera aquellas realidades que desearíamos que sucedieran, supone el origen de un cuento que al ser capaces de imaginarlo conseguimos que se mantenga más allá de la pantalla.

Algo similar ha ocurrido con las otras dos películas de este apartado. Por un lado, Día de lluvia en Nueva York, de Woody Allen, donde la magia del arte, de un rodaje, es el inicio de algo nuevo que, al igual que con Tarantino, sucede porque somos capaces de imaginarlo. Por el otro, Almodóvar lleva en Dolor y gloria el cine al nivel que lo hizo Zulueta en Arrebato, poniendo en contacto lo orgánico y lo espiritual, allí donde el dolor nace y se modera.



2. Las pulsiones de la voluntad

La moderación del sufrimiento resultará familiar a todos los lectores de Schopenhauer, que también habrán visto al filósofo tras las cuatro obras que en este punto citamos. Las vidas de los protagonistas de Silvio y los otros, de Paolo Sorrentino, y El irlandés, de Martin Scorsese, podrían haber sido escritas por él, tanto en la ficción como en la realidad.

En un espacio todavía más oscuro, también podría haber dibujado Schopenhauer al personaje de Christopher Lambert en la magnífica obra rusa Sobibor, de Konstantin Khabenskiy, así como la onírica huida de sus prisioneros hacia un futuro incierto.

Por último, en esta sección se debe citar el final de un proyecto, el cierre que Denys Arcand ha dado con La caída del imperio americano a su serie de reflexiones sobre el sistema actual. Las avariciosas pulsiones destructivas del ser humano no están en este filme dentro de sus protagonistas, sino a su alrededor, y Arcand consigue con su relato dejarlas al descubierto.



3. Los sirvientes de nuestra época

Joseph Losey convirtió a Dirk Borgarde en un principio hegeliano cuando el sirviente tomó el control a partir de su propia condición. Este tema, también tratado con acierto anteriormente por Villeneuve, supone la base para crear Parásitos, de Bong Joon-ho. El cineasta coreano se ha convertido en un especialista a la hora de mostrar una lucha entre seres de una misma clase, ya que en una sociedad en la que todo se reduce a competir no hay espacio para unir fuerzas frente a la opresión, un hecho que también conocen bien los comerciales de Perdona que te moleste, de Boots Riley.

Este individualismo de clase trabajadora subyace tras las múltiples ideas que se tratan en Jocker, de Todd Phillips. Un mundo en el que todo lo establecido se destruye y ya no queda nadie para construir algo bueno sobre esa destrucción.



4. Un cine que sea lo menos consumible posible

El título de este apartado es una meta, la de Pasolini al crear Saló o los 120 días de Sodoma. En el reino del consumismo, parece necesario llevar la provocación a un nivel más elevado, a lo inconsumible. Así lo ha entendido Flying Lotus y, por eso, ha realizado Kuso, estrenada en Filmin. Kuso no se puede recomendar. Debía ser (y lo es) una experiencia de horror, un grito para ensordecer la mercantilización e impedir que todo millonario tenga a su intelectual de cabecera para justificar sus acciones.

Hay otro creador que en este ámbito se mueve especialmente bien, se trata de Lars von Trier. En La casa de Jack nos conduce a través de los pensamientos y discursos de un criminal al que debemos seguir hasta el infierno. Allí se sitúa también Touch me not, de Adina Pintilie, donde la libertad y la felicidad se revelan como experiencias efímeras que solo reconocemos cuando ya han desaparecido.

Las tres comparten algo muy importante: nadie podrá experimentarlas de la misma manera, los títulos de crédito no serán un final, sino el germen de una serie de dudas que no seremos capaces de eludir. No se queda corto en este objetivo el cineasta Quentin Dupieux con Bajo arresto, cuyo desenlace nos hace viajar entre la realidad y su representación, algo que volvería a llevarnos a Schopenhauer.



5. Terror: miradas nuevas a conceptos clásicos

A lo largo de sus obras, muchos de los cineastas citados nos han presentado el miedo que nace cuando las películas de terror dejan de asustar. Cuando ya no existen relatos que no dejan dormir, cuando ese mal metafísico que puede aparecer en cualquier lugar se convierte en un entretenimiento pasajero, debemos acudir al origen.

Los grandes creadores del género confiaron a sus obras dilemas que no han sido resueltos. Por eso, tomar Cementerio de animales, como han hecho Dennis Widmyer y Kevin Kolsch, y modificar elementos sustanciales para provocar un debate nuevo supone todo un logro. Lo mismo ocurre cuando Ari Aster crea el terror con Midsommar, aislando a sus personajes tanto por el lugar donde son encerrados como por la incapacidad de comunicarse con una serie de sádicos que recuerdan a la familia que concibió Tobe Hooper en 1974.

Bosque maldito (Lee Cronin) y Nosotros (Jordan Peele) volvieron a mirar a los clásicos al presentarnos el temor a La invasión de los ladrones de cuerpos y a la pérdida de las pautas que nos hacen irrepetibles. Son películas estrenadas hoy, en un momento en el que la diferencia es condenada y todos debemos movernos por una serie de acciones básicas encaminadas a la más absoluta banalidad. Unas acciones que incluso se mantienen cuando los muertos vuelven a la vida. Jarmusch resucita en Los muertos no mueren, al igual que hizo Romero, a seres que resurgen en un mundo vacío, que quizá también esté muerto.

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Miguel Suárez

Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra, articulista en diversos medios y autor de ensayos sobre cine y filosofía. También ha escrito y dirigido cortometrajes y producido piezas de videocreación. Actualmente coordina el Festival Internacional de Cine Fantástico HOA y programa la muestra 'Cine del Este' que se desarrolla en Pamplona.

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